La mayor fiesta del celtismo

La afición despide con euforia la etapa más larga en Segunda desde 1969 Miles de personas recibieron al equipo en la plaza del Ayuntamiento

Jugadores del Celta celebran su ascenso junto al ayuntamiento de Vigo.LALO R. VILLAR

En las últimas dos décadas, el Celta vivió dos ascensos, se instaló en la élite de la Liga de las Estrellas, puso de rodillas a los más grandes, brilló en la UEFA y paladeó la Champions League. Pero nunca celebró un éxito con una explosión de alegría como esta vez. Porque le va la economía en ello, porque la penuria duraba cinco años o porque era ahora o nunca, el celtismo se echó a la calle para festejar el ascenso sellado el domingo con el Córdoba como si de un título se tratase. A eso supo la fiesta en el mismo estadio de Balaídos tras el partido, un espectáculo con actuaciones en directo, ...

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En las últimas dos décadas, el Celta vivió dos ascensos, se instaló en la élite de la Liga de las Estrellas, puso de rodillas a los más grandes, brilló en la UEFA y paladeó la Champions League. Pero nunca celebró un éxito con una explosión de alegría como esta vez. Porque le va la economía en ello, porque la penuria duraba cinco años o porque era ahora o nunca, el celtismo se echó a la calle para festejar el ascenso sellado el domingo con el Córdoba como si de un título se tratase. A eso supo la fiesta en el mismo estadio de Balaídos tras el partido, un espectáculo con actuaciones en directo, luces y fuegos artificiales, en el que desfilaron los jugadores uno a uno bajo los focos, mientras el resto del estadio permanecía a oscuras. Y a eso recordó también la caravana de ayer, un paseo por la ciudad a bordo de un autobús descapotable que acabó con discursos, saltos y canciones delante del Ayuntamiento ante unas 3.000 personas.

Todo el mundo ha recordado estos días el larguísimo pulso con el Valladolid como una de las razones de la euforia, pero fue el entrenador, Paco Herrera, quien más insistió en proponer un arranque anterior: el penalti que falló Michu contra el Granada en la promoción del año pasado, cuando la final del play-off se le escurrió al Celta entre los dedos. Después vivieron fantasmas que parecían anunciar una pájara como la que le privó el año pasado del ascenso directo, pero también las remontadas, que envolvieron el éxito de su necesaria épica. En el balcón del Ayuntamiento, Herrera se acordó ayer de dos: las protagonizadas contra el Almería y el Xerez.

Varios jugadores se disculpan por los insultos al Deportivo; Aspas, no

Otra de las claves del júbilo es que, casi sin darse cuenta, la que se cerró el domingo es la etapa más larga del equipo celeste alejado de Primera división desde 1969. Demasiados enfrentamientos ante equipos como el Granada 74 o el Guadalajara, demasiadas visitas a campos como el El Alcoraz o Montilivi, demasiados entrenadores como Menéndez o López Caro.

"Solo por televisión, Primera supone una cantidad brutal", admite el club

Menos romántica pero más decisiva, la razón última de la exaltación colectiva hay que buscarla en el vil metal. Rodeado de jarras de cerveza, en una parada de la caravana, el director general del club, Antonio Chaves, reconocía sin tapujos en los micrófonos de TVG lo que el ascenso supone: “Solo por ingresos de televisión, una cantidad brutal”. El todo o nada para un club sometido al estricto plan de viabilidad con el que ha salido del proceso concursal. Como el bus descapotable se detuvo en las sedes de los patrocinadores, también el presidente, Carlos Mouriño, tuvo varias oportunidades de recordar la importancia de su colaboración. “En alguna ocasión hemos tenido que recurrir a vosotros para pediros anticipos con los que ir solventando el día a día”, agradeció.

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Y porque en definitiva un ascenso es un ascenso, los jugadores continuaron la fiesta y pasearon su resaca con dignidad. “Hoy alguno no se acostó. Yo por lo menos me fui a dormir a las 12”, bromeó Toni ante un micrófono de televisión. Iago Aspas solo confesaba las cinco y media como hora de retirada, y Borja Oubiña resolvía la pregunta con un “temprano, temprano”. La afonía y las ojeras de los jugadores y de buena parte del cuerpo técnico convierten las dos primeras versiones en las más verosímiles.

Concluida la fiesta de la noche del domingo en la plaza de América, tan multitudinaria como deslucida por los insultos al rival de A Coruña, los futbolistas se dirigieron a una discoteca del centro de Vigo, para cerrar la fiesta alejados ya definitivamente de los focos. A las seis de la tarde de ayer se subieron al mismo autobús para recorrer las calles de la ciudad, y pasadas las ocho ya estaban saludando desde el balcón municipal. Volvieron los gritos y canciones de la víspera, las bromas entre jugadores y el protagonismo del portero Yoel. En ese mismo balcón, el Celta compartió con su gente en 1987 uno de los ascensos más festejados que se recuerdan en Vigo, a la vuelta de un histórico partido en Sestao al que le acompañó un importante pedazo de su afición. Poca cosa, comparada con lo de ayer.

Esta vez sin alusiones al Depor ni a la ciudad de A Coruña —apenas alguna rima dedicada al Deportivo Alavés—, los jugadores de este joven Celta prolongaron la fiesta, pero no pidieron las disculpas por los excesos verbales de la noche anterior que muchos esperaban, que continuaron una triste serie iniciada por jugadores como Bodipo o Aythami en el ascenso del club coruñés. Esas quedaron para los tuits de jugadores como Álex López o Sergio y para las declaraciones del capitán, Borja Oubiña. “Pido disculpas a la afición del Depor por algunas frases que se dijeron en la celebración”, afirmó ya de mañana en una entrevista. Mouriño hizo su aportación con una felicitación al Deportivo por su ascenso, “para tener un derbi de primera en Primera”. El único que se negó a dar su brazo a torcer fue el incorregible Iago Aspas, víctima de insultos de jugadores del Deportivo y responsable de las principales ofensas que se escucharon en la plaza de América. “¿Te retractas, no?”, le preguntó un reportero con cierta ingenuidad. “¡Pero si también ellos se acuerdan de mí!”, reaccionó, para cerrar la intervención con una píldora de su peculiar filosofía: “Quien tiene cara para dar tiene también cara para recibir”.

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