ROCK Nueva Vulcano

Himnos a voz en cuello

El expeditivo trío catalán desgrana ‘Novelería’, su retorno tras seis años, en una sesión borrica y estimulante en la Moby Dick

De entre los 12 discos que llegaron recientemente a la votación final de los primeros Premios Ruido, otrorgados por PAM, asociación profesional de periodistas musicales , puede que la candidatura más atípica fuera la de Nueva Vulcano. Átípica, que no inmerecida. El ruidoso y temperamental trío catalán ha consolidado una fórmula muy personal de ir a su aire. Ni se parecen demasiado a nadie ni admiten encasillamientos canónicos, y los seis años que tardaron en alumbrar Novelería como cuarta entrega de su colección demuestran que tampoco se amoldan a parámetros industriales. El resultado...

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De entre los 12 discos que llegaron recientemente a la votación final de los primeros Premios Ruido, otrorgados por PAM, asociación profesional de periodistas musicales , puede que la candidatura más atípica fuera la de Nueva Vulcano. Átípica, que no inmerecida. El ruidoso y temperamental trío catalán ha consolidado una fórmula muy personal de ir a su aire. Ni se parecen demasiado a nadie ni admiten encasillamientos canónicos, y los seis años que tardaron en alumbrar Novelería como cuarta entrega de su colección demuestran que tampoco se amoldan a parámetros industriales. El resultado de esta modalidad de pensamiento libre pudo visualizarse el miércoles en una rebosante Moby Dick, que abría la celebración de su 24 cumpleaños: un concierto visceral para una parroquia adscrita a las minorías distinguidas y a botar con los himnos a voz en cuello.

Porque la parquedad de recursos no se traduce ni de lejos en déficit de intensidad ni decibelios. La banda exprime sus opciones con espíritu garajero y al compás de la batería seca, borrica y estimulante de Albert Guàrdia. Y la munición multiplica sus efectos suministrándose de manera encadenada, sin respiro entre pieza y pieza. Un recurso para ganar en épica que a veces genera cierto agotamiento: respirar siempre fue necesario para tomar impulso.

El sonido es metálico, sin profundidad ni concesiones, pero con las eufóricas segundas voces del bajista Wences Aparicio y esa habilidad para los eslóganes simples y efectivos (Hemos Hecho Cosas, La Ley de Costas y su “Hemos llegado hasta aquí”). En cuanto a la nada académica garganta de Artur Estrada, abrasiva e incluso vocinglera, queda el absurdo de su devaluación por esas mezclas que consideran al cantante como uno más que pasaba por allí. La sesión fue breve, expeditiva y memorable en su arreón final: con joyas como Te Debo un Baile o Reversible, merece la pena seguir saltando.

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