Ir al contenido

¿Nuevo clivaje? ¡Nueva política!

Estamos en una nueva política, donde el entorno cambia, los polos son líquidos y el votante desafía a su representante, que se alimenta a su vez de estas dinámicas, nuevas demandas, nuevos códigos y lenguajes

La frase “las elecciones no se ganan, se explican” es, seguramente, la sentencia más usada en Chile la semana que recién termina. El inesperado resultado de las presidenciales y parlamentarias del pasado domingo 16 obligó a analistas, partidos y candidatos a —a lo menos— replantear su manera de mirar o —esperemos— tratar de entender el contexto y audiencias que los (nos) rodean.

Si bien las encuestas pudieron adelantar el escenario de la segunda vuelta presidencial, las estimaciones del tercer lugar y sucesivos —entregadas antes de la veda de publicación de proyecciones electorales que rige en el país— distaron mucho de lo reflejado en las urnas la noche del domingo. Pero también se erró en las proyecciones parlamentarias, dejando muy atrás el escenario de 3-3 (es decir, que la derecha ganara en las presidenciales y en ambas cámaras del Congreso), para terminar en un espacio más moderado para las coaliciones tradicionales.

Pero, no nos equivoquemos, esta distribución más “equivalente” entre la centroderecha y centroizquierda en el Congreso sólo estuvo determinada por el inesperado éxito de la coalición liderada por el Partido Republicano (extrema derecha) de José Antonio Kast, que terminó con 7 senadores (de los 23 puestos electos) y 42 diputados (de los 155 escaños renovados), y del Partido de la Gente (PDG, centroderecha a derecha populista) de Franco Parisi, que se anotó 14 diputados.

Explicar el fenómeno de Republicanos y Libertarios podría ser más sencillo, al lograr también una votación (sumada) de 38% en las presidenciales; ahí no están las dudas. Que el Partido de la Gente, fundado hace sólo seis años, haya sido capaz de dar el sorpasso en esta elección es un fenómeno que requiere más cuidado.

Lo primero, con el riesgo natural de ser majadero, es el voto obligatorio. En estas elecciones votaron 6 millones más de electores sólo por este efecto, llegando a un récord de participación en este tipo de procesos en Chile.

¿Por qué cobra aún más importancia este votante? Según estimaciones del economista y analista Cristóbal Huneeus de Unholster (empresa especializada en inteligencia artificial y data science), el 37% de estos votantes “obligados” optó por la alternativa Parisi, lo que justificaría que el candidato haya casi triplicado su votación (2,5 millones de votos) respecto de 2021, mientras que José Antonio Kast, en este esquema, subió cerca de un millón de votos (3,1 millones en 2025, versus 1,9 millones en 2021).

En economía política, estos electores podrían ser considerados “veto players”, aquellos individuos con baja representación, pero con alto poder relativo. Me explico: pese a que podríamos considerar baja la representación del PDG en el Congreso, los 14 diputados obtenidos le darían a cualquier coalición la mayoría para impulsar proyectos de ley o bloquear otros. Entonces, esos 14 votos parlamentarios, en escenarios de fragmentación, pasan a “valer” más que los de las propias coaliciones.

Si lo vemos con los votos obtenidos por Parisi, se produce el mismo fenómeno: pese a lograr 4 puntos menos del candidato que lo supera, ese 19,7% tiene un peso, de cara a la segunda vuelta, aún más atractivo, “sobre preciado”: es decir, tanto Jeannette Jara (Partido Comunista) como Kast “pagarán” más por cada votante de Parisi, que les pavimenta un triunfo en segunda vuelta.

Y es ahí, justamente, donde el análisis de Jara y Kast puede estar confundido. No olvidemos nunca que el votante de Parisi es definido como apolítico, siendo incluso así reconocido por el propio candidato: “ni facho ni comunacho”, como no se cansaba de decir en mítines y debates. El votante Parisi responde, sobre todo, a tentaciones populistas clásicas como son la diferenciación del otro con ejercicios como “pueblo puro, elite corrupta”; lenguaje directo y representativo, como plantear soluciones fáciles a problemas complejos, como el fin del IVA a los remedios, sin considerar que debiese eliminar todo el IVA a la cadena productiva, lo que se parece más a control de precios; y el discurso social y de masas, apelando a las virtudes del pueblo, cualquieras sean estas, como su propuesta de tuning de autos en La Moneda al estilo de la saga “Rápido y furioso”, películas que —valga decir— por años han liderado la taquilla de cine en el país.

Claro, pueden sonar ideas descabellada, pero con trasfondos profundamente políticos y electorales. De contenido, poco; pero de atractivo, mucho.

Durante años se habló de un “nuevo clivaje en la política”, concepto de por sí complejo de entender si sólo nos remitimos a “polos” dentro de un espectro político conocido. Creo más bien que, de manera simple, estamos en una nueva política, donde el entorno cambia, los polos son líquidos y el votante desafía a su representante, que se alimenta a su vez de estas dinámicas, nuevas demandas, nuevos códigos y lenguajes.

Bienvenidos a la nueva política, al nuevo populismo.

Más información

Archivado En