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Los mundos tras la novela negra chilena de Ramón Díaz Eterovic: “Durante muchos años fui un escritor vampiro”

El Premio Nacional de Literatura 2025 fue por casi tres décadas un funcionario público que se amanecía contando historias. Durante la dictadura de Pinochet nació su personaje ‘el detective Heredia’, un apellido que sacó de la guía telefónica

Hay algunas características indisolubles entre el escritor chileno Ramón Díaz Eterovic (Punta Arenas, 69 años), galardonado el pasado lunes 22 con el Premio Nacional de Literatura 2025 y el detective Heredia, su emblemático personaje, protagonista de una veintena de sus libros. En las vidas de ambos hay un gato; son aficionados a la lectura; deambulan por el centro de Santiago; tienen un ojo entrenado para encontrar boliches —similares a La Piojera—, además de un oído atento y humor negro, el mismo color de sus novelas. Incluso, en un tiempo vivieron relativamente cerca: Heredia “entre Bandera y Puente”, especifica su creador, en el barrio Mapocho, y Díaz Eterovic, en los años ochenta, recién casado con la escritora Sonia González, a un costado del cuartel central de la Policía de Investigaciones (PDI), ubicado en General Mackenna. Pero también hay al menos dos diferencias: una, es que el autor dejó de fumar hace siete años. Otra, la cuenta él mismo, sonriendo: “Si yo bebiera como lo hace Heredia, estaría muerto”.

Dice Díaz Eterovic sobre su detective privado: “Yo le compartí algunas cosas, pero en la séptima u octava novela inventé un personaje, el Escriba. Ese sí soy yo: es un escritor que se dedica a perseguir a Heredia para que le cuente sus pesquisas. Fue como una manera de separar aguas", dice a EL PAÍS en la casona de la editorial LOM, situada en la antigua calle Concha y Toro en el centro de Santiago, que publica sus libros.

Creció en Punta Arenas, en el extremo sur de Chile. Su madre era dueña de casa y su padre trabajaba en la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP). Era un niño tímido y ansioso por aprender a leer, que le pedía a una de sus dos hermanas mayores que le leyera las pocas revistas de historietas de origen argentino que había en su casa: D’artagnan, El Tony e Intervalo.

A los 17 años viajó a Santiago para estudiar en la Universidad de Chile. Era 1974, a un año del golpe de Estado. Entró a Ciencias Políticas y Administrativas, pero la dictadura, cuenta, “le limpió todos los contenidos ideológicos. Yo tenía cursos de política económica y filosofía política donde no se veía Marx”. Al final, la carrera se transformó en Administración Pública, que ejerció por 27 años como funcionario público, principalmente en el Instituto de Previsión Social (IPS).

A Heredia, en La Ciudad está triste, su primera novela escrita en 1985 y publicada en 1987, le dio una oficina que en su puerta tiene un cartel en acrílico que dice Investigaciones legales. Cuenta el detective: “Me gusta lo que hago y creo que no son muchos los tipos que pueden decir lo mismo. Si no fuera así, habría (...) regalado la pistola calibre cuarenta y cinco, y desde hace unos años vegetaría en un empleo público, esperando los fines de semana para salir a pasear en un auto pagado con interminables cuotas mensuales. Sí, me gusta lo que hago, y más aún, es grato sentir la libertad que poseo, sin que nadie me dé órdenes o a quien poner caras simpáticas por las mañanas”.

La Ciudad está triste es un título que refleja el oscuro Chile de Augusto Pinochet (1973-1990). Heredia investiga la desaparición de una estudiante universitaria, la búsqueda de verdad de sus familiares y la esquiva justicia. En 1993, Díaz Eterovic volvió sobre la dictadura con Nadie sabe más que los muertos, cuando el detective emprende la búsqueda, encargada por los abuelos, de un niño que estuvo en un centro de detención y cuya madre estaba desaparecida. En su tiempo, el libro llegó al corazón de Sola Sierra, la incansable presidenta Agrupación de Familiares Detenidos Desaparecidos de Chile (AFDD), fallecida en 1999.

Se inició como poeta y en la universidad fundó revistas culturales, hechas con esténcil y máquina de escribir, como fue La gota pura. Antecedieron a sus libros del detective —saga con la que Televisión Nacional exhibió la serie Heredia y asociados en 2005— dos libros de cuentos, Cualquier día y Atrás sin golpe. Cuando escribió La Ciudad está triste nadie quería publicarla, hasta que una editorial de un amigo, pequeña, lo hizo en 1987. “Algunos me decían: no, la novela policial no vende, no interesa. Por eso digo que Heredia nace de una doble marginalidad: por un lado, porque era un género literario que era menospreciado. Y por otro, porque tocaba temas contingentes, como la dictadura y los atropellos a los derechos humanos, que tampoco era bien vistos en ese tiempo”.

Bautizó a su detective buscando al azar en la antigua guía telefónica de Santiago: “Solo había 32 apellidos Heredia”, recuerda. Y si su gato se llamaba Balzac, el de su personaje es Simenon. Prolífico, Díaz Eterovic de día trabajaba como funcionario público y al llegar a su casa comenzaba con su otra vida: “Durante muchos años, unos 20, fui un escritor nocturno, un vampiro. A veces me entusiasmaba, me daban las seis de la mañana, me duchaba y luego me iba a trabajar”.

Heredia, con el tiempo, ha investigado distintos casos a través de novelas que Díaz Eterovic dice que funcionan como una “cronología social de Chile”. Además de homicidios y desapariciones, también ha ido detrás corrupción pública, delitos contra ancianos en asilos, narcotráfico, contaminación ambiental. “Trato de ir hablando de temas que tienen que ver con la deficiencia, las desigualdades y la criminalidad que permea a la sociedad chilena. También, de dejar constancia de la memoria urbana, porque algunos lugares van desapareciendo y es interesante dejar alguna huella. Por ejemplo, decir que en tal calle estaba el Hércules, un restaurante donde iba Neruda. O que lado del excine Continental vivió Rubén Darío. O que frente a la oficina de Heredia estaba el hotel Bristol, donde vivió Pablo de Rokha. Cositas así”.

La nueva criminalidad en Chile también implica nuevos desafíos y Heredia ya va por nuevos casos: “Al menos, hay narcotráfico y sicarios”, adelanta el escritor.

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