Alerta máxima en el Palacio de Miraflores ante la presión de Trump
La Casa Blanca utiliza misiles en el Caribe y lanza continuos mensajes aterradores al chavismo
El desgaste al que somete la Casa Blanca estos días al chavismo hace mella en el Palacio de Miraflores, la residencia presidencial venezolana. “Nunca habíamos vivido una situación parecida. Hay mucho desconcierto”, asegura alguien cercano a Nicolás Maduro. El aire se ha enrarecido. Las señales llegan desde todos lados.
En las últimas 24 horas, Donald Trump anunció el hundimiento de una nueva embarcación salida de las costas venezolanas y, poco después, un exfuncionario de Trump escribió en redes sociales un enigmático mensaje dirigido al piloto a los mandos del avión de Maduro, Bitner Javier Villegas. “¡Feliz cumpleaños “General” Bitner!”, se lee en el texto, en el que se adjuntan dos fotos, un retrato de Bitner con sus galones, su uniforme militar, sus medallas; y otra imagen partida, en la que se ve al piloto hablar con alguien no identificado. De enigmático, en realidad, tiene poco: Marshall Billingslea, exsecretario adjunto de Financiamiento del Terrorismo en el Departamento del Tesoro, viene a decir que Bitner ha negociado con ellos algún tipo de acuerdo.
Maduro no quiere llegar a un conflicto armado y así se lo hizo saber a Trump por carta, después del primer ataque de la armada estadounidense a una barca en la que viajaban 11 personas. “Presidente, espero que juntos podamos derrotar las falsedades que han empañado nuestra relación, que debe ser histórica y pacífica”, mandó Maduro una carta dirigida a Trump, según informa Reuters. “Estos y otros temas siempre estarán abiertos a una conversación directa y franca con su enviado especial (Richard Grenell) para superar el ruido mediático y las noticias falsas”, prosigue la carta. Grenell fue la persona que negoció en enero con el chavismo un intercambio de presos y las bases de la renovación de las licencias petroleras para Chevron.
Maduro quiere sacar de la ecuación al secretario de Estado, Marco Rubio, el funcionario de más alto nivel que mantiene un lenguaje muy agresivo contra régimen chavista. Rubio es amigo personal de la líder de la oposición, María Corina Machado. “Hasta la fecha, este canal (Grenell) ha funcionado a la perfección”, ha insistido Maduro. Pese a todas las tensiones entre los dos países, han continuado la deportación de inmigrantes ilegales a Venezuela desde Estados Unidos.
La paranoia se ha disparado entre la dirigencia chavista. Internet se ha llenado de noticias que hablan de deserciones masivas en el ejército chavista, conversaciones secretas del círculo de Maduro con la Casa Blanca para entregarlo, del proceso de transición una vez el Gobierno chavista sea depuesto. La mayoría son imposibles de verificar. Se va construyendo la narrativa de que algo inminente va a ocurrir. La flota estadounidense en el Caribe, por otra parte, más real no puede ser. Buques de asalto y submarinos nucleares dispuestos a disparar a las embarcaciones que salen de Venezuela supuestamente cargadas de droga.
Trump asegura que de esta manera va a acabar con el tráfico de droga hacia su país. Sin embargo, si se analiza, esta es la zona del mundo menos indicada para hacerlo. El cártel de Sinaloa mueve miles de kilos de droga al día desde Guayaquil, la ciudad portuaria ecuatoriana, o desde Tijuana, que forma con San Diego un enclave histórico del tráfico de narcóticos. Venezuela tiene un trasiego importante, pero poco relevante a escala global. Los analistas coinciden en que este despliegue apuntala la teoría de que Maduro es, además de un presidente, un narcotraficante —algo que no se ha demostrado— y que deberá responder ante la justicia de Estados Unidos.
El chavismo mantiene un tira y afloja con Washington desde hace al menos seis años. Negociaciones políticas, acuerdos para la liberación de presos, licencias petroleras, permisos para el trabajo de las oenegés o el respeto a la oposición —del que apenas queda rastro— han sido materia de discusión entre ambos países. Maduro o Diosdado Cabello, el número dos del régimen, podían mantener un discurso antiimperialista muy fuerte y en los siguientes días sentarse con enviados de la Casa Blanca. Era un juego pendular.
Ahora las cosas son distintas. “No hay un canal de comunicación abierto ahora mismo con la gente de Trump, no lo hay”, dice alguien al tanto de esas conversaciones. Esto preocupa al chavismo que, por primera vez desde que se instauró la revolución bolivariana que ha derivado en un estado de partido único, teme de verdad un conflicto armado. Maduro, Cabello, incluso Jorge y Delcy Rodríguez, los principales operadores políticos de Miraflores, desconfían de las intenciones de Trump. El fantasma de la invasión es una sombra que ahora mismo hiela a los que cobija.
El chavismo se prepara como si una guerra fuera inminente. Lo primero, vigilar a los posibles traidores. Lo segundo, reclutar al número máximo de combatientes. Las cifras que ofrece el presidente son las de millones de militares y milicianos, pero son imposibles de verificar y no hay imágenes distribuidas por los canales de comunicación del chavismo que corroboren que son ciertas. Este fin de semana, las fuerzas armadas enseñan a disparar a la gente de los barrios populares, que son las zonas más pobladas del país. Esos enclaves eran los bastiones del chavismo, los que llevaron al poder a Hugo Chávez con su mensaje en contra de los privilegiados y en beneficio de los pobres. Ese idilio ahora está roto. El chavismo, teniendo en cuenta los resultados de las elecciones de julio del año pasado, ha perdido apoyo de forma abrupta. De hecho, la mayoría de los venezolanos que han emigrado a España, Estados Unidos y otros países de Latinoamérica —siete millones, de acuerdo con la ONU— han salido de estas villas.
Además, el chavismo realiza maniobras en el caribe venezolano. Ha mostrado imágenes en Instagram de sus cazas y a Maduro, Diosdado y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, arengando a las tropas. Hasta uno de los hermanos de Chávez, Adán, ha dado una exhibición de artes marciales. En este punto, Maduro y los suyos ven en el horizonte a un posible enemigo real, que lanza amenazas de forma intermitente, con misiles y propaganda a partes iguales. En el Palacio de Miraflores reina la confusión.