Brasil se apunta al capitalismo verde con un fondo para invertir en la protección de los bosques tropicales
El Gobierno de Lula capta 5.500 millones de dólares en el inicio de la cumbre climática
El Gobierno de Brasil ha ideado un novedoso fondo de inversiones con el que espera captar dinero para remunerar a los países que protegen sus bosques tropicales y, con especial atención, a los que los habitan y los han preservado durante siglos gracias a su modo de vida sostenible. El presidente Luiz Inácio Lula da Silva presentó el instrumento financiero, llamado Fondo Bosques Tropicales para Siempre (FTTT, por sus siglas en inglés), a sus homólogos llegados de todo el mundo para participar en la primera cumbre climática que la ONU celebra en la Amazonia, en la ciudad de Belém. “Los beneficios del fondo serán para los países que tienen bosques tropicales y para los inversores”, ha explicado. En un día, el instrumento financiero captó compromisos de un puñado de países, liderados por Noruega, por unos 5.500 millones de dólares, reveló el ministro de Hacienda brasileño, Fernando Haddad.
La cumbre de presidentes de este jueves y viernes es la antesala de la COP30, la negociación en la que todos los países del planeta buscan consensos para combatir la crisis del clima. En vista de que la Amazonia y el resto de los grandes bosques tropicales contribuyen a regular las temperaturas planetarias, Brasil ha echado mano del ingenio y se han apuntado al capitalismo verde. Ha creado el Tropical Forest Forever Facility (FTTT) junto a otros países selváticos, como Indonesia o Congo, y varios países desarrollados.
Para Brasil, el principal país amazónico, con el 60% del mayor bosque tropical del mundo, la iniciativa parte con la ventaja de que ha sido alumbrada por un conjunto de países que tienen esas selvas cruciales para absorber emisiones nocivas y de países desarrollados. Lula ha insistido también en que el FTTT supone el fin de la era de las donaciones para proteger estos valiosos ecosistemas, porque aquella dejaba a los países receptores sujetos a los plazos y limitaciones que imponen los donantes.
El ministro Haddad ha destacado ante la prensa en Belém que 53 países han expresado, de entrada, su respaldo. Pocos han ido un paso más allá y han sacado la chequera. Brasil anunció hace unas semanas que aportaba mil millones de dólares. Pronto Indonesia, otro de los países que más selvas tiene en su territorio, anunció idéntica inversión. La idea era atraer a otros. Noruega, el principal donante a proyectos sostenibles en la Amazonia brasileña, sobre todo contra la deforestación, ha anunciado en la apertura de la cumbre 3.000 millones de dólares, que solo desembolsará si hay aportaciones significativas de otros, Francia ha prometido 500 millones de euros (583 millones de dólares) y Portugal, 100 millones. Alemania anunciará este viernes su inversión, según el Gobierno brasileño.
Brasil aspira a reunir unos 10.000 millones de inversores públicos hasta 2026 y con eso atraer aportaciones privadas en volúmenes mucho mayores. Ha llegado a aventar la cifra de 125.000 millones de inversión. Los beneficios serán repartidos entre los países que conservan sus bosques y una quinta parte será para los pueblos indígenas y otros guardianes de la naturaleza. La ministra del ramo, Sonia Gujajara, ha alabado que el fondo sea fruto también del diálogo con los pueblos originarios.
“Este proyecto es justo lo que el mundo necesitaba”, ha alabado con entusiasmo el ministro noruego de Medio Ambiente, Andreas Bjelland Eriksen. Y, cuando le han preguntado por los riesgos de semejante inversión, ha recordado que “en el mercado no hay beneficios sin asumir riesgos”. Bien lo sabe su país, que posee el mayor fondo soberano del mundo, alimentado por el petróleo. “Hay riesgo en invertir, pero existe un riesgo mayor en no invertir”, ha añadido para recalcar inmediatamente que los efectos de la destrucción de la Amazonia u otros bosques tropicales se sentirán en todo el planeta.
Mientras, Marina Silva, la ministra de Medio Ambiente y Cambio Climático brasileña, ha destacado que “los contribuyentes estarán felices porque esta es una inversión con beneficio asegurado y que además protege las selvas, evita sequías y contribuye al equilibrio climático”.
El Observatorio del Clima, una alianza de 160 ONGs, apunta en una reciente nota que uno de los grandes desafíos del fondo es convertirse en una inversión más lucrativa que talar la selva o cualquiera de las actividades ilícitas que dañan estos ecosistemas.