Temporada de cerveza

Las cerveceras patrocinan eventos con la bebida como sinónimo de ocio

Gente bebe cerveza en un bar de Madrid. LUIS SEVILLANO

La cerveza es una bebida social. Algo para beber acompañado y sinónimo de tiempo libre. Las grandes marcas lo han potenciado, ya no solo con campañas publicitarias llenas de gente sonriente que brinda todo el tiempo, sino también patrocinando eventos masivos como los festivales de música. Y esa idea ha calado en el público. No hay más que ver el éxito de la recién finalizada Oktoberfest de Madrid, una feria que imita la de Munich, que lleva celebrándose desde 1810. Aunque la original, heredera de la que se organ...

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La cerveza es una bebida social. Algo para beber acompañado y sinónimo de tiempo libre. Las grandes marcas lo han potenciado, ya no solo con campañas publicitarias llenas de gente sonriente que brinda todo el tiempo, sino también patrocinando eventos masivos como los festivales de música. Y esa idea ha calado en el público. No hay más que ver el éxito de la recién finalizada Oktoberfest de Madrid, una feria que imita la de Munich, que lleva celebrándose desde 1810. Aunque la original, heredera de la que se organizó para festejar el matrimonio de Luis I de Baviera y la princesa Teresa de Sajonia acaba el primer domingo de octubre. En Madrid esta ha sido la segunda edición y la demanda para el macroevento que se celebró en el Barclaycard Center (antiguo Palacio de los Deportes) fue tanta que las 22.000 entradas disponibles se quedaron cortas y se habilitaron mesas en el exterior para los rezagados. A una escala más manejable, La Tape, un bar situado en la esquina de San Bernardo y Bolívar, y especializado en cerveza artesana, ha preparado su propio BeerFest que se prolonga hasta el próximo día 4. Este jueves a las 19.00 realizan un maridaje de cervezas de abadía con dulces de convento, convenientemente denominada Una experiencia religiosa. A un par de minutos de La Tape, en la calle Manuela Malasaña, hay otro bar dedicado a glosar las virtudes de la cerveza artesana. Irreale presume de tener algunas de las mejores botellas del mundo, además de nueve grifos y 12 caños en los que se van turnando una veintena de barriles distintos. En una pizarra tras la barra se anuncian las que se sirven ese día. Aunque para los no expertos las explicaciones pueden parecer escritas en arameo, los camareros tienen una serie de preguntas que permite ir conociendo los gustos del cliente hasta llegar a la cerveza que se amolda a su paladar. No es tan fácil como pedir una caña, pero resulta muy entretenido.

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