Opinión

Exiliados

Esos programas en los que todos son tan felices que hay que atarse las manos para no hacer la maleta y correr a enamorarse de un extranjero para vivir en esas fabulosas casas

Una imagen del programa 'Españoles en el mundo' dedicado a Belfast.

En la parrilla televisiva hay programas para todos los gustos: bueno, malo y regular; hay programas que enseñan a cocinar, a convertir una caja de fruta en una original mesita de noche e incluso a Saber vivir. Hay programas de gente que se grita, de gente que llora y de gente que estaría mejor en su casa. Y luego están los programas amables, los que solo muestran lo bonito y lo mejor, como Españoles en el mundo en todas sus variantes: m...

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En la parrilla televisiva hay programas para todos los gustos: bueno, malo y regular; hay programas que enseñan a cocinar, a convertir una caja de fruta en una original mesita de noche e incluso a Saber vivir. Hay programas de gente que se grita, de gente que llora y de gente que estaría mejor en su casa. Y luego están los programas amables, los que solo muestran lo bonito y lo mejor, como Españoles en el mundo en todas sus variantes: madrileños, gallegos, extremeños...

Esos programas en los que todos son tan felices que hay que atarse las manos para no hacer la maleta y correr a enamorarse de un extranjero para vivir en esas fabulosas casas llenas de metros cuadrados y ver a esos irresistibles críos bilingües que cuando su padre les pregunta en español si quieren coco en la Guayana francesa, responden: “¡Oui, papá!”.

Esos programas en los que los españoles hacen lo que no hacían en España: ser amigo de los vecinos, ir a todas partes en bici, sonreír porque sí. Programas en los que se aprenden cosas —como cuánto duran las bajas de maternidad o cuánto cuesta el pan pasados los Pirineos—, pero que son, sobre todo, minipelículas de amor que presentan, por ejemplo, a una andaluza que se fue a Senegal y explica, mientras se abre el plano para mostrar a su impresionante pareja, que fue Modibo quien le hizo cambiar Córdoba por Dakar.

¿Es esa la realidad de la mayoría? ¿Han sido tan afortunados los que han dejado España en los últimos años? ¿Se van tantos por amor? El año pasado 79.306 españoles se fueron a vivir a otro país, un 38,5% más que en 2012. La cifra ha ido engordando a medida que arreciaba la crisis: en 2008 fueron 33.505, y desde entonces hasta final de 2013 han emigrado más de 300.000, la mayor parte, a Reino Unido, Francia y Alemania. La mayoría de los que se van tienen entre 20 y 49 años y la tasa de paro en esos países de destino es del 6,4%, el 10,2% y el 5,1%, respectivamente. La de España: el 24,5%.

Otros programas, los informativos, suelen ponerles cara: jóvenes y no tan jóvenes que se llaman a sí mismos “exiliados” o “expatriados”; que viven en una pensión o piso compartido y que en muchos casos han tenido que dejar aparcado el amor, la familia y sus proyectos de vida mientras experimentan eso que la ministra de Empleo, Fátima Báñez, llama “movilidad exterior”.

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