Columna

Otro bucle

Agentes de policía en París. OLIVIER HOSLET (EFE)

Seguidas por France 24 o el canal de 24 horas de TVE, la caza de los asesinos de los humoristas de Charlie Hebdo y el aliado que se atrincheró en un supermercado kosher, parecía una película de sobremesa sostenida en dos planos fijos. La imagen mostraba la acumulación policial en un lugar urbano y el aislado polígono industrial. La tensión cinematográfica superaba a los comentarios periodísticos, que apuntaban hacia detalles que se repetían para hacer más corta la espera hasta que la policía francesa irrumpiera en ambos espacios. El cine habría corrido hacia los primeros planos y las ...

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Seguidas por France 24 o el canal de 24 horas de TVE, la caza de los asesinos de los humoristas de Charlie Hebdo y el aliado que se atrincheró en un supermercado kosher, parecía una película de sobremesa sostenida en dos planos fijos. La imagen mostraba la acumulación policial en un lugar urbano y el aislado polígono industrial. La tensión cinematográfica superaba a los comentarios periodísticos, que apuntaban hacia detalles que se repetían para hacer más corta la espera hasta que la policía francesa irrumpiera en ambos espacios. El cine habría corrido hacia los primeros planos y las acciones paralelas, hacia la psicología, pero la realidad limitaba el punto de vista y sometía al espectador a la distancia. Resultaba una buena lección para futuros cineastas.

De todo el tratamiento informativo dado al espantoso crimen de los viñetistas franceses, destaca de nuevo una duda eterna. ¿Es necesario emitir en bucle el asesinato de un policía que es rematado en el suelo por los asaltantes cuando ya está mal herido? La imagen tomada desde una ventana se convirtió en la ilustración preferida para hablar del caso. Era una acción que aparentaba ser imprescindible para ratificar las explicaciones de expertos invitados que por la forma de llevar el Kaláshnikov o disparar y cubrirse concluían que nos encontrábamos ante dos jóvenes formados en campamentos de entrenamiento. Suerte que no contaban con filmaciones de lo que sucedió en el interior de la redacción, podrían haber sufrido el mismo abuso.

El temblor de quien grababa las imágenes, las voces atenuadas por la distancia y finalmente la muerte del policía cumplían con todos los elementos de un plato espectacular. Las películas violentas que no conceden importancia a la violencia misma transforman en una verbena el disparo, el desangrarse, la muerte. Los noticiarios tenían que emitir la imagen, nadie lo duda, pero no convertirla una vez más en un bucle de fondo. Ordeñar de manera grosera una secuencia la debilita, ya no afecta ni produce dolor o empatía, miedo ni agitación. Es deglutida, digerida y defecada del reino de nuestros sentimientos para ser solo una imagen más que no habla de personas, que no habla de ese agente llamado Ahmed, y por tanto es sedante, vacua y superada. A la espera de la siguiente.

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