Una cubierta térmica a 5.000 metros: la estrategia de Maduro para salvar el último glaciar de Venezuela
Las autoridades cubren con un manto geotextil un pedazo de hielo de un tamaño menor a una cancha de fútbol, en una operación que ha levantado críticas de científicos y ambientalistas
En 1956, esquiadores europeos y venezolanos se lanzaron a 100 kilómetros por las montañas del Pico Espejo, en el estado andino de Mérida, en el primero y único campeonato de este deporte que se ha hecho en Venezuela. El Club Andino Venezolano, organizador de la competencia, aspiraba a demostrar que en un país tropical podría practicarse este deporte. Las imágenes de ese evento son el documento de una hazaña concebida a 4.700 metros de altura. También sirven de...
En 1956, esquiadores europeos y venezolanos se lanzaron a 100 kilómetros por las montañas del Pico Espejo, en el estado andino de Mérida, en el primero y único campeonato de este deporte que se ha hecho en Venezuela. El Club Andino Venezolano, organizador de la competencia, aspiraba a demostrar que en un país tropical podría practicarse este deporte. Las imágenes de ese evento son el documento de una hazaña concebida a 4.700 metros de altura. También sirven de referencia para mostrar cómo en apenas 70 años el cambio climático provocado por el calentamiento global arrase con todos los glaciares que hicieron a los venezolanos soñar con ser esquiadores en su propio país.
El último glaciar venezolano, que resiste el derretimiento desde el Pico Humboldt del Parque Nacional Sierra Nevada de Mérida, está en sus últimos días y en la ciudad andina asisten a su entierro entre protestas, preocupaciones de la comunidad científica y las renovadas aspiraciones del Gobierno chavista de intentar alargar artificialmente la vida de un trozo de hielo más pequeño que un campo de fútbol, de menos de dos hectáreas, de las más de 300 que tuvo a principios del siglo pasado.
Las autoridades ambientales de Venezuela han emprendido una costosa maniobra para cubrir el remanente del glaciar de La Corona con una cubierta geotextil, similar a la que usan en países alpinos para proteger las pistas de esquí durante el verano. El presidente Nicolás Maduro pidió en diciembre hacer “todo el esfuerzo” para salvar el glaciar. Hace unas semanas, el gobernador del estado Mérida, Jehyson Guzmán, del partido oficialista, apareció en fotos cargando uno de los 35 rollos de manto térmico adquiridos por el Gobierno para desacelerar el derretimiento. El plan tiene las ambiciones de una operación militar. Para desplegar esta cubierta de polipropileno de 80 kilos de peso cada una se han movilizado dos helicópteros de las Fuerzas Armadas a la escarpada cima y más de 100 personas.
Al pie de la montaña, en la Plaza Bolívar de Mérida, ambientalistas, montañistas y vecinos se han organizado esta semana para recoger firmas en rechazo a la operación del Gobierno y exigir el retiro de la cubierta colocada. Piden que el Gobierno aborte los planes que todavía siguen en curso. “No al plástico” es una de las principales consignas, que traduce una de las preocupaciones sobre esta medida. “La reducción del glaciar es un proceso natural que se ha visto acelerado por el cambio climático en los últimos años”, explica el profesor Elides Sulbarán, ingeniero forestal, especialista en ordenación del territorio y miembro de la Comisión Mundial de Áreas Protegidas de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza. “El retroceso de los glaciares está registrado desde finales del siglo XIX. Don Tulio Febres Cordero, en su periódico El Lápiz, reportaba la notoria reducción de las secciones de la sierra cubiertas por glaciares. Posteriormente, Alfredo Jahn en 1910 y Carlos Schuber en 1950 reportaban en sus mapeos el avance de este proceso”. Una providencia de 2018 prohibió la escalada y el ingreso con crampones sobre el glaciar del Humboldt, por la inestabilidad de su superficie.
El derretimiento de los glaciares, en especial los tropicales, es inexorable. El Panel Intergubernamental de Cambio Climático ha señalado que este fenómeno es un indicador clave para la evaluación de los efectos del calentamiento global. Es por ello que sectores científicos en Venezuela advierten que la superficie que intenta salvar el Gobierno ya ni quiera puede considerarse un glaciar, por lo que cuestionan la costosa inversión en una medida que no tendrá ningún efecto y sí podría generar consecuencias mayores como la contaminación por microplásticos producto de la descomposición del material térmico, como advierten comunicados de distintos gremios. “Al plastificar una montaña se viola el plan de ordenamiento del parque nacional y produce una grave alteración grave del paisaje. Esto ocurre de manera intempestiva y sin conocer estudios de impacto ambiental que exige la ley”, advierte Sulbarán, que por 30 años trabajó en Inparques, el organismo que vela por las áreas protegidas en Venezuela.
La vida conquista el vacío
A falta de nieve, la avalancha es de incertidumbres. La física e investigadora Alejandra Melfo es parte del proyecto Ultimo glaciar de Venezuela, apoyado por National Geographic Society, la Universidad de Los Andes, el Observatorio Nacional contra Cambio Climático y otros socios internacionales que han podido hacer evaluaciones recientes de la situación del glaciar de La Corona. A finales de 2023, subió a la cima y lo vio gris y muy resquebrajado, con huecos en los que se han formado pequeñas lagunas. El equipo de este proyecto no es parte de la operación que lleva adelante el Gobierno. “Esto de cubrir los glaciares no es nada novedoso, pero nunca se ha hecho en glaciares tropicales que no tienen estaciones de invierno y verano. Tampoco se ha hecho en un glaciar en ese estado. No sabemos qué puede pasar”, comenta Melfo por teléfono desde Mérida.
La investigadora va acumulando preguntas sobre las que busca información, como la frecuencia con que se planea descubrir el glaciar, en qué áreas se va a poner, cuáles son los números que soportan esta operación y qué afectaciones puede generar la logística para colocar y quitar la cubierta en un ecosistema tan delicado. “Es difícil saber incluso cuánta masa queda. En Venezuela ni siquiera hay glaciólogos”. Venezuela será el primer país andino en quedarse sin glaciares. Y en los próximos meses, con la entrada del fenómeno de El Niño, la reducción de las lluvias y el aumento del calor podrían ser un factores que terminen de acelerar ese proceso. “La Tierra ha pasado por muchos cambios climáticos, pero este lo estamos provocando nosotros”, advierte la científica.
Melfo se ha dedicado a la investigación de los procesos de sucesión primaria, es decir, lo que ocurre en la roca desnuda tras el retroceso de los glaciares. Estudia la vida después del deshielo. “Hay microorganismos que viven en el hielo y van a desaparecer y si no los estudias no vas a saber que existieron. La vida siempre va a conquistar los espacios vacíos. Lo que no sabemos es cómo lo hace. A lo largo de la ladera que se va poniendo más caliente, empiezan a subir plantas que viven más abajo y generan interacciones de facilitación como las de los musgos y líquenes. Hemos visto que en espacios hostiles, hay más facilitaciones y las plantas no compiten, sino que cooperan”, explica la investigadora nacida en Uruguay que adoptó Venezuela como casa hace más de cuarenta años. Además, en varios sectores de esta sierra hay estaciones de GLORIA, una iniciativa global para el seguimiento del cambio climático en las cumbres. “Sin botas y sin sueldo, los ecólogos seguimos subiendo a las montañas a hacer los estudios”.
La colocación de la cubierta puede comprometer la continuidad de los estudios de microbiología del glaciar que hasta el momento se hacían en un ambiente casi prístino y sin intervenciones. Uno de los principales hallazgos de estas investigaciones, apunta Melfo, es que frente a la velocidad con que avanza el deshielo de los glaciares por el calentamiento global, la recomposición de un nuevo ecosistema ocurre muy lentamente. De ahí, recuerda la urgencia de tomar medidas ante lo que el glaciar del Humboldt está mostrando. “En estos casos las recomendaciones siempre son las mismas. Deberíamos utilizar lo que está pasando en el Humboldt para adoptar medidas de adaptación al cambio climático como la reducción del uso de los combustibles fósiles. No es verdad que sea imposible encontrar otras fuentes de energía”.
Siga toda la información de El PAÍS América en Facebook y X, o en nuestra newsletter semanal.