Los cuentos escondidos de Julio Ramón Ribeyro en su archivo de París

El biógrafo del escritor peruano fallecido hace 30 años rescata del olvido unos textos inéditos que ahora se publican en Perú

Julio Ramón Ribeyro jugando ajedrez con Jorge Coaguila, a la postre su biógrafo.Miguel Carrillo

Hurgar en la gaveta de un escritor fallecido es asomarse a la intimidad de un creador. Adentrarse a un universo de dudas, osadías y frustraciones de quien libró innumerables contiendas con la página en blanco para escapar del olvido. Es, ante todo, explorar en una mirada sobre la vida y asistir en primera fila al milagro de la literatura.

Después de haber echado raíces en Europa, Julio Ramón Ribeyro, el cuentista mayor del Perú, murió en Lima, a los 65 años, en la cama de un hospital oncológico, en diciembre de 1994, justo cuando comenzaba a gozar de reconocimiento. Partió antes de la llegada de los primeros rayos solares del verano y a un par de semanas de recibir el Premio Juan Rulfo, el galardón por el que su nombre trascendió a los círculos literarios y resonó a nivel internacional.

Manuscrito de 'Invitación al viaje'Pinguin Random House

Desde entonces su comunidad de lectores —que con el tiempo se convirtieron en devotos— aprendió a convivir con la sospecha de que toda su obra no había sido publicada. Se basaban en que Ribeyro dejó este mundo luego de presentar tan solo dos tomos de sus diarios personales, acaso lo más celebrado de sus escritos junto a sus cuentos y aforismos. Otro tomo se publicó póstumamente en 1995, pero entre los tres solo abarcan desde 1950 hasta 1978. Era un hecho que La tentación del fracaso estaba incompleta, pero la inquietud era legítima: ¿Qué más podían contener sus archivos?

A Jorge Coaguila le tardó treinta años averiguarlo. A él, que Ribeyro lo denominó como su biógrafo, lo adoptó como su asistente y con el que jugó varias de sus últimas partidas de ajedrez. La empresa era compleja pues la decisión dependía exclusivamente de los dos herederos del legado ribeyriano: su viuda, Alida Cordero, y su único hijo, Julio. Construir confianza con ambos fue una ardua labor. Durante años les proporcionó datos sobre Ribeyro sin chistar a través del correo electrónico y les demostró que su interés por entender y difundir su literatura era genuino.

Alguna vez esa confianza corrió peligro, cuando en uno de sus viajes a Francia, Coaguila visitó a Alida Cordero en compañía de un periodista que encendió la grabadora sin pedir permiso y tiempo después describió aquel encuentro en un libro. “Usted ha llevado a un ladrón a mi casa”, le reclamó durante un evento público. Alida Cordero tenía un carácter imponente, no daba entrevistas y, como otras viudas de escritores célebres, despertaba antipatías al no haber novedades sobre los manuscritos del autor de Dichos de Luder.

Sea como fuere, cada vez que Coaguila la visitaba en París, en su departamento de la avenida Van Dyck, cerca del parque Monceau, uno de los más elegantes de la ciudad, Alida Cordero le mostraba parcialmente algún hallazgo. Una carta, un documento, un dibujo. En 2022, Coaguila publicó Ribeyro, una vida, un volumen de casi 600 páginas que aspira a ser la biografía total del escritor que mejor retrató los grises de la clase media urbana limeña. Un proyecto largamente esperado que probablemente convenció al hijo y a la viuda de que nadie había hecho más méritos que él para escudriñar en la gaveta del Flaco, como se le conocía al autor de silueta de alfiler que acostumbraba tener un cigarrillo entre los dedos.

Durante cinco días a la semana, de enero a marzo, Coaguila buceó en el inexpugnable archivo de Julio Ramón Ribeyro que se encontraba en un estante, en el pasadizo del departamento de Alida Cordero y no en la bóveda de un banco francés, como solía decir para despistar a los preguntones. Un mueble de puerta metálica repleto de miles de hojas sueltas y libretas en absoluto desorden que emanaba un aroma rancio a vainilla. Cada uno de esos papeles amarillentos era un fragmento de sus impulsos literarios y su andar. Manuscritos de sus novelas, agendas que lo acompañaron en Madrid o Amberes, fotos en sepia, textos inconclusos, apuntes de puño y letra, cartas e incluso recibos de pago, radiografías y otros documentos de salud.

En las dos primeras semanas, la viuda, una afamada comerciante de arte, no se despegó de Coaguila. Hasta que se dio cuenta que el patrimonio de su exesposo estaba en buenas manos y bajó la guardia, dejándolo a su libre albedrío. ¿Y qué has encontrado?, le preguntaban a diario los herederos que durante décadas prefirieron no husmear en aquel estante. Una mañana de invierno, Coaguila dio aviso del primer hallazgo: el mecanuscrito de un cuento inédito, de 1976, llamado “Monerías”. Una joya inesperada, llena de borrones, y dibujos a lapicero en los márgenes que, a diferencia de otros textos a medio camino, sí estaba acabado.

A fines de marzo, entrada la primavera, Jorge Coaguila motivó que el trío descorchara un vino blanco al anunciar que había rescatado en total cinco cuentos, concebidos en los años setenta, que no habían visto la luz: ‘Invitación al viaje’, ‘La celada’, ‘Las laceraciones de Pierluca’, ‘Espíritus’ y ‘Monerías’. Esperanzado, Julio Ribeyro se contactó con las oficinas de Penguin Random House en Perú, editorial que hace unos años publicó los cuentos completos de su padre y acordaron que serían sometidos a revisión por un equipo conformado por el director editorial, Johann Page, el editor Arthur Zeballos y el investigador Luis Rodríguez Pastor. El resultado es Invitación al viaje y otros cuentos inéditos (Alfaguara), el regreso póstumo del Flaco a cinco meses de cumplirse treinta años de su muerte y, además, la posibilidad de alcanzar los cien cuentos publicados, y redondear así una vida entregada a la palabra.

Page establece una clara diferencia con En agosto nos vemos, la novela que el Nobel colombiano Gabriel García Márquez quiso destruir y que acabó siendo publicada por orden de sus hijos. “Son cuentos culminados, en plena forma, que han seguido todo el proceso creativo y de los cuales el autor nunca renegó. Tres de esos cuentos perfectamente podrían ser incluidos en cualquier colección de los libros de Ribeyro y los otros dos tienen una calidad superlativa. Nos deslumbraron a todos. Esto hace que sea un libro con el que ya soñaría cualquier cuentista”, explica Page, quien remarca que el trabajo de edición consistió en cumplir la voluntad de Ribeyro, tomando en cuenta cada una de sus anotaciones para lograr la versión más fidedigna de lo que hubiese deseado.

El periodista Jaime Cabrera, creador de la plataforma literaria Lee por gusto, se adhiere a la expectativa positiva de quienes opinan que este libro es un rescate y no una publicación forzada. A tal punto que considera que Invitación al viaje y otros cuentos inéditos es el gran acontecimiento de la Feria del Libro de Lima (FIL) que comenzó este fin de semana. “No tendremos país invitado, pero sí un autor ausente que es el gran invitado de honor. Mucha gente se ha quejado de que en esta FIL no vendrá ningún Nobel, pero simbólicamente Ribeyro es el estelar de la Feria”, dice Cabrera, un profesor universitario que ha constatado en el primer semestre del año que los cuentos de Ribeyro tienen mucho que decirle a la juventud de hoy.

En un incidente que sus seguidores han calificado de ribeyriano, el 3 de julio Alida Cordero fue hallada sin vida, en su casa, a los 83 años. Apenas el día anterior Penguin Random House había anunciado el lanzamiento del libro. Acaso concluir esta gran misión la había liberado de las ataduras de este mundo. En cuanto a Julio Ramón Ribeyro alguna vez le preguntaron por qué escribía. Una de sus tantas respuestas cae como anillo al dedo a propósito del hallazgo: “Para continuar existiendo, una vez muerto, aun cuando sea bajo la forma de un libro, como una voz que alguien hará el esfuerzo de escuchar. En cada lector futuro, el escritor renace”. Si nada se interpone, el próximo año tendrá otra inmejorable oportunidad de revivir: Coaguila se encuentra en plena corrección de sus diarios personales hasta 1994. Completar los tomos de La tentación del fracaso es ahora el guiño al éxito de un biógrafo que tiene la llave maestra de la gaveta.

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