FERIA DE FALLAS

Espectáculo desnortado y sin rumbo

Orejas a ninguna parte en tarde de verbena triunfalista

Daniel Luque, en un pase de pecho al sexto toro de la tarde.JUAN CARLOS CÁRDENAS (EFE)

Cuatro orejas de botín. De las cuatro, al menos tres no contaron ni contarán para la historia. Las de Padilla y Fandi, de un triunfalismo desaforado; las de Luque, una, producto de la inercia en tarde de verbena de principio a fin.

De toda la vulgaridad chabacana que fue la tarde, Daniel Luque pareció de otro planeta taurino. Suyo fue lo mejor, al menos lo más serio. Lo más coherente. Lo que entra en los cauces de la normalidad. Luque le cortó las orejas al sexto que, junto con el tercero, fue lo mejor de una corrida blandita, noble y sin problemas de ningún tipo. Lo que se dice una cor...

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Cuatro orejas de botín. De las cuatro, al menos tres no contaron ni contarán para la historia. Las de Padilla y Fandi, de un triunfalismo desaforado; las de Luque, una, producto de la inercia en tarde de verbena de principio a fin.

De toda la vulgaridad chabacana que fue la tarde, Daniel Luque pareció de otro planeta taurino. Suyo fue lo mejor, al menos lo más serio. Lo más coherente. Lo que entra en los cauces de la normalidad. Luque le cortó las orejas al sexto que, junto con el tercero, fue lo mejor de una corrida blandita, noble y sin problemas de ningún tipo. Lo que se dice una corrida casi de empacho por la falta de sal y pimienta.

Ese sexto, que pasó por el caballo sin molestar, fue un buen toro. Muy dulce, obediente, con embestida cálida. Rendido siempre sin condiciones. Al servicio del torero, salieran los muletazos como salieran. Y los muletazos, que fueron muchos, salieron con etiquetas variadas. Los hubo buenos, como una serie con la izquierda casi al final; la única vez que Luque cargó la suerte. Otros, diríase la mayoría, dados de perfil. De partida con todas la ventajas del mundo tomadas por el torero. También, cierto, casi siempre el toro muy llevado. Luque dominó en todo momento la situación, como muy autosuficiente. Tan largo fue ese trabajo, que a Luque le dieron un aviso antes de perfilarse. En plena congestión festiva, hubo voces en el tendido que pidieron incluso el indulto para el toro. Sensato Luque, que montó la espada al margen del murmullo y recetó a tan noble animal una muy buena estocada. Al toro le dieron la vuelta en el arrastre. A Luque las dos orejas de ese toro. La vuelta al de Cuvillo, otra concesión para que la verbena fuera completa. La segunda oreja a Luque, eso mismo.

CUVILLO / PADILLA, FANDI, LUQUE

Toros de Joaquín Núñez del Cuvillo, correctos de presentación. Astifinos. Los mejores, tercero y sexto, este premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.

Juan José Padilla. Entera algo pasada –aviso- (vuelta al ruedo); estocada (oreja).

El Fandi. Entera desprendida (silencio); entera rinconera (oreja).

Daniel Luque. Pinchazo, entera baja –aviso- (silencio); gran estocada (dos orejas).

Plaza de Valencia, 16 de marzo. 8ª de Fallas. Tres cuartos.

El tercer toro le siguió a aquél sexto en méritos. Jabonero de capa; una cosita de toro muy mona. Buen toro en todo caso, también, aunque de fuerzas muy justas. Al aire del Cuvillo lo toreó Luque. Sin obligarle; sin molestarle. Sin bajar la mano, por si acaso. Luque, así mismo suficiente. Relajado. Con la muleta en la izquierda corrió bien la mano, aunque con apenas eco en el tendido. Y una licencia final: desprovisto de la espada en la mano derecha, toreó al natural con tanto exceso de confianza que un desarme se vio en apuros. El toro, ya consumido, se dejó matar pegado a las tablas.

Lo de Padilla y Fandi fue la fiesta del pueblo. El toro que abrió plaza, de finísimas puntas, protestó en cuanto no era bien llevado, que resultó ser casi siempre. Padilla, visto que no lograba acoplarse, pidió por su cuenta y riesgo que la música empezase la fiesta. Y empezó. Desde ese momento, una faena consumista. Muy encima del toro. La última serie al natural le salió decente; circulares por aquí y por allá. Pilló al toro en el platillo y, sin pensarlo, allí montó la espada. Antes de todo esto, tres pares de banderillas nada más que cumplidores.

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Al cuarto lo recibió de rodillas a porta-gayola: una larga cambiada y tres más, estas sobre las rayas. En banderillas mejoró la versión: un buen primer par, un segundo de poder a poder y un tercero al violín. Un buen tercio, al que sobraron gestos. Montada la muleta, se hincó de rodillas. Una serie de derechazos arrancaron la faena, ya con el público embalado. De pie, muy fuera de cacho, Padilla lo intentó, pero el toro no quiso sumarse a la fiesta y se escapó de la muleta camino hacia las tablas. Camino sin retorno, pues allí se quedó. Padilla insistió sin sacar nada en claro: ni un pase le pudo dar. Pero la estocada desató al paroxismo en el tendido y cayó la oreja más absurda de toda la Feria. Padilla paseó el despojo enarbolando una bandera pirata. La gente lo celebró.

Otra oreja de menos de medio pelo fue para El Fandi, del quinto toro, cuando la verbena vivía sus momentos más altos y el toreo los más bajos posibles. Alardes de El Fandi en banderillas, con una súper demostración atlética. En el tercer par puso tres banderillas, una al violín y dos cuarteando. Los rodillazos iniciales dieron paso a una faena donde Fandi toreó más al tendido que al toro. Forzados toro, que acudía al paso, y torero, todo transcurrió entre una gran algarabía sin control alguno. La estocada rinconera que dio Fandi, dio paso a otra oreja con dirección a ninguna parte.

En el segundo, recibido de rodillas con una larga cambiada, Fandi también montó su particular fiesta. El toro, rebrincadito al principio por el pitón izquierdo, poco a poco fue perdiendo fuelle y entrega. Fandi, forzado, compuso una faena que fue un barullo. Con muy poco orden y sentido. Esa faena comenzó con rodillazos y acabó de igual guisa. Muerto el toro, la gente, cómplice incondicional del torero, no dijo ni pio.

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