Opinión

El sexo y la risa

'Instinto' es un delirio que cruza el thriller, el drama familiar y los manuales de psicología e hipnosis

Me intriga saber si los creadores de la nueva serie Instinto se han documentado o debemos solo a su imaginación esta ficción etiquetada como “thriller erótico”. ¿Existirá en algún fino puticlub ese neón que reza a todo trapo Sex is Art? Con su factura de anuncio de fragancia masculina, la serie explota el tirón físico de un Mario Casas pasadito de intensidad, tormento y pesas. ¿Por qué otra vez ese lugar común de asociar la pulcritud en la indumentaria con el sexo oscuro? Una vez más, la culpa sexual como síntoma de un trastorno obsesivo compulsivo con la hi...

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Me intriga saber si los creadores de la nueva serie Instinto se han documentado o debemos solo a su imaginación esta ficción etiquetada como “thriller erótico”. ¿Existirá en algún fino puticlub ese neón que reza a todo trapo Sex is Art? Con su factura de anuncio de fragancia masculina, la serie explota el tirón físico de un Mario Casas pasadito de intensidad, tormento y pesas. ¿Por qué otra vez ese lugar común de asociar la pulcritud en la indumentaria con el sexo oscuro? Una vez más, la culpa sexual como síntoma de un trastorno obsesivo compulsivo con la higiene y el orden.

Es probable que la serie encaje bien con esa visión edulcorada del porno que destilan muchos adolescentes en sus redes sociales. A cada generación le toca su propia iconografía erótica, y la sexualidad de muchos mileniales se ancla en un éxito global tan descafeinado como 50 sombras de Grey. Como tantas otras cosas, sexo de escaparate. No es, sin embargo, el único referente. Casas ha llegado a citar Shame, la película del británico Steve McQueen protagonizada por Michael Fassbender. Pero también andan por ahí ecos (el sempiterno cliché de antifaces y salones barrocos) de Eyes Wide Shut, de Stanley Kubrick, y cómo no, Nueve semanas y media, la película de Adrian Lyne que en los años ochenta protagonizaron Kim Basinger y Mickey Rourke y a cuyos polvos bien podríamos achacar estos lodos.

La serie es un delirio que cruza el thriller, el drama familiar y los manuales de psicología e hipnosis. Todo vendido con un lazo en forma de látigo sado. Algo en su descargo: los ingredientes provocan tanta vergüenza ajena que enganchan como según qué parafilias. Y, además, el sexo y la risa hacen buenas migas.

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