Tribuna

Cinco años que parecen una vida

Queda camino por recorrer: hacer transparentes las instituciones, democratizar la economía y consolidar los derechos sociales

Concentración durante la jornada de reflexión de las elecciones del 22 de mayo de 2015 en Sol. SAMUEL SÁNCHEZ

Hace cinco años participamos en el que seguramente ha sido el acontecimiento político más importante de nuestro país desde la Transición. Fueron días frenéticos y emocionantes que supusieron un aprendizaje vital y político para quienes abarrotamos las plazas. Supuso el despertar de una ciudadanía que llevaba varios años sufriendo en privado, como si se tratara de dolores o responsabilidades individuales, los efectos de una crisis devastadora, mientras los partidos de distinto color insistían en aplicar las mismas recetas i...

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Hace cinco años participamos en el que seguramente ha sido el acontecimiento político más importante de nuestro país desde la Transición. Fueron días frenéticos y emocionantes que supusieron un aprendizaje vital y político para quienes abarrotamos las plazas. Supuso el despertar de una ciudadanía que llevaba varios años sufriendo en privado, como si se tratara de dolores o responsabilidades individuales, los efectos de una crisis devastadora, mientras los partidos de distinto color insistían en aplicar las mismas recetas injustas e ineficientes.

Nadie podría imaginar cómo iba a alterar el 15-M la vida política de nuestro país. Fuimos testigos de movilizaciones masivas que sacaron a cientos de miles de personas a las calles. Un ejemplo de desobediencia civil pacífica que fue imitado en diferentes lugares del mundo y consiguió conectar con amplias capas de la población, llegando a lograr hasta un 80% de apoyo popular.

Mientras, las élites de nuestro país hacían oídos sordos a las demandas de mínimos democráticos que retumbaban en las plazas. No sólo eso, los poderosos se permitieron el lujo de descalificar y despreciar a la gente que manifestaba e incluso se atrevieron a lanzarnos el desafío de hacer “política de verdad” y presentarnos a las elecciones. No sabían, o no querían entender, que el 15-M era apartidista e irrepresentable, y fue eso lo que le permitió interpelar a gente que venía de lugares muy diferentes.

Sin embargo, ante el bloqueo institucional que demostraba la incapacidad de las formaciones políticas tradicionales para asumir las demandas ciudadanas, unas pocas personas nos pusimos manos a la obra. El objetivo era, y sigue siendo, transformar esa mayoría social en mayoría política.

No ha resultado sencillo. Tanto por los cruentos ataques de los poderosos que no están dispuestos a perder sus privilegios, como por realizar una travesía inexplorada, para la que no hay libro de instrucciones. Afortunadamente, es un camino que no recorremos en soledad sino con compañeros y compañeras —con quienes hemos compartido otros proyectos— y con miles de personas que nos muestran su cariño y apoyo. Sin ellos sería imposible.

Además, surgen temores y dudas al escuchar las acusaciones, a quienes hemos irrumpido en las instituciones, de falta de experiencia. Sin embargo, se disipan cuando miramos quiénes las realizan, esos expertos gestores que han llevado al país a una situación de emergencia social con una desigualdad galopante.

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Queda mucho camino por recorrer y debemos hacerlo sin desviarnos de la hoja de ruta: abrir y hacer transparentes las instituciones, democratizar la economía y consolidar los derechos sociales. Todo ello sin dejar de hablar a los que faltan y con un proyecto de país, más justo, alegre y equitativo, en el horizonte.

Rita Maestre es concejal y portavoz del Ayuntamiento de la capital. Pablo Padilla es diputado regional en la Comunidad de Madrid. Ambos son de Podemos.

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