De Belém a Montevideo: los aportes de la ciencia para la sostenibilidad en Iberoamérica
En los últimos años, en varios países iberoamericanos se han articulado sistemas de asesoramiento científico a legisladores y responsables políticos
El pasado mes de noviembre, mientras más de medio millón de personas de todo el mundo se daban cita en Belém do Pará para continuar las discusiones en torno al cambio climático, a 5000 kilómetros al sur (en Montevideo) cuatrocientos académicos, investigadores y expertos debatían sobre la mejor manera de medir el aporte de la ciencia a este objetivo.
En el corazón de la Amazonía se celebró durante doce días la COP30, la cual ha tenido un rotundo éxito de asistencia y participación. Por su parte, la capital uruguaya acogió el 25 y 26 de noviembre el XII Congreso Iberoamericano de Indicadores de Ciencia y Tecnología. Las dos citas fueron auspiciadas por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), y, aunque las dimensiones de una y otra no tienen comparación, para una organización que tiene como lema “hacer que la cooperación suceda” han sido igualmente importantes.
En ambas convocamos a expertos, científicos, académicos y responsables políticos para, entre todos, discutir soluciones prácticas que permitan avanzar en materia de sostenibilidad. En una región de escasos recursos y otros muchos graves desafíos, es imprescindible que dichas discusiones sean realmente informadas. Para ello son necesarios instrumentos que midan el impacto real de las innovaciones o desarrollos en los que trabajan nuestros científicos en la lucha contra el cambio climático y la mitigación de sus efectos nocivos.
Esta información es relevante, en primer lugar, para los propios científicos, quienes pueden orientar así su investigación hacia aquellas áreas en las que se están obteniendo resultados más promisorios. Entendidos estos últimos en sentido amplio, sin limitarnos al índice de impacto que están teniendo las publicaciones sobre el tema.
Desde la OEI trabajamos para promover entre nuestros investigadores una ciencia con impacto social: los animamos a que piensen de qué modo el nuevo conocimiento que están generando puede tener una aplicación práctica, sea cual sea el ámbito de dicho conocimiento. En la mayoría de los países iberoamericanos, la carrera académica e investigadora no reconoce méritos en lo que podríamos calificar como “transferencia social”. Sin embargo, nuestros científicos demuestran un gran compromiso con su entorno más cercano y un genuino deseo de contribuir al desarrollo y la mejora de la calidad de vida de sus conciudadanos.
Los indicadores de impacto o resultado son fundamentales, además, para los tomadores de decisiones. Cuando nació, en 1994, la Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología (RICYT), encargada de la organización del Congreso en Uruguay, este objetivo de informar a los responsables de los sistemas de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI) era más un deseo que una realidad. Sin embargo, en las más de tres décadas que han pasado desde entonces, esto ha cambiado, y la información elaborada por las oficinas de estadística de los ministerios nacionales con competencias en ciencias ahora es un insumo fundamental, con el que trabajan las unidades administrativas encargadas de la elaboración de políticas públicas de I+D+i.
Los miembros de estas oficinas estadísticas de los distintos países se reúnen todos los años presencialmente en el marco de la RICYT, que es coordinada por la OEI a través de su Observatorio Iberoamericano para la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad (OCTS). Este Observatorio hace posible que, gracias a las discusiones en el seno de la RICYT, haya indicadores consensuados a nivel regional, es decir, que la información que estos nos arrojan sobre nuestros sistemas científicos sea comparable entre sí.
El encuentro de Montevideo tenía como objetivo definir nuevos indicadores que nos permitieran medir el aporte de la ciencia a la sostenibilidad. Por tanto, era aconsejable que la reunión de la RICYT fuera complementada con el XII Congreso, para que la definición de estos nuevos indicadores fuera fruto de un amplio debate, en el que participaran también expertos y académicos.
Este trabajo tan técnico, incluso gris, es, sin embargo, fundamental para la buena salud de las democracias iberoamericanas, pues sirve a los responsables políticos en su proceso de toma de decisiones. En los últimos años, sobre todo a partir de la pandemia, en varios países iberoamericanos se han articulado sistemas más o menos institucionalizados de asesoramiento científico a legisladores y responsables políticos.
En una publicación de la OEI de 2020 se documentaban las experiencias de España, México, Argentina y Chile (OCTS, 2020) y también se advertía que la toma de decisiones no les corresponde a los investigadores, pues esta depende de otros factores (las tradiciones sociales, las creencias populares, etc.) y no sólo de la evidencia científica. Además, señalaba que en muchos casos ni siquiera es concluyente, pues los científicos informan tanto sobre lo que se conoce como de aquello que aún es desconocido, por lo que no siempre están en disposición de ofrecer al responsable político evidencia sobre todos los aspectos del tema a decidir; sin contar que, aun en ese caso, este debe tener en cuenta otros insumos que pueden ser determinantes en que esa decisión sea acorde al interés público.
Para finalizar, quisiera señalar también que el destinatario último de todos estos datos que generamos en la OEI a partir de la coordinación de la RICYT, así como de la Red Iberoamericana de Indicadores de Educación Superior (Red IndicES), es la ciudadanía, que cada vez demanda más información rigurosa y procedente de fuentes fiables, quizás como reacción a la infodemia y la desinformación que padecemos, y con el propósito de desarmar posiciones maniqueas que sólo conducen a la polarización.
El cambio climático y la sostenibilidad son, de hecho, dos de los asuntos que más controversias generan en el debate público y político. Por este motivo el reciente congreso en Montevideo ha sido una cita tan relevante como la propia COP: porque nos permite ofrecer algo de luz, la que proviene de la razón, en temas complejos y multidimensionales de gran impacto en nuestra región.