Celebremos el auge del ‘podcast’, pero con prudencia

La oferta de audio es apabullante, aunque aún se necesitan modelos sostenibles de negocio

Una persona escucha un podcast de EL PAÍS en la calle, en Madrid.Jaime Villanueva

Hace unos días recibí uno de esos newsletters sobre podcasting que están tan en boga. El titular era: “Solo hay una pregunta que necesitas responder antes de empezar un podcast”. Por supuesto, piqué. Leí rápidamente los primeros párrafos hasta llegar a la reveladora pregunta: “¿Qué puedes crear tú que nadie más puede crear?”. La pregunta es un poco obvia. Por supuesto que todos queremos ofrecer algo único y original, y si es posible que nadie más pueda ofrecer. Pero la clave de esa pregunta no es la pregunta en sí, sino más bien las preguntas que se presentan inmediatament...

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Hace unos días recibí uno de esos newsletters sobre podcasting que están tan en boga. El titular era: “Solo hay una pregunta que necesitas responder antes de empezar un podcast”. Por supuesto, piqué. Leí rápidamente los primeros párrafos hasta llegar a la reveladora pregunta: “¿Qué puedes crear tú que nadie más puede crear?”. La pregunta es un poco obvia. Por supuesto que todos queremos ofrecer algo único y original, y si es posible que nadie más pueda ofrecer. Pero la clave de esa pregunta no es la pregunta en sí, sino más bien las preguntas que se presentan inmediatamente después. La primera es, ¿y qué pasa si no tengo nada singular que ofrecer? ¿Vale replicar formatos con éxito demostrado? Sí que vale, y no tiene nada de malo. Las principales cabeceras de España tardaron un tiempo en seguir la estela de The Daily –quizás demasiado tiempo, argumentaría yo. Pero una vez que se ha abierto la puerta, tenemos una proliferación de podcasts diarios que están atrayendo audiencias decididamente. Realmente, no hacía falta reinventar la rueda; simplemente aprovechar el tremendo capital periodístico de estos diarios y poner recursos donde se necesitan.

Es difícil hablar de los podcast informativos sin hablar de la radio. De hecho, se podría argumentar que, hoy por hoy, no se pueden separar. Pero eso cambiará con el tiempo. El devenir de la radio, tanto en España como en Estados Unidos –mercado que conozco mejor– es un misterio. La pregunta se la hacen los directivos de medios de un país y el otro: ¿cuál es el futuro de la radio? Y me refiero a la de Frecuencia Modulada, la F.M. de toda la vida. La radio que enciendes mientras desayunas, o mientras haces cosas por la casa a la tarde, o mientras preparas la cena. Mi pronóstico, un tanto audaz, es que tarde o temprano la radio, tal y como la conocemos, acabará desapareciendo con los años. Me duele decirlo porque yo soy un arduo defensor. La escucho a todas horas, y la escucho además en directo. Pero las audiencias ya no suben, y las nuevas generaciones consumen medios de otra manera.

¿Qué nos quedará entonces en el mundo del audio? La respuesta obvia es: los podcast. Y los podcast seguirán ganando territorio con propuestas que no tienen por qué ser únicas ni novedosas, simplemente de calidad. La pregunta que me hago yo, y probablemente cualquiera que observe el devenir del mundo del audio, es si hay suficiente audiencia para tanto podcast.

Había un tiempo en el que, en Estados Unidos, un episodio de This American Life era noticia. Pero este es un mundo nuevo. La oferta de audio es apabullante. Ya no solo en el ámbito del audio informativo, sino en el de la ficción sonora o la narrativa y el documental. Yo mismo he visto como Limbo, un documental de audio muy personal que explora temas de migración, el sentido de pertenencia y la salud mental (y del que estoy tremendamente orgulloso), ha tenido su muy breve momento de atención en las redes sociales, para ser desplazado por la siguiente oferta. No estoy diciendo que esto sea algo negativo. La explosión de creatividad e ideas que estamos presenciando en el mundo del audio es una buena noticia para todos los que amamos este medio. Pero creo que una cierta dosis de escepticismo es necesaria. Especialmente, si eres una joven universitaria o universitario leyendo esta columna, quiero transmitirte que sí, efectivamente esta es una edad de oro del audio, pero probablemente habrá una corrección y llegaremos a un punto medio de estabilidad que nos proporcione los modelos del futuro.

Modelos de formatos y modelos de negocio, porque a todos estos profesionales que se dejan la piel para traernos la información de audio, tanto en la radio como en el podcast, hay que pagarles, y espero que pagarles decentemente. El hecho de que haya modelos de suscripción que se están consolidando es una de las mejores noticias que podemos recibir. Personalmente, tengo la fortuna de trabajar para una institución, la NPR, que recibe el apoyo directo de sus oyentes a través de su red de emisoras de los Estados Unidos. Tanto el modelo de suscripción, como el modelo de socios o donaciones puntuales, se están normalizando en España, y representa la mejor manera de asegurar la libertad e independencia, y de conectar a la audiencia con sus medios de comunicación. Sí, el periodismo de calidad hay que pagarlo, porque a los que estamos pagando es a sus trabajadores.

El día que me comunicaron el tremendo honor de recibir un Premio Ondas, tuve que volver a lo mío inmediatamente. Entre las felicitaciones que recibía por WhatsApp respondí a unos amigos: “Aquí estoy, haciendo una mezcla de una pieza de cuatro minutos de noticias para bajarme los humos”. Yo, como tantos otros profesionales de la radio y el audio, tenemos que hacer un poco de todo, y a veces sin los recursos que necesitamos, y compensando la falta de recursos con nuestra vocación y esfuerzo.

Así que mientras asistimos a la celebración del auge del podcast, quiero recordar que en el periodismo nunca nada ha sido fácil. Hay pocas minas de oro. Los podcast no se hacen solos, y su crecimiento tiene que ir seguido de modelos sostenibles. Y no hay mejor modelo que el periodismo apoyado directamente por las audiencias.


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