Todos tan contentos

Los 300 asistentes de la Moby Dick se sabían al dedillo el debut de la banda

Como tantas otras veces ha sucedido, las cosas relevantes asoman por la Moby Dick antes de su definitiva eclosión. Puede que fuera este viernes el caso de Sunset Sons, recién nacido cuarteto británico con hechuras de fenómeno para grandes audiencias, noches de euforia y gargantas reventadas. Los 300 asistentes que ya se sabían al dedillo Very Rarely Say Die, debut discográfico con apenas un mes de antigüedad, podrán atestiguar la insólita efervescencia que allí se vivió durante 75 minutos fulminantes, expeditivos, arrebatados. Quédense con el nombre: un grupo tan directo y endemoniada...

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Como tantas otras veces ha sucedido, las cosas relevantes asoman por la Moby Dick antes de su definitiva eclosión. Puede que fuera este viernes el caso de Sunset Sons, recién nacido cuarteto británico con hechuras de fenómeno para grandes audiencias, noches de euforia y gargantas reventadas. Los 300 asistentes que ya se sabían al dedillo Very Rarely Say Die, debut discográfico con apenas un mes de antigüedad, podrán atestiguar la insólita efervescencia que allí se vivió durante 75 minutos fulminantes, expeditivos, arrebatados. Quédense con el nombre: un grupo tan directo y endemoniadamente expansivo está llamado a acaparar festivales, y no les extrañe si acaban divisándolos por Cantarranas.

La voz seca de Rory Williams, el ritmo vivo, los bajos vertiginosos y los estribillos para creer en la vida remiten de inmediato a Kings of Leon, matizando un ápice el toque sureño por la sofisticación afrancesada. Williams es un seductor de libro, un moreno fornido que desliza un sonoro “I love you, Madrid” mientras esboza al piano I Can’t Wait y acaba encaramado sobre la barra del bar para el delirio final de On The Road, último tema de la noche y de la gira europea.

Casi todo el repertorio es carne de recopilatorio veraniego, con She Wants en algún lugar cercano a She’s So Lovely (Scouting For Girls) y Somewhere Maybe como antesala de la afonía misma. Añadamos el componente surfero, una tipología consustancial a la sonrisa, y se acabará entendiendo todo. Sunset Sons resultan divertidos hasta que la reiteración clónica los vuelve agobiantes. Lo suyo es un empacho de luz, de calor, de olas, de chicas tremebundas, de palmas, de Hey hey, de bandas sonoras cerveceras. Los Hijos del Anochecer lo tienen claro: en su reino nunca se pone el sol. Y así, todos tan contentos.

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