CRÍTICA TEATRAL / 'LOS PAZOS DE ULLOA'

‘Los pazos de Ulloa’ no brilla en teatro

La versión de Eduardo Galán de la novela de Emilia Pardo Bazán es acertada, pero no tanto su traslación a escena

Pérez Ponce y Marcial Álvarez en la adaptación teatral de ‘Los pazos de Ulloa’Pedro Gato

La conmemoración del centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán nos deja este año, entre otras muchas cosas, la primera adaptación teatral de Los pazos de Ulloa, que acaba de estrenarse en el teatro Fernán Gómez de Madrid en una versión de Eduardo Galán que intenta aproximarse lo máximo posible a la novela original. Todo un reto teniendo en cuenta las 500 páginas del libro y su estilo naturalista, ...

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La conmemoración del centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán nos deja este año, entre otras muchas cosas, la primera adaptación teatral de Los pazos de Ulloa, que acaba de estrenarse en el teatro Fernán Gómez de Madrid en una versión de Eduardo Galán que intenta aproximarse lo máximo posible a la novela original. Todo un reto teniendo en cuenta las 500 páginas del libro y su estilo naturalista, difícil de trasladar a las tablas con verosimilitud.

Pero Galán no sale mal parado del envite. Su versión comienza con el cura don Julián hablándonos en el año 2021. Se presenta como un personaje de ficción que ha salido de la novela para contarnos la trama desde su punto de vista. Desaparece así el narrador omnisciente de Pardo Bazán, lo que resulta teatralmente muy eficaz porque carga de emoción las partes narrativas. Primero, nos horrorizamos con don Julián cuando, la misma noche de su incorporación a su nuevo destino como capellán de la casa de Ulloa, conoce al marqués Pedro Moscoso en plena borrachera junto a su rudo capataz Primitivo, la criada Sabela y su hijo Perucho, a quien también dan de beber hasta hartarlo. Después, nos asombramos a la par que el cura cuando descubrimos los chanchullos de Primitivo y que el niño Perucho es hijo del amo (aunque esto se veía venir). Más tarde, atisbaremos la felicidad cuando el señor se casa con su refinada prima Nucha, pero volveremos a caer en el espanto cuando el hombre empieza a maltratar a la mujer y todo vuelve a ser como al principio.

Pese a los recortes de Galán, la historia se sigue con claridad porque centra bien los temas que quiere destacar para el público de hoy: la corrupción moral y la violencia contra las mujeres. Solo chirría que la versión mantenga el contraste tan exagerado que la novela establece entre las buenas maneras de las gentes de la alta sociedad urbana (y religiosa) y la brutalidad de las clases bajas y el mundo rural. Como si una cosa implicara la otra. Esto queda reforzado además en la puesta en escena, dirigida por Helena Pimenta: los personajes de la aldea gritan, son sucios, feos y, por tanto, inmorales; los de la ciudad, elegantes, civilizados y bellos por dentro y por fuera. De esta forma, la interpretación de los actores resulta en general impostada. Solo Pere Ponce, en el papel del cura, logra profundizar en su personaje más allá del estereotipo que se le impone.

Los pazos de Ulloa. Texto: Emilia Pardo Bazán. Dirección: Helena Pimenta. Teatro Fernán Gómez. Madrid. Hasta el 7 de noviembre.

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