Eugenio Tironi y el caso de Manuel Monsalve: “Nadie puede negar que Boric es valiente, pero excesivamente impetuoso”

El sociólogo y ensayista chileno analiza una de las semanas más críticas para la Administración de izquierdas, marcada por la denuncia por violación en contra del ahora renunciado subsecretario de Interior y el papel del mandatario para contener la crisis

Eugenio Tironi, en su hogar en Santiago, Chile, el 15 de Octubre de 2024.SOFIA YANJARI

Chile ha vivido esta semana una crisis inédita con la renuncia, el jueves, del subsecretario del Interior del Gobierno de Gabriel Boric, Manuel Monsalve, denunciado por violación por una asesora de su cartera ministerial, además de la destitución de dos jueces de la Corte Suprema, entre ellos el magistrado Sergio Muñoz, casos que el mandatario de izquierdas ha abordado profusamente en las últimas 36 horas. Todo ha ocurrido en la antesala del quinto aniversario del estallido social del 18 de octubre de 2019 y en la cuenta regresiva a las elecciones municipales que se celebrarán el próximo fin de semana. El sociólogo, ensayista y consultor Eugenio Tironi (72 años, Santiago), quien acaba de publicar el libro Ajuste de cuentas, Salvador Allende y las renovaciones de las izquierdas (Tauros), reflexiona sobre el impacto de los golpes a la institucionalidad.

Pregunta. ¿Cuánto golpea al Gobierno de Boric, que se define feminista, la caída de ‘su zar’ de seguridad, Manuel Monsalve, a una semana de las elecciones municipales?

Respuesta. Este caso demuestra lo peligrosos que son los zares, en cualquier dominio. La ventaja de los zares es que no eran escrutados, pero hoy, en un régimen democrático, sí lo son. Está claro que es grave. La cuestión está en que esto sea: uno, descubierto; dos, investigado como corresponde; tres, hacerlo con humanidad y transparencia. Todas las organizaciones estamos sujetas por razones legales a una serie de protocolos, con más razón las tiene que cumplir el Gobierno. No creo que afecte en las elecciones municipales porque son muy locales, muy centradas en las personas.

P. ¿Qué le pareció la conferencia de prensa, de 53 minutos, que ofreció el presidente Boric el viernes sobre el caso Monsalve?

R. Completamente desafortunada, fuera de lugar. Él se autoexpone a una situación sumamente difícil porque es un caso muy escabroso, donde está en juego una potencial obstrucción a la justicia. Este es el momento para decir que la Fiscalía y las policías funcionen con total independencia, como el propio Monsalve lo había planeado.

P. ¿Cuánto cree que afecta a la figura presencial el que haga de portavoz del caso?

R. Entiendo que esté personalmente muy afectado porque está en juego una dimensión muy central de su identidad, de la cultura que representa.

P. ¿A qué se refiere?

R. Al tema del abuso. Al abuso de poder, al abuso sexual y al tema de la falta de transparencia, de la manipulación de pruebas y de información. Uno entiende que el primer impulso es de incredulidad, de indignación, y el deseo de poner todo en la balanza para librarse de esta sospecha. Pero, sobre todo en estos tiempos, las cosas no funcionan así. No bastan las intenciones y las declaraciones. Se requiere tener certeza en los hechos, en las secuencias, y todo eso parece que no está claro, por ahora, en este caso.

P. ¿Por qué cree que el presidente dejó en el cargo durante dos días a Monsalve después de que supo de la denuncia y de que el exsubsecretario pidió las grabaciones del restaurante donde se encontró con la denunciante?

R. No lo comprendo. Entiendo que se venía el 18 de octubre, y que había que preparar la transición; son muchos factores de ese tipo. Pero estas consideraciones no son válidas para este tipo de hechos. Hay un protocolo que tienen todas las organizaciones, de que si existe una denuncia, tiene que ser inmediatamente suspendido de ciertas funciones. Pero si además estaba la cinta, con más razón.

Eugenio Tironi en su casa en Santiago.SOFIA YANJARI

P. ¿Cómo califica la conducta del presidente en la gestión de esta crisis?

R. Nadie puede negar que el hombre es valiente, que pone el pecho a las balas, que no se esconde, pero por otra parte es excesivamente impetuoso ante una situación cuyos contornos aún están claros, con aspectos bastante escabrosos. Exponerse como presidente de la República como vocero en una materia que está tan pantanosa es, derechamente, un error.

P. ¿Qué costo puede tener ese error?

R. Va a tener un costo. Esto es como un indulto dos [la decisión presidencial de indultar a 12 condenados por delitos del estallido social]. También él salió y puso el pecho frente a las críticas, a las dudas… es un poco su forma de ser. Nadie lo va a inventar de nuevo. El expresidente Sebastián Piñera hacía cosas parecidas en un montón de casos. O Ricardo Lagos. Los caracteres propios de los humanos nos aparecen por encima del uniforme, de los roles.

P. Es una crisis del tamaño de los indultos, dice.

R. Es una cuestión todavía no terminaba de desplegarse, no sabemos. Las dos cuestiones más graves son que hubiese habido un encubrimiento de un abuso sexual, y que hubiese habido un encubrimiento de un abuso de poder destinado a ocultar un delito. Todavía no tenemos suficientes elementos de juicio para, al menos yo, tener una opinión definitiva.

P. El miércoles, cuando el Senado destituyó al juez Muñoz, dijo que pocas veces se avergüenza de ser chileno y que ese día era uno de ellos. ¿Qué le dio vergüenza?

R. Me dio vergüenza que el Parlamento pasara por encima de las pruebas factuales y fuera injusto con una persona a la cual condenan, con el exclusivo fin de dar un mensaje político y equiparar su situación con la de la ministra Ángela Vivanco, que está envuelta en un evidente caso de corrupción. Si faltaba alguna prueba de que estamos ante una erosión grave de nuestras instituciones, grave, esa fue una prueba palmaria.

P. En su libro dice que, al margen de las causas que provocaron el estallido, el Frente Amplio y el Partido Comunista capturó la crítica de que se debía a los 30 años anteriores y quedó esa idea. ¿Fue una interpretación errónea?

R. Fue una interpretación simple de lo que estaba pasando. Lo que hubo fue, como dirían los psicólogos, la actuación de un sentimiento de ahogo, de ansiedad, provocado por un sistema que deposita en la persona enteramente la administración de sus vidas y de sus precariedades; que le exige mucho de ella misma en esa gestión, y que de pronto esa gestión se volvió imposible cuando no hay crecimiento económico. Esa asfixia, en este caso, estalló. A su vez, gatillado por un Gobierno y una elite desconectadas, que miraban a Chile un poco desde el helicóptero, a partir de estudios de opinión o de un cuadro Excel, pero que carecía de sensibilidad respecto a este fenómeno. Creían que Chile era un oasis a la luz de esa visión. Las frases respecto al bingo, a las flores, a levantarse temprano, desataron un sentimiento de estar gobernados por una elite que no nos considera, que nos trata como un niño. Ese fue un factor muy importante. Bajo las mismas circunstancias, con una Bachelet esto no ocurre, por ejemplo.

P. ¿Cree que en cualquier otro Gobierno de la izquierda no se habría producido un estallido?

R. Sí, en cualquier otro Gobierno de la izquierda. Acabo de leer una intervención de Gonzalo Blumel [entonces ministro Secretario General de la Presidencia de Piñera] y Cristián Larroulet [entonces jefe de los asesores de Piñera] sobre el estallido y es súper interesante ver cómo se dan vuelta, particularmente Larroulet, sobre que no tuvieron la información y la falla del sistema de inteligencia. O sea, este es un problema de no haber tenido datos para meter en el Excel. ‘Si los hubiéramos tenido, lo habríamos anticipado’. Pero gobernar no es meter datos en un sistema. Es tener redes, es no vivir en una burbuja en una sociedad democrática y compleja como la nuestra. Creo que los Gobiernos de la Concertación, con todos sus problemas y mediocridades, con todo su mal manejo del Excel, tenían eso.

P. ¿Cuáles eran las demandas? No había carteles pidiendo una nueva Constitución.

R. Había una corriente intelectual poderosa que venía haciendo el camino para afirmar que la Constitución era la madre de todas las batallas. Y esa visión se impuso. No era una tan desencaminada porque permitía la convergencia entre demandas económicas, sociales, de una gobernanza más horizontal, con más participación de las regiones, incorporar las demandas relacionada con la equidad de género, la naturaleza, el mundo indígena. Era lo más maximalista. Pero es muy difícil hacer la jerarquización de cuáles eran las demandas, y decir ‘esta era más importante que esta otra’. La demanda fundamental era tener una vida más segura, más equitativa y con menos sensación de abuso.

P. ¿Entonces cómo se aterrizan las demandas que el oficialismo dice que no hay que meter bajo la alfombra?

R. Hoy está de moda decir que el octubrismo envejeció mal, pero yo auguro que va a envejecer aún peor la teoría de que fue una revuelta delictual. Lo que están mostrando las encuestas Cadem y Criteria es que una clara mayoría estima que las causas del estallido fueron justas, que incluso que valió la pena, particularmente en los grupos de menor ingreso y en los jóvenes. El recuerdo del estallido es distinto en los grupos medio y alto, que se han refocilado en la criminalización y una visión catastrófica, cuando los grupos medios para abajo que fueron las principales víctimas. Había una sensación de que yo tengo que hacerme cargo de la ausencia de una red de protección social más densa. Todo eso es inseguridad: el que la vejez sea fuente de miseria, el que la enfermedad sea fuente de catástrofe económica, el que el empleo esté sometido a imponderables y que en cualquier momento se termine. A esto le hemos sumado el desborde de la inseguridad delictiva. Cuál es la gran demanda: seguridad, y esa exige más Estado y más solidaridad.

P. ¿Qué se está gestando en este contexto de diversas inseguridades?

R. Por ahora no vamos a tener estallido porque estamos muy cerca del anterior y el resultado fue muy frustrante. Pero que se está acumulando energía para uno nuevo que puede ocurrir, no sé, en tres años más. Cuando la depresión se vuelva actuar bajo la forma del estallido y del fuego y de la destrucción. La clase política compró un seguro en el proceso constituyente que se le agota. Consiguió la paz, en parte por el proceso constituyente y en parte por la pandemia. Consiguió que no discutamos una nueva Constitución en los próximos 10 años, pero no consiguió una nueva Constitución. El tiempo que le resta es corto. El seguro ya se le agota antes de que pueda volver el estallido.

Eugenio Tironi en Santiago.SOFIA YANJARI

P. ¿Cuánto afecta todo lo ocurrido esta semana a ese seguro?

R. Si quedaba un 30% de crédito, nos hemos comido como el 20%. Estos días realmente han sido una farra de crédito para la clase política y las instituciones. Hay que tener cuidado. Otra escena, otra frase desafortunada de un ministro, otra actuación que se vea abusiva y se puede desatar una nueva tormenta.

P. ¿Ha sido irresponsable la clase política por no haber generado pactos en algunas reformas sociales?

R. Sí, la clase de dirigentes en general, la política, el mundo intelectual, empresarial, la academia. Hemos sido deficitarios. Hay cuestiones que han salido que no son pequeñas, como la agenda de seguridad, lo que se ha conseguido en lo tributario, hay rumores de que algo se podría conseguir en pensiones post elecciones... Se han desactivado bombas, por lo menos, que es muy importante para los gobiernos, como fue lo de las isapres. Pero estoy de acuerdo en que si uno ve los últimos 10 años hemos sido flojos, displicentes en hacer las reformas que requeríamos para mantener una dinámica de crecimiento aceptable, que es una condición muy fundamental para dotar de seguridad y porvenir a la vida de las personas, y de este modo que no sean corroídas por la angustia y la ansiedad. Tenemos un déficit claro de la clase política, que se ha visto en forma palpable en esta Administración con la dificultad que ha habido para llegar a un acuerdo.

P. ¿Cómo se explica que el mundo político, empresarial e intelectual esté siendo deficitario después del estallido, los diagnósticos y con un bajo nivel de confianza en las instituciones?

R. Es como para golpearse la cabeza. Obviamente tenemos un problema mayúsculo en el Parlamento, que dejó de ser ese lugar donde se fabrican acuerdos con todas las partes. Creo que esto tiene particularmente que ver con un cambio en la derecha, con la crisis de la Unión Demócrata Independiente (UDI). La UDI fue clave en todas las negociaciones durante la transición porque era el nexo con los militares, que era un poder fáctico. La salida de José Antonio Kast anuló la vocación de acuerdo que había mostrado la UDI de Guzmán. Se acabó la UDI de Guzmán y se convirtió en un artefacto que comenzó a defenderse de su muerte definitiva en manos de Kast. Eso desestabilizó todo el buque. Y si a eso sumamos la fragmentación, la endogamia del Parlamento, la frivolidad, el convertir la condición de diputado en emprendimientos privados…nos ha llevado a esto.

P. Hay quienes ven que el Frente Amplio desestabilizó el buque.

R. Bajo el segundo Gobierno de Piñera. Quizá el más vocal en materia autocrítica es el propio Boric, que se desangra dando explicaciones por lo equivocado que estuvo en cuestiones esenciales en materia de seguridad, pero no en la Pensión Garantizada Universal (PGU). Perfectamente la oposición de entonces podría haberse opuesto a la PGU en fusión de rédito electoral.

P. La oposición de entonces presentó nueve acusaciones constitucionales.

R. Pero veníamos saliendo del estallido, de una situación en la que estuvimos adportas de un quiebre institucional mayúsculo. Teníamos el caso de la violación de los derechos humanos registrada por todos los organismos internacionales. Una efervescencia mayúscula. Hoy no tenemos eso. No hay justificación emocional para esa conducta tan obtusa. La única justificación se llama José Antonio Kast, que llevó a la UDI y a Renovación Nacional a votar la acusación contra la ministra del Interior Carolina Tohá. Por suerte recapacitaron a último minuto respecto a la del presidente Boric. Pero estuvieron a punto. La derecha es la principal responsable de este bloqueo.

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