Crónica:

El Athletic alarga su crisis

El empate con el Celta deja en el aire la decisión sobre el entrenador Mendilibar

Era noche de pasión en San Mamés, de llamamientos a la movilización general, de setimientos a flor de fiel. El Athletic se jugaba alguna parte de su prestigio (es colista), el entrenador, Mendilibar, su puesto de trabajo, y el presidente, Lamikiz, buena parte de su proyecto deportivo. Semáforo rojo en La Catedral. El público acudió al rescate y animó como hacía tiempo. Mendilibar, fiel a su proyecto, apostó por lo que cree (la defensa adelantada). Si había que morir, que fuera con las botas puestas. Quienes no acudieron a la cita fueron los futbolistas rojiblancos: obtusos, rutinarios, cansino...

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Era noche de pasión en San Mamés, de llamamientos a la movilización general, de setimientos a flor de fiel. El Athletic se jugaba alguna parte de su prestigio (es colista), el entrenador, Mendilibar, su puesto de trabajo, y el presidente, Lamikiz, buena parte de su proyecto deportivo. Semáforo rojo en La Catedral. El público acudió al rescate y animó como hacía tiempo. Mendilibar, fiel a su proyecto, apostó por lo que cree (la defensa adelantada). Si había que morir, que fuera con las botas puestas. Quienes no acudieron a la cita fueron los futbolistas rojiblancos: obtusos, rutinarios, cansinos, sin un ápice ni de creatividad ni de sabiduría.

Tuvo el Athletic el partido que buscaba, es decir, con un gol temprano y un rival demasiado apocado y presuntamente sin delanteros. Incluso en una jugada fortuita Pinto lesionó a su compañero Sergio (el antídoto contra Urzaiz) y antes se había retirado Javi Guerrero, su único delantero, también lesionado. Teóricamente, el partido soñado.

Pero el Athletic es otra cosa. Por ejemplo, no piensa; no tiene el balón; no lo guarda, sino que lo rifa; no lo esconde, sino que lo enseña. Y el Celta, que parecía una víctima propiciatoria, se dio cuenta de que su humildad era innecesaria. Que tenía a un futbolista autosuficiente, Silva, un pupilo de Mendilibar en el Eibar, que se bastaba para desequilibrar a una defensa rojiblanca tan blanda y tan previsible que le inventó un gol a las primeras de cambio. Resulta curiosa la fragilidad y la falta de concentración del Athletic. Ganando, en el descanso, el partido más importante de los últimos años, concede en los dos primeros minutos de la reanudación dos ocasiones a su rival que sólo el infortunio (su remate dio en el poste) y la impericia, consecutivamente, del joven Jonatan Aspas evitaron el gol.

Aspas había sustituido al lesionado Javi Guerrero y el chico se dejó notar. Silva, ya conocido, hizo su trabajo, quebró a Expósito y Ángel empujó a placer en la boca de gol. En San Mamés circula impresión de que el Athletic con un gol no gana los partidos. Y debe ser verdad. Había marcado Gurpegui y la siguiente oportunidad se produjo prácticamente en el período de prolongación, tras un pase de pecho de Urzaiz a Llorente. Entre medio, nada... y el Celta que incluso se permitió el lujo de fallar una ocasión clamorosa en los pies de Cannobio

El Athletic ha entrado en una crisis de identidad. Nadie manda en el campo, nadie ordena el juego y, para colmo, defiende como hace años, es decir poco y mal. Al Athletic si le buscas le encuentras. Y el Celta con un par de arreones, le encontró. En cuanto quiso, el Celta se apoderó del balón y encajonó al Athletic que sigue siendo un equipo incapaz de hilvanar tres pases seguidos: no ya buenos, simplemente consecutivos. El Celta, al amparo de Oubiña (que sí entendía de que iba el partido) o de Silva, o de Aspas, se adueñó de un encuentro que seguramente llegó a temer perdido. El Athletic, quizás, nunca creyó que lo podía ganar.La crisis queda en el aire. Un empate es siempre un resultado indefinido. El semáforo, que estaba en rojo, queda en ámbar. Hasta el domingo siguiente. San Mamés no sabe que pensar.