OPINIÓN

En sus manos

En 'The Brink', el destino de la humanidad depende de tipos aficionados a las prostitutas y a las drogas. Esa crisis mundial a cargo de irresponsables no resulta tan inverosímil

Una escena de 'The Brink', serie creada por Kim Benabib y Roberto Benabib

En un mundo en el que está a punto de estallar la tercera guerra mundial, el destino de la humanidad depende de estos personajes: un secretario de Estado borrachín y aficionado a que las prostitutas lo asfixien hasta el borde del desmayo, un funcionario de EE UU en Islamabad porrero y cuyo mayor mérito fue encontrar dos gemelas rubias para el primero, y un piloto militar que no solo maneja un caza colocado con pastillas, sino que las distribuye a sus compañeros de portaviones. Hay más: un golpista chiflado al frente del arsenal atómico paquistaní o un embajador contemplativo ante el desastre p...

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En un mundo en el que está a punto de estallar la tercera guerra mundial, el destino de la humanidad depende de estos personajes: un secretario de Estado borrachín y aficionado a que las prostitutas lo asfixien hasta el borde del desmayo, un funcionario de EE UU en Islamabad porrero y cuyo mayor mérito fue encontrar dos gemelas rubias para el primero, y un piloto militar que no solo maneja un caza colocado con pastillas, sino que las distribuye a sus compañeros de portaviones. Hay más: un golpista chiflado al frente del arsenal atómico paquistaní o un embajador contemplativo ante el desastre porque cree que se están cumpliendo profecías bíblicas.

Es lo que cuenta The Brink (en Canal+ Series), divertida parodia de una crisis global que tampoco parece tan disparatada. No habría desentonado ahí algún personaje real: aquel presidente que manchó el vestido de su becaria, el siguiente presidente que afirmaba que Dios le dijo que invadiera Irak, los dos primeros ministros pillados en una fiesta con jovencitas que llamaban bunga-bunga o ese director del FMI que tapó con su dinero el caso del asalto sexual a una camarera de hotel.

Si los poderosos tienen secretos así de oscuros, al menos quisiéramos pensar que saben lo que hacen. Como el cirujano de principios del siglo XX de The Knick, un pionero de la medicina moderna que opera puesto de coca y pasa la noche en burdeles. En El lobo de Wall Street ya nos contaron el abuso de esa sustancia y del sexo de pago por quienes mueven los mercados financieros. Ojalá les haga el mismo efecto que al piloto de la película El vuelo, que, en pleno subidón del polvo blanco, realiza una maniobra genial que evita una catástrofe y, aunque va a juicio, sabe que sobrio no lo habría logrado.

¿En qué manos estamos? Lo bueno de The Brink es que te ríes a carcajadas. Lo malo es que no resulta tan inverosímil.

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