Las familias claman por repatriar los cuerpos de los colombianos muertos en Ucrania: “Esta guerra es una carnicería para los extranjeros”
Los restos mortales de cientos siguen sin poder regresar al país, y varios allegados denuncian no recibir la indemnización que promete el ejército de Kiev
La última vez que Marta Sarmiento habló con su marido fue un viernes. Él se había afiliado al ejército de Ucrania para combatir en la guerra contra Rusia, atraído, como tantos, por las jugosas ofertas salariales. Ese día, Ricardo Velásquez le dijo que iba a salir a una misión en el frente de batalla. La preocupación se instaló de inmediato. “Lloré todo el fin de semana, fui a misa y me sentía mal”, cuenta. La corazonada de que algo malo había ocurrido la confirmó el lunes: él había muerto. Un dron ruso lo atacó mientras intentaba huir.
De eso, ya han pasado más de nueve meses. Marta pudo confirmar que Ricardo murió en marzo por el testimonio de un compañero y por un canal de Telegram ruso que anuncia las bajas del lado contrario. Pese a todo, oficialmente él está desaparecido y ella recibe su sueldo. Para resolver sus dudas, ella viajó a Ucrania en junio. Gastó unos 4.000 dólares para obtener respuestas, pero regresó con más preguntas.
“Sin un certificado de defunción tenemos muchos inconvenientes aquí en Colombia. Los bancos nos llaman a toda hora, las entidades no nos dejan en paz. Aunque sabemos que él falleció, ante el sistema él sigue vivo”, dice desde Santa Marta, en donde vive con su hija de 12 años. El lado humano es otra agonía: “Sin sepultura, el duelo es más difícil. Varios comandantes me han dicho que es muy probable que nunca recupere su cuerpo”. Algo parecido le dijeron los funcionarios de la Cruz Roja cuando fue a Ucrania, que se trataba de un proceso de años.
La situación de Marta se propaga conforme pasan los meses de una guerra que inició en febrero de 2022 y no tiene visos de llegar a su fin. Entre 2.000 y 3.000 colombianos se han ido de voluntarios a luchar en el ejército de Ucrania, según varios cálculos. La Cancillería reconoce que han muerto al menos 300 connacionales, pero la cifra es mucho mayor, según las familias, si se suman aquellos que son dados por desaparecidos, al no haberse podido recuperar sus cuerpos en el territorio controlado por Rusia.
Marta ahora es voluntaria en una asociación llamada La voz de los que ya no están, que agrupa hasta 250 familias que, una vez confirmaron —oficial o extraoficialmente- la muerte de sus allegados, han comenzado a reclamar la repatriación de sus cuerpos y las ayudas que prometió el Gobierno liderado por el presidente Volodímir Zelenski a los voluntarios extranjeros. A inicios de diciembre, varios de ellos se manifestaron en el centro de Bogotá para exhortar a la Cancillería a obtener respuestas por parte de Kiev.
EL PAÍS ha conversado con siete familias de combatientes colombianos del ejército ucranio que han muerto en los últimos meses. El relato de todas las fuentes —casi siempre mujeres— tiene varios puntos en común: los reclutas usualmente tienen experiencia militar en Colombia y son tentados por las ofertas de altos salarios que hacen las autoridades del país europeo. Se enteran a través de redes sociales, principalmente TikTok, y pronto se van a la guerra. Algunos más preparados que otros: unos compran seguros de vida en caso de morir en el conflicto y dejan sus bienes a nombre de sus parejas para evitar problemas burocráticos. Muchos de ellos son padres.
José Elkin Valdés luchó más de dos años en Ucrania. Había sido soldado de las Fuerzas Especiales colombianas y estaba retirado cuando decidió entrar en la guerra. Su familia dice que no lo motivaba el dinero, sino el combate. “Ser militar es lo único que él conocía. Entró al ejército a los 18 años. Cuando se fue tenía 41”, explica su exesposa, Yaderly Tique. Ambos tienen un hijo: Alejandro, estudiante de Derecho.
El militar estaba en contacto constante con ellos, hasta que a mediados de junio dejó de responder a los mensajes. Se enteraron, a través de un compañero de batallón, que había recibido un tiro en la cabeza. “La guerra es una carnicería para los extranjeros. De aquí a 10 años nadie va a recordar a mi padre. Los que se van se convierten en un número de una estadística. Van a ser un número más en una placa conmemorativa, ni siquiera una estatua. Y me pregunto: ¿para qué? Hay tantos hogares destruidos, y no hay ningún punto”, lamenta el joven Alejandro entre lágrimas.
El caso de esta familia es particular. José Elkin se casó con otra mujer antes de irse a Ucrania, y ella es la que ha recibido la información de primera mano. Solo ella viajó a Ucrania para la sepultura, porque el cuerpo fue recuperado. “Nos hizo una videollamada cuando abrieron el féretro y lo vi directamente”, indica Alejandro, que no sabe cuándo podrá ir a la tumba de su padre, y menos si alguna vez podrá traerlo de vuelta a Colombia. Él, pese a ser su hijo, no recibe ni un peso de indemnización por la muerte de José Elkin.
La embajada de Ucrania en Lima, concurrente para Colombia, señala en una respuesta escrita que “en caso de fallecimiento en combate, los familiares tienen derecho a una compensación económica única”. El monto, establecido por ley, es de alrededor de 3.500 dólares mensuales, en unos 80 pagos. La delegación reconoce que “hay razones por las cuales puede demorarse o no proceder” el desembolso. En la “abrumadora mayoría de los casos”, añade, es por falta de documentación, aunque hay otras excepciones. Por ejemplo, la mujer que vivía en unión libre con el fallecido no será indemnizada, porque este vínculo no es reconocido en Ucrania.
Además, la representación diplomática explica que la categoría de desaparecido predomina “si el cuerpo no fue recuperado y no fue verificado con ADN” aun si hay fotos, videos o testimonios de una muerte. “Dichos cuerpos pueden ser recuperados más adelante, cuando cambie la línea del frente. El reto consiste en que nadie en el mundo sabe cuando podría suceder la recuperación e identificación. A veces son días. A veces son meses. Pueden ser varios años. Hasta hoy en Europa siguen encontrando los cuerpos desde la Segunda Guerra Mundial”.
El de Angélica Morales es uno de los pocos casos de éxito, si es que recibir un hermano en un féretro se le puede llamar como tal. El cuerpo de Fernando Morales, que murió de 30 años, llegó la semana pasada a Colombia. Su sepelio se llevó a cabo el pasado 14 de diciembre. Angélica cuenta que él se fue a Ucrania a finales de agosto y que tuvo noticias suyas hasta el 30 de octubre. Como en muchos otros casos, confirmó, por el testimonio de un compañero, que su hermano había fallecido, tras ser atacado por un dron cuando estaba en la trinchera.
Al haber muerto en territorio controlado por Kiev, fue más fácil llevar a cabo la identificación y repatriación del cuerpo. En una carta revisada por este diario, el Consulado de Colombia en Varsovia (Polonia) confirma que Fernando murió el 9 de noviembre. El documento pedía la autorización de contratar una casa funeraria para transportar al fallecido y realizarle una autopsia. La familia también debía estipular si querían recibir el cuerpo o las cenizas. Ahora atesoran un video en el que se ve la llegada del ataúd a Colombia, envuelto en un plástico negro. “Mi otro hermano tuvo que hacer el reconocimiento. La cara de Fernando ya no era igual, así que confirmamos que era él por sus tatuajes y una cicatriz que tenía en la mandíbula”.
Angélica asegura que su familia “es afortunada en medio de tanta desgracia”. “Uno ve a muchas familias desesperadas intentando traer a los suyos y muchas no pueden. Tener el cuerpo y haberlo enterrado ayuda a cerrar el ciclo”.
Varios colombianos que han salido con vida de la guerra confirman la veracidad de los puntos en común de estos relatos. Uno de ellos afirma que el ejército ucranio paga más a los reclutas que deciden ir a la línea del frente y que, por eso, hay tantos extranjeros muertos. Esa situación ya ha puesto en alerta a Colombia. El Congreso aprobó una proyecto para prohibir la actividad mercenaria, porque hay muchos que viajan como contratistas privados. El presidente Gustavo Petro aún debe avalar su contenido para que sea ley, pero esta legislación no cobija a aquellos que se hacen voluntarios del ejército nacional de otro Estado, como sucede la mayoría de los casos en Ucrania.
En redes sociales, principalmente TikTok, se publican a diario videos de los que combatientes colombianos piden a su Gobierno que los rescate. Ocurren mientras el conflicto se prolonga. Este sábado, el ejército ruso anunció que había “liquidado” a una unidad de colombianos en la región fronteriza de Járkov.
Marta dice que su marido era consciente de los riesgos que conllevaba alistarse. “Me dejó un seguro de vida y las cosas a mi nombre. Pero sabemos de muchos casos de familias campesinas o indígenas, que no conocían los riesgos y ahora no tienen ni cómo enterarse de que sus hijos han muerto”, apunta. Aunque entiende que su duelo será largo, siente aún más pena por su hija: “Ella no habla del tema, pero su psicóloga me dice que algún día va a estallar ese dolor. Es inevitable”.