Opinión

El opio

Bayern de Múnich-Atlético de Madrid, el Norte contra el Sur, la eficacia contra la angustia y, al igual que las previsiones macroeconómicas del Gobierno, todo saltó por los aires

Jugadores del Atlético de Madrid celebran al victoria frente al Bayern de Múnich en las semifinales de la Champions League. Daniel Karmann (EFE)

"La religión es el opio del pueblo", sentenció en su día Karl Marx. Después fue el cine, la televisión y el fútbol, sobre todo el fútbol. Curiosamente el cristianismo y el balompié comparten el sufrimiento como uno de los componentes esenciales para acceder al paraíso. Hay otras religiones en las que algunos fanáticos añaden el kalashnikov y la autoinmolación para entrar en el edén pero esa es otra historia. Lo que resulta indiscutible es que el pasado martes fue, como diría Enrique Iglesias, la gran experiencia religiosa.

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"La religión es el opio del pueblo", sentenció en su día Karl Marx. Después fue el cine, la televisión y el fútbol, sobre todo el fútbol. Curiosamente el cristianismo y el balompié comparten el sufrimiento como uno de los componentes esenciales para acceder al paraíso. Hay otras religiones en las que algunos fanáticos añaden el kalashnikov y la autoinmolación para entrar en el edén pero esa es otra historia. Lo que resulta indiscutible es que el pasado martes fue, como diría Enrique Iglesias, la gran experiencia religiosa.

Bayern de Múnich-Atlético de Madrid, el Norte contra el Sur, la eficacia contra la angustia y, al igual que las previsiones macroeconómicas del Gobierno, todo saltó por los aires. El Sur eliminó al apabullante Norte en un escenario en el que el griterío y las protestas eran constantes. El Allianz Arena, media Alemania y media España se reconvirtieron durante dos largas horas en el gran fumadero de opio de Europa. Para Marx, un desastre. Para los colchoneros, la gloria y Jan Oblak, su profeta.

Y el cine, por supuesto, planeó sobre el partido en todo momento. Los dos penalties fallados recordaban al Gary Cooper de Solo ante el peligro, incluso en un alarde de pedantería se podría hablar de El miedo del portero ante el penalty, adaptación de Win Wenders de la novela de Peter Handke, sin olvidarnos de que en las parcelas destinadas a los entrenadores hubo momentos en los que todo indicaba se iba a rodar un remake de La taberna del irlandés con un argentino de sangre caliente y uno de los monjes de Zurbarán -Vicent dixit- de protagonistas.

Un intenso vía crucis que, pese a todo, permitía olvidarse de la actualidad de los telediarios en los que se anunciaba una nueva, tediosa e inevitable campaña electoral o que la mujer de un ministro en activo se había acogido a la amnistía fiscal aprobada por un Gobierno participado por su marido. Al final Los 300 se fueron a Neptuno.

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