Laura Sarabia enfrenta una tormenta de acusaciones tras salir de la Casa de Nariño
Los enemigos de la ahora canciller dentro del Gobierno interpretan que ha perdido el favor del presidente y tratan que sea destituida
Durante un tiempo de Laura Sarabia se hablaba en voz baja. Al comienzo del Gobierno de Gustavo Petro acumuló tal cantidad de poder que nadie se atrevía a confrontarla en público por miedo a contrariar al presidente. Sarabia eran sus ojos y su bastón: no daba un paso sin ella. La primera dama, Verónica Alcocer, la acogió en la familia como una hija más. Los ministros tenían que pasar por ella si querían darle un recado al presidente. Algunos se sintieron ninguneados y se quejaban de que, a sus 30 años, no había hecho méritos para tener una posición semejante. La acusaron de aislar al jefe de Estado y de transmitirle solo la información que le convenía. Se rodeó de poderosos, entre ellos algunos de los empresarios más ricos del país, y aliados de todo tipo, pero también cosechó muchos enemigos. Ahora que Petro la ha nombrado canciller y ha desalojado el despacho que tenía junto al suyo, sus adversarios la ven débil e interpretan que ha perdido el favor del presidente.
Ella siente que la quieren destruir, según cuentan desde su entorno. Los otros, que han llegado el momento de que todo salga a la luz. Varios ministros, operadores políticos de Petro y hasta la vicepresidenta Francia Márquez la han criticado en público, sin miramientos. Esta semana ha rendido declaración ante la Fiscalía, que investiga la financiación de la campaña de la izquierda en 2022. Esa misma institución tiene un caso abierto contra ella y su hermano Andrés por enriquecimiento ilícito. Se han publicado casos ―no demasiado robustos― de que ha influido para nombrar notarios, consejeros, directores de instituciones públicas. Su nombre aparece casi a diario en todo tipo de cuestionamientos.
Su vacío en la Casa de Nariño, la residencia presidencial, lo ha ocupado Armando Benedetti. Su mayor enemigo. Esa pasión tan fuerte que siente el uno por el otro viene dada porque hace tres años eran íntimos. Gemelos. Él era el jefe, entonces era senador, y ella su subordinada, pero su relación era de dependencia mutua. Benedetti intuyó que Petro iba a ser presidente y se ofreció a ser su jefe de campaña. Hicieron una gran dupla, y a la vista está que Petro acabó siendo presidente. Benedetti le presentó a Sarabia y Sarabia creó el mismo tipo de relación con Petro. El dúo fue un trío. Pero él acabó lejos, como embajador en Caracas, y ella cerca, como jefa de Gabinete. Eso destrozó su relación.
Ella parecía haber ganado la partida, pero, de forma sorprendente, es él quien está ahora junto a Petro. El presidente la ha hecho a ella canciller y le ha encargado a Benedetti que saque adelante las reformas que hasta ahora se han estancado y que ponga orden en un Gobierno caótico. Se dijo que habían firmado un pacto de no agresión, pero eso nunca se llegó a tratar. Sarabia y Benedetti no se hablan. Apenas han intercambiado unos mensajes de eventos institucionales en estas semanas. Sin embargo, en el entorno de Sarabia creen que Benedetti está detrás de muchos de los ataques a ella. Que él no olvida y que quiere hacerla caer antes de que acabe el Gobierno, en 2026. La gente de Benedetti sostiene que no existe ningún complot y que el nuevo ministro de Interior está centrado en sacar adelante este Gobierno que ayudó a alzarse al poder.
El equipo de Sarabia considera desproporcionados los ataques: “Pide su cabeza a Petro. Pero no han entregado ni una sola prueba, ni un solo testimonio sólido. Todo bajo fuentes anónimas. Dicen que tiene más dinero que Luis Carlos Sarmiento (el empresario más rico del país); es absurdo. Cada día hay una historia nueva”. Francia Márquez dijo que Sarabia le había faltado el respeto y que había sido un impedimento para tener una buena relación con el presidente. Después de esas declaraciones, ambas mantuvieron una reunión y limaron asperezas.
La propia izquierda no le tiene mucho afecto a Sarabia, a la que consideran una usurpadora del poder. Hasta mujeres feministas del Gobierno, como la ministra Susana Muhamad, han cargado contra ella. También un asesor muy cercano a Petro desde hace tres décadas como Augusto Rodríguez. O alguien con la influencia de Alexander López ―él se queja del acceso de ella al presidente; ella del oportunismo electoral de él―. La actitud de Gustavo Bolívar, un antiguo aliado de Petro y responsable ahora del DPS, la entidad de las ayudas sociales, llama mucho la atención en la Cancillería. “Antes no paraba de criticar a Benedetti, decía que nunca trabajaría con él. Le parecía lo peor de lo peor. Y ahora dice que con él ha habido un cambio sustancial. Sencillamente, Bolívar ha visto que ahora tiene mucho poder de verdad”, dicen estas fuentes. La W Radio publicó una investigación que involucra a Sarabia, supuestamente, en una trama de pagos de un lobista con unas instituciones prestadoras de salud. “Bolívar trinó a los cinco minutos de que saliera esa investigación”, añade. Y lo hizo sin miramientos. “¿Es bueno para Colombia tener una canciller que esté mencionada en este escándalo? El titular de ese cargo, que representa en el mundo a 52 millones de personas, no admite ni una sola sombra de duda sobre sí. Vinimos a luchar contra la corrupción y como dijo el presidente Petro, que caiga quien tenga que caer”, escribió en redes sociales. La guerra entre Sarabia y Bolívar es total. Y pública.
Los miembros del Gobierno libran ahora mismo lo que se puede considerar una guerra civil alrededor de Petro. El presidente, sin embargo, no parece inmutarse. Uno de los ministros más importantes lo ve así: “Al presidente le gusta vernos pelear. Pudiera tener una posición mucho más activa y no dejar que nos matemos unos a otros sin sentido”. En el ya célebre Consejo de Ministros de hace tres semanas, donde quedaron a flote todas las fracturas del gabinete, Petro no puso freno a ninguna de las discusiones. De hecho, mantiene a algunos de sus consejeros que se han atacado en público, y no es que lo hayan hecho de cualquier cosa. Se acusan mutuamente de corrupción y de haberse quedado con dinero que un contrabandista quiso meter en la campaña. Los gerentes lo evitaron. De no ser así, la Presidencia de Petro hubiera quedado tocada de muerte cuando se hubiera revelado.
La situación es de máxima tensión. Sarabia sabe que algunos de sus compañeros de Gobierno quieren echarla a toda costa. Ella siente que no ha perdido el favor del presidente, sino que después de un tiempo la relación entre ellos ha evolucionado y se encuentra en otro estadio. Las palabras que él le dedicó a ella en una entrevista que concedió a EL PAÍS han alimentado las especulaciones: “Es una buena organizadora y una mujer joven. Cuando se es joven hay que madurar y hay que saber por cuál mal camino no se madura”. Los enemigos leen entre líneas que ya no la quiere. Ella resiste y se dice dispuesta a dar la batalla. Se vienen meses de fuego cruzado.