THE SCARLET LETTER

Angélica, la deseada

Liddell conquista de nuevo al público madrileño pese a su ataque frontal al feminismo

Representación de 'The Scarlett Letter'.Bruno Simao

Los estrenos de Angélica Liddell en España se han convertido en verdaderos acontecimientos metateatrales. El jueves, en los Teatros del Canal de Madrid, había un ambientazo solo comparable al que se vivió durante la performance de 24 horas de Jan Fabre, Monte Olimpo, el año pasado por estas fechas: bullicio en la cafetería, colas de espectadores excitados, merodeadores que se quedaron sin entrada en busca de un milagro… Esto puede ser normal en un concierto de Beyoncé, pero les aseguro que no es habitual en un teatro. Y no se debe solo a que Liddell se prodigue poco —solo ha ...

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Los estrenos de Angélica Liddell en España se han convertido en verdaderos acontecimientos metateatrales. El jueves, en los Teatros del Canal de Madrid, había un ambientazo solo comparable al que se vivió durante la performance de 24 horas de Jan Fabre, Monte Olimpo, el año pasado por estas fechas: bullicio en la cafetería, colas de espectadores excitados, merodeadores que se quedaron sin entrada en busca de un milagro… Esto puede ser normal en un concierto de Beyoncé, pero les aseguro que no es habitual en un teatro. Y no se debe solo a que Liddell se prodigue poco —solo ha actuado en el Canal y el Temporada Alta de Girona en los últimos cinco años—, sino también porque sus obras son como bofetadas: uno nunca se va indiferente a casa. De ahí que sus seguidores la esperen con gran expectación: ¿qué salvajada se le habrá ocurrido esta vez?

The Scarlet Letter, inspirada en la novela homónima de Nathaniel Hawthorne, no decepciona en ese sentido. Es un puñetazo al MeToo, movimiento que compara con el puritanismo que describe Hawthorne en su libro. Tras un arranque en el que se suceden escenas sin palabras, como retablos vivientes, Liddell vomita su primer monólogo y no escatima insultos contra las mujeres mayores de 40 años: rabiosas por la pérdida de la belleza, son pura amargura y maldad. La artista apela directamente al patio de butacas, que se agita y acalora pero no se ofende: no porque a la Liddell se le perdone todo, sino porque su discurso antifeminista no se erige como ideología: es simplemente su manifiesto artístico. La oscuridad, el pecado, la perversión y el sexo como motor de creación.

La obra se desarrolla con altibajos, con algún momento melodramático, pero hipnotiza por su estética y sobre todo, como siempre, por la poderosa presencia de su creadora.

The Scarlet Letter. Texto y dirección: Angélica Liddell Teatros del Canal. Madrid. Hasta el 16 de febrero.

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