Brasil ordena reactivar X tras 39 días de cierre por la desobediencia de Musk al juez
La plataforma ha acatado la orden de bloquear nueve perfiles bolsonaristas, nombrado una representante en el país y ha pagado una multa de cinco millones de dólares.
El magnate Elon Musk, el hombre más rico del mundo, echó un pulso Brasil, y a sus autoridades, y ha perdido. El antiguo Twitter, que el multimillonario bautizó como X al comprarlo, ha acatado una por una todas las órdenes judiciales que durante meses se resistió a cumplir, lo que derivó en el cierre por orden judicial del servicio durante 39 días en uno de sus mayores mercado mundiales. El magistrado Alexandre de Moraes, del Tribunal Supremo, ha ordenado este martes la reactivación de la plataforma después de que X bloqueara finalmente nueve perfiles de la órbita bolsonarista acusados de incitar al odio, pagara multas por 28 millones de reales (cinco millones de dólares) y nombrara una abogada con despacho físico como representante legal en el país. Los tuiteros tendrán que esperar unas horas hasta que las operadoras restauren el servicio.
“Decreto el fin de la suspensión y autorizo el retorno inmediato de las actividades de X Brasil Internet LTDA en territorio nacional y ordeno a Anatel (Agencia Nacional de Telecomunicaciones) que adopte las medidas necesarias para implementar la medida (…) en 24 horas”, escribe en el fallo Moraes, el juez más amado y odiado de Brasil. Hace como 15 días Musk empezó a dar pasos que indicaban que daba su brazo a torcer en el pulso con el juez. El regreso ha sufrido un retraso extra de algunos días porque la compañía ingresó el dinero de las multas en una cuenta bancaria errónea, según el tribunal.
En cualquier caso, el fin de la suspensión llega una vez celebradas las elecciones municipales brasileñas, por cuya integridad el juez Moraes temía. Eso no ha impedido que las noticias falsas hayan corrido veloces por otras redes.
Los 22 millones de tuiteros brasileños se quedaron sin X en cuestión de horas el pasado 30 de agosto, cuando Moraes ordenó la drástica decisión de suspender el servicio por desobediencia sistemática de exigencias judiciales por parte de la compañía de Musk, que se presenta como un abanderado de la libertad de expresión ilimitada.
Está por ver cuántos de los usuarios regresan tras este parón que desató una migración en masa a redes de la competencia como Bluesky, parecida al Twitter original, o Threads, de la familia Meta. Poco a poco han ido creandose allí una pequeña parte de la comunidad que habitaba el Twitter brasileño.
Pocos días después del cierre, Jefferson Nascimento, un abogado de derechos humanos hiperactivo en X, donde tenía 136.000 seguidores, ya había logrado reunir 40.000 seguidores en Bluesky. Pero el esfuerzo de empezar de nuevo desde cero le generaba un dilema que ahora deberá afrontar: “Te surgen muchas preguntas. ¿Y ahora qué pasa? ¿Volverá X? ¿Merece la pena invertir tanto tiempo y esfuerzo con tanta incertidumbre?”, decía entonces.
El magnate tecnológico, propietario también de Tesla y Starlink, contesto la clausura judicial tanto en los tribunales como a golpe de tuit. Además de hacer público parte del sumario, declarado secreto, Musk llegó a acusar al juez de manera reiterada de violar él mismo la ley, ser un dictador que da “órdenes de censura” para acallar a rivales políticos. “El pueblo de Brasil tiene que tomar una decisión: la democracia o Alexandre Moraes”, tuiteó en el frenesí del momento más intenso del conflicto.
El duelo de Musk con Brasil a cuenta de X asomó incluso en el discurso del presidente Luiz inicio Lula da Silva ante la asamblea general de la ONU en septiembre, en Nueva York. El futuro de América Latina, dijo el mandatario, “para por construir un estado sostenible, eficaz e inclusivo (…) que no se siente intimidado por individuos, corporaciones o plataformas que se creen por encima de la ley”.
El magnate tecnológico está en sintonía absoluta con el discurso pro libertad sin limites del expresidente Jair Bolsonaro, investigado por urdir un golpe de Estado. Miles de sus seguidores tomaron al asalto el corazón de la democracia brasileña a la semana de la toma de posesión de Lula.