PURO TEATRO

Un laberinto vertiginoso

Éxito en Madrid de 'El curioso incidente del perro a medianoche', dirigida por José Luis Arellano

Álex Villazán, en 'El curioso incidente del perro a medianoche'.

El dramaturgo Simon Stephens adaptó en 2012 la popularísima novela El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. Aquel verano se estrenó en el Cottesloe (hoy Dorfman), en producción del National londinense, y fue un nuevo éxito para Marianne Elliott, la directora de War Horse. En la siguiente primavera saltó al Apollo del West End, y luego al Gielgud. Dada la pequeñez del Cottesloe, la producción se hizo en clave íntima, con el público rodeando a los actores. En el Apollo, de mayo...

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El dramaturgo Simon Stephens adaptó en 2012 la popularísima novela El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. Aquel verano se estrenó en el Cottesloe (hoy Dorfman), en producción del National londinense, y fue un nuevo éxito para Marianne Elliott, la directora de War Horse. En la siguiente primavera saltó al Apollo del West End, y luego al Gielgud. Dada la pequeñez del Cottesloe, la producción se hizo en clave íntima, con el público rodeando a los actores. En el Apollo, de mayores dimensiones, ganó en espectacularidad y se llevó siete Olivier. En Broadway obtuvo cinco Tony y estuvo dos temporadas en cartel: 2014-2016. En Barcelona se montó por parejas fechas, y brilló en el Lliure (dos veces) y el Poliorama, en versión catalana de Cristina Genebat, un triunfo que consagró a Pol López en el rol protagonista, a las órdenes de Julio Manrique.

Dirigida por José Luis Arellano, El curioso incidente está ahora en el Marquina madrileño. La adaptación, traducida por José Luis Collado, sigue brillando y rebosa teatralidad: logra convertir un monólogo en una aventura casi dickensiana, llena de acciones y personajes. El espectáculo de Arellano (que en 2014 puso en escena Punk Rock, de Stephens, con la Joven Compañía) está muy cerca del montaje británico: un gran despliegue tecnológico que hay que aplaudir y que, como su hermano mayor, en ocasiones corre el peligro de tapar un poco a los personajes. Gerardo Vera, que firma la escenografía, ha querido crear “un espacio mental, un agujero negro, una ciudad de la que nunca divisamos los límites, un firmamento infinito”. Y el trabajo videográfico de Álvaro Luna, otro maestro, crea vértigos numéricos cada vez que Chris Boone sufre un ataque de nervios; constelaciones cuando alcanza la calma, y laberintos de velocidad creciente, con pantallas, rótulos y mapas, al perderse en la pesadilla urbana de la segunda parte. Un tercer maestro, Juanjo Llorens, apoya, recrea y subraya todo con sus luces. Única pega: creí advertir demasiada oscuridad en algunas escenas de conflicto.

Diré poco del protagonista y de su peripecia. Chris Boone es un adolescente (“15 años, 3 meses y 4 días”, precisa), entre el talento matemático y la pésima relación con la realidad. ¿Autista? ¿Síndrome de Asperger? No le pondría etiquetas. Cualquier cambio le trastorna. No comprende el engaño. Su único amigo se llama Toby y es un ratón. El viaje comienza cuando Wellington, el perro de la vecina, aparece muerto, y el crío decide averiguar la identidad del asesino. La gran baza de Álex Villazán, como Pol López en Barcelona y Luke Treadway en Londres, es rechazar la tentación de resultar encantador y correr el riesgo de mostrar también su lado oscuro. Chris es tan inteligente, tan ególatra y a la vez tan desvalido como Sheldon Cooper en The Big Bang Theory. Hay momentos en que lo adoras, y otros en los que lo enviarías a un internado muy lejano. El gran acierto del texto, de la interpretación y de la puesta es la manera en que te introducen en el cerebro (y el espíritu) del personaje. Admiré la madurez actoral de Villazán, y cómo logra combinar contención y una entrega extenuante. A Chris le salva su sinceridad y, sobre todo, su coraje, aunque mi corazón está con los padres, mucho más perdidos que su hijo. Marcial Álvarez (Ed) me recordó a un joven Juan Diego en su aspereza, su dificultad de amar; creo que aún le falta algo de emoción en el gran momento que cierra la primera parte. Mabel del Pozo (Juby, la madre) hace un notable trabajo, pero quien realmente me atrapó fue Lara Grube (Siobhan), la profesora de Chris, que al principio parece limitada a ser la “portavoz teatral” del muchacho, pero poco a poco va creciendo en entrega y sentimiento: es la persona más cercana al protagonista.

La segunda parte, la gran aventura, es un verdadero tour de force, muy bien coreografiado por Andoni Larrabeiti. Sobre partitura de Luis Delgado, con vestuario de Silvia de Marta y caracterización de Sara Álvarez, multiplican sus roles Anabel Maurín, Carmen Mayordomo, Boré Buika, Eugenio Villota, Alberto Frías y Eva Egido. Para mi gusto destacan Boré Buika (sobre todo en un rol que no puedo revelar) y Eugenio Villota, como el policía de estación que guía los pasos de Chris. Anabel Maurín da muy bien la seca furia de la señora Shears, pero creo que como directora escolar le han marcado un tono excesivo, poco natural. Sigo pensando que el texto tiene un pasaje en el que se ralentiza el interés: cosa lógica, porque sucede cuando el protagonista llega al fin de su viaje, que ha sido trepidante. Algún recorte no le vendría mal: en los tres montajes que he visto, viene a durar dos horas y media, con quince minutos de descanso. Sin embargo, su éxito está cantado. Y merecido.

El curioso incidente del perro a medianoche. Mark Haddon / Simon Stephens. Dirección de José Luis Arellano. Teatro Marquina. Madrid. Sin fecha de salida.

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