La 'aldea gala' de Madrid donde hay elecciones sin partidos

Las grandes formaciones mantienen desde 1979 el acuerdo tácito de no presentar listas en Valdepiélagos, donde sus 500 vecinos eligen alcalde en primarias

Juan Pablo Herradas Calleja (izquierda), actual alcalde de Valdepiélagos, saluda a Pedro José Cabrera, el próximo regidor.B. P.

La democracia llega a Valdepiélagos por carta, y se queda para siempre bajo un formato excepcional. Es 1979. Se celebran las primeras municipales democráticas en 46 años. Y los partidos no tienen aspirantes locales con los que armar listas en el pueblo. Entonces, una misiva llega a los buzones. “¿Quién es el mejor alcalde para el pueblo?”, pregunta el regidor de la Transición, Félix González. Ese día nace un sistema que sigue vigente 40 años después. En Valdepiélagos no hay carteles electorales. No llega propaganda. Y no se espera a la cita con las urnas para elegir al alcalde: el 16 de marzo,...

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La democracia llega a Valdepiélagos por carta, y se queda para siempre bajo un formato excepcional. Es 1979. Se celebran las primeras municipales democráticas en 46 años. Y los partidos no tienen aspirantes locales con los que armar listas en el pueblo. Entonces, una misiva llega a los buzones. “¿Quién es el mejor alcalde para el pueblo?”, pregunta el regidor de la Transición, Félix González. Ese día nace un sistema que sigue vigente 40 años después. En Valdepiélagos no hay carteles electorales. No llega propaganda. Y no se espera a la cita con las urnas para elegir al alcalde: el 16 de marzo, los vecinos seleccionaron al grupo de siete ediles que pilotarán el pueblo los próximos cuatro años, porque conformarán la única lista electoral de la circunscripción en los comicios del 26 de mayo. En este pueblo no se presentan el resto de partidos.

"Esto viene de las primeras elecciones, cuando el que estaba de alcalde vio que nadie de aquí iba a presentar candidatura, y que se iban a presentar listas con gente que no era del pueblo”, recuerda Juan Pablo Herradas Calleja, que ha sido regidor de Valdepiélagos los últimos ocho años y ha pasado otros 12 como concejal. “Hubo una vez que el PP se presentó con gente de fuera y sacó tres votos”, prosigue. “En otra ocasión, el PADE sacó un concejal, tomó posesión y nunca más supimos de él. ¡Es que no apareció! Pero no dimitió, por lo que no entró ningún otro”, continúa. “También IU lo intentó con gente que no era del pueblo, hasta que les llamaron y la retiraron”, añade. Y remata: “Si van a presentar a gente que ni siquiera es de aquí, pues que no se presenten. ¿Quién más habrá que quiera hacer algo por su pueblo que la gente de aquí?”.

“Este es un Ayuntamiento pobre, que nunca ha tenido riqueza, y ahí puede estar un origen de participación de todos”, le continúa Pedro José Cabrera, el ganador de las últimas primarias, que con toda probabilidad será elegido alcalde el 26-M. “En una situación de escasez generalizada, si todos contribuimos, acaba funcionando”.

A veces, cuenta Herradas, hay alcaldes de otras localidades que llaman a Valdepiélagos en nombre de sus partidos.

Tablón de anuncio del Ayuntamiento de Valdepiélagos.J. J. M.

—¿Vais a seguir con vuestro sistema?, preguntan, inquietos, por si tienen que avisar a su cuartel general de que tiene que preparar una lista, porque la tradición y el pacto tácito de no concurrencia de los partidos han acabado.

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—Sí. Es lo que conocemos, les contestan.

En 1979, Valdepiélagos apenas llegaba a los 200 habitantes. En 2018, ya eran 574. Los residentes viven mecidos por el viento, acompañados por el tañer de las campanas y rodeados por el trinar de los pájaros, porque están en una zona protegida. El bar de la plaza es su punto de encuentro. A su puerta, una vecina para ayer a los dos alcaldes —el saliente y el entrante—, y les habla sin bajar del coche. Así, en conversaciones informales, unas en la iglesia, otras en el bar, algunas en la tienda, se va desentrañando cada cuatro años quién quiere ser uno de los siete concejales. No se cobra. Hay que combinar la tarea de gestionar un presupuesto de 800.000 euros con el trabajo de cada uno. Y no todo el mundo quiere.

“Bajo cuerda hay un sondeo, se ve la disposición de la gente”, cuenta Víctor Torrevaquero, vecino del pueblo e impulsor de su ecoaldea. “Se pregunta de manera transparente y llana”, sigue este residente de 64 años. “Siempre de la lista elegida hay alguien que puede decir que no puede hacerlo y se salta al siguiente. Hay varios suplentes. Todo se hace fácil”.

Ayuntamiento de Valdepiélagos, en Madrid.
Nido de cigüeñas en la iglesia de Valdepiélagos.

En 2016, el PP ganó las generales en el municipio (33,73% de los votos), seguido por Podemos (25,44%), PSOE (23,67%) y Ciudadanos (15,65%). Esos resultados retratan a una población plural, con inquietudes a veces contrapuestas. ¿Cómo se manejan esos criterios discrepantes a escala local, si no hay partidos, ni oposición?

“¡Es que la oposición ya nos la hacemos nosotros!”, contesta Herradas. “Que haya siete concejales no quiere decir que todos tengan la misma ideología política. Convocas a todos, y hay veces que tardamos más de lo normal con cosas que parecen aparentemente sencillas. Así se ven todos los puntos de vista ¿Por qué vas a tirar siempre para el blanco o para el negro?”, añade. “El lado para el que tienen que tirar todos es el mismo: el bien del pueblo”.

A menos de una hora del centro de Madrid, los vecinos están enfrascados en mantener su idiosincrasia (un pueblo sin urbanizaciones, pequeño, accesible) sin sucumbir a la amenaza de la despoblación que asedia a todos los municipios de la sierra. En los últimos años han invertido en un comedor escolar, al que acuden 14 de los 42 niños escolarizados; en ampliar el horario de la casa que les atiende; o en una piscina.

“La falta de servicios es lo que lleva a la despoblación”, argumenta Herradas, que hoy aprovechará la publicación de las listas para revisar que ningún partido se presenta en Valdepiélagos.

“Conseguir que siga habiendo la oferta de servicios públicos básicos es un reto”, remata Cabrera, cordobés de nacimiento y profesor universitario. “Que siga estando el colegio, que vengan profesores, que los niños sigan estando aquí, que todo el pueblo funcione como una comunidad educativa”, pide. Y se anima: “Hay una voluntad sostenida durante ya varias generaciones de poner lo colectivo sobre lo individual y lo egoísta. Y eso deja una huella”.

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