Trina Montjuïc

Trina Montjuïc. Imparable en la primera vuelta, el Espanyol es un caballo de cartón en la segunda, abatido por rivales de todos los pelajes, incapaz de meter un gol, extraviado en la cancha y malhumurado en el vestuario. No valen ya las charlas terapéuticas de entre semana y Valverde no encuentra el domingo el hilo a los partidos por más vueltas que le da a la alineación. El Espanyol ha hecho puff, incapaz de motivarse por una causa colectiva, entregados los jugadores a cuestiones personales, superado el técnico por el absentismo laboral.

A Osasuna le alcanzó con poner un poco de...

Trina Montjuïc. Imparable en la primera vuelta, el Espanyol es un caballo de cartón en la segunda, abatido por rivales de todos los pelajes, incapaz de meter un gol, extraviado en la cancha y malhumurado en el vestuario. No valen ya las charlas terapéuticas de entre semana y Valverde no encuentra el domingo el hilo a los partidos por más vueltas que le da a la alineación. El Espanyol ha hecho puff, incapaz de motivarse por una causa colectiva, entregados los jugadores a cuestiones personales, superado el técnico por el absentismo laboral.

A Osasuna le alcanzó con poner un poco de atención para sacar un triunfo revitalizador con vistas a sus aspiraciones de permanencia. Nada sorprendente, en cualquier caso, porque ya se sabe que, cuando se enfrentan dos equipos necesitados, se impone normalmente el más exigido. A los rojillos les iba la salvación. Y a los blanquiazules, Europa. Así, a lo grande, que queda bien cuando se ha perdido la Champions como referencia y se pelea por la Copa de la UEFA.

Al adversario le basta con aplicarse un poco en la contención y aguardar que los blanquiazules se condenasen en la jugada más tonta. Ayer fue una falta lateral botada por Puñal: los centrales se comieron el centro y la pelota dio en los brazos de Kameni para pasar después al cuerpo de Astudillo, que la puso en la red.

Y, a la que toma un gol, al Espanyol se lo lleva el viento como un papel de fumar.