Cuando el suelo se tambalea bajo tus pies
Marta Pazos envuelve al público con poderosas imágenes en su montaje de ‘Siglo mío, bestia mía’, la obra por la que Lola Blasco ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2016
Siglo mío, bestia mía, obra por la que Lola Blasco ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2016, es un texto hermosamente poético. Una alegoría cristalina: un barco sin rumbo como metáfora de un mundo en zozobra. Y una mujer —alter ego de la autora— también a la deriva. Ese momento en el que el suelo se tambalea bajo tus pies y todos los males del mundo duelen como si fueran propios. Una crisis personal cruzada con los tormentos colectivos.
La mujer en crisis navega en u...
Siglo mío, bestia mía, obra por la que Lola Blasco ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2016, es un texto hermosamente poético. Una alegoría cristalina: un barco sin rumbo como metáfora de un mundo en zozobra. Y una mujer —alter ego de la autora— también a la deriva. Ese momento en el que el suelo se tambalea bajo tus pies y todos los males del mundo duelen como si fueran propios. Una crisis personal cruzada con los tormentos colectivos.
La mujer en crisis navega en un barco sin destino junto a un hombre, el piloto, que parece haber estado ahí siempre. Un errante eterno que sabe lo que hay que hacer cuando se viaja a la deriva. Los nudos que convienen según el viento o las olas. Más tarde llega un buzo, aparecen también unos niños naufragados y una bestia marina. Hablan en un tono épico, alejado del naturalismo, a veces demasiado sentencioso: sobre el desamor, la guerra, la violencia, el terrorismo, los refugiados y la ejecución de Sadam Husein como símbolo recurrente del horror. En medio, la dramaturga inserta reflexiones filosóficas en una especie de cuaderno de bitácora en primera persona.
Esto es muy difícil poner en escena. Es fácil caer en la melancolía o la languidez. No es el caso del montaje que ha armado Marta Pazos con su compañía Voadora y el Centro Dramático Nacional. La directora va directa a la médula de la obra: esa sensación de deriva, de no pisar suelo firme, de que el mundo hace agua, que resuena mucho más en este tiempo de pandemia. Y lo hace precisamente llenando el escenario de agua y pintándolo de azul por todos sus costados. Es un hábitat propio, tan vivo como los personajes que lo pueblan, lleno de sonidos y misterios.
La propuesta de Pazos es profundamente sensorial y tan poética como el texto. No cae en la trampa de querer explicarlo, sino que refuerza sus metáforas con poderosas imágenes que se quedan grabadas durante largo tiempo. Cabezas de muñecos flotando inertes en el agua, un hombre que baila como un pez junto a una enorme ballena, una bestia que se intuye pero no se ve.
Es un acierto también que Pazos invitara a Blasco a que fuera ella misma la que pusiera voz a su cuaderno de bitácora: lo hace desplegando un montón de registros interpretativos. Bruna Cusí encarna con aplomo a la mujer en crisis. Hugo Torres es un buzo cargado de contradicciones. Y cualquiera se iría sin dudar al fin del mundo con el piloto al que da vida Miquel Insua.
Siglo mío, bestia mía. Texto: Lola Blasco. Dirección: Marta Pazos. Teatro Valle-Inclán. Madrid. Hasta el 20 de diciembre.