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El toro, por los cuernos
Por Antonio Lorca

Cavilaciones en torno a la vuelta a los ruedos de Enrique Ponce

La decisión del torero plantea una cuestión fundamental: qué aporta su presencia a una tauromaquia necesitada de una profunda renovación

Enrique Ponce, a hombros en la plaza de Nimes en 2017.Teseo

No ha sido una sorpresa el anuncio de la vuelta a los ruedos de Enrique Ponce, pero resulta sorprendente que vuelva a vestirse de luces después de su retirada en junio de 2021, y que lo haga tras la celebración de las principales ferias.

La decisión de quien fue una primerísima figura del toreo da lugar a la ...

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No ha sido una sorpresa el anuncio de la vuelta a los ruedos de Enrique Ponce, pero resulta sorprendente que vuelva a vestirse de luces después de su retirada en junio de 2021, y que lo haga tras la celebración de las principales ferias.

La decisión de quien fue una primerísima figura del toreo da lugar a la polémica sobre la oportunidad de verlo de nuevo en los carteles y el interés que su presencia pueda despertar entre los aficionados.

Vaya por delante que Enrique Ponce tiene el derecho a tomar el camino que considere más beneficioso para sus intereses, y si hay un empresario dispuesto a contratarlo, nada que objetar; y, es más, si el público pasa por la taquilla para verlo, miel sobre hojuelas.

Cuando colgó el traje de luces en junio de 2021 hacía tiempo que Ponce había dejado de interesar como primera figura

Pero ese es el negocio del empresario, que atisba una posibilidad de beneficio, y del propio torero, que hace caja besando alberos de escasa responsabilidad.

Cuestión diferente es la aportación que la presencia de Ponce hace a la tauromaquia en estos momentos, necesitada de la renovación de un escalafón cuajado de veteranos y la irrupción de caras nuevas que ilusionen a los tendidos.

Sin ánimo alguno de molestar, lo primero que habría que recordar es la famosa anécdota atribuida a Juan Belmonte en la que se cuenta que, estando en Madrid, se le acercó un torero retirado y le dijo: ‘Maestro, que voy a volver’, y el trianero le respondió: ‘¿Te ha llamado alguien?’

Enrique Ponce, en la plaza de San Sebastián en 2018.Javier Etxezarreta (EFE)

Que se sepa, a Ponce lo ha llamado el empresario Simón Casas, que le ha ofrecido la plaza de Nimes para que se reestrene en su ruedo el próximo 17 de mayo. ¿O acaso ha sido el torero valenciano el que ha llamado al taurino francés?

Sea como fuere, lo cierto es que no hay un clamor entre los aficionados al toro que reclame la vuelta del torero. No lo hay. Cuando decidió colgar el traje de luces hacía tiempo que Ponce había dejado de interesar como en sus mejores tiempos porque él mismo había optado por la vía fácil del toro mecánico con el que se encontraba en una confortable zona de tranquilidad en su papel de experto enfermero.

Ya se sabe, además, que la vuelta de los toreros es un arma de doble filo; con raras excepciones, son legión los que vuelven a enfundarse el traje de luces y pasan por el escalafón sin pena ni gloria; quizá, no sería este el caso de Ponce, que cuenta con alto predicamento en muchas plazas, pero cuidado con tentar a la suerte.

Bienvenido sea el torero; pero, si vuelve, que tenga el honor de merecer tan distinguido apelativo

Lo cierto es que la tauromaquia actual pide a gritos un rejuvenecimiento de los carteles, nuevos toreros con formas diferentes y capacidad para despertar ilusiones. Y los hay, claro que sí; pero hay que darles paso y hacerles un hueco. (Por cierto, la reaparición de Ponce restaría puestos a otros toreros con el ansia de triunfo que el valenciano tuvo en sus inicios).

Por último, ¿alguien ha echado de menos a Ponce durante el tiempo que ha dedicado al descanso?

Parece que no. Supóngase, no obstante, que el torero precipitó su retirada por razones personales, y ahora siente la llamada de ratificar su condición de primera figura y el legítimo deseo de jubilarse en olor de multitudes.

Si así es, que puede ser, que se anuncie en las Fallas, en la Feria de Abril después, cierre su admirable carrera con seis toros en San Isidro, y le tape la boca a todos los incrédulos, como este que escribe, que desconfían de sus intenciones.

Solo así pondrá un broche de oro a su larga y exitosa trayectoria como torero. Lo demás huele a naftalina, sabe a rancio, y, una vez más, será la demostración de que los taurinos -en este caso, Enrique Ponce- solo pretenden obtener rédito económico de su paso por esta profesión.

Bienvenido sea el torero. Pero, si vuelve, que tenga el honor de merecer tan distinguido apelativo.

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