¿Del “modo democrático” al “reinicio democrático”?

Como ciudadanos, no tenemos otra alternativa que vencer el miedo y tener el coraje de “reiniciar la democracia” para salir del actual “modo democrático”, una realidad distópica de mayorías desengañadas y desesperadas

Donald Trump en Davenport, Iowa, el 13 de marzo de 2023.Scott Olson (Getty Images)

Parece existir un consenso universal sobre la crisis de la democracia liberal, pero no acerca de sus causas. Entre las principales aparece la crisis de representación política, cuyo talón de Aquiles es la degradación de los partidos políticos a simples empresas electorales que, la mayoría de las veces, los convierte en testaferros de intereses empresariales y corporativos en lugar de gestores y canalizadores de intereses públicos y generales.

Semejante divorcio entre las aspiraciones y neces...

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Parece existir un consenso universal sobre la crisis de la democracia liberal, pero no acerca de sus causas. Entre las principales aparece la crisis de representación política, cuyo talón de Aquiles es la degradación de los partidos políticos a simples empresas electorales que, la mayoría de las veces, los convierte en testaferros de intereses empresariales y corporativos en lugar de gestores y canalizadores de intereses públicos y generales.

Semejante divorcio entre las aspiraciones y necesidades ciudadanas, que condicionan y determinan su voluntad política en las urnas, y la gestión plutocrática de sus representantes y gobernantes en la administración pública, ha terminado por generar un peculiar “modo democrático” de vivir que tiene a los Estados liberales al borde de su eclipse total.

Una de las expresiones más significativas de ese “modo democrático” de vivir ha sido la aparición de dos temperamentos y ánimos entre sus ciudadanos, que han terminado siendo animosidades irreconciliables. De una parte, está la complacencia y satisfacción creciente de quienes han prosperado y afianzado sus intereses gracias a la proximidad con ese modo de gobernar, una especie de centro estatal generador de bienestar y privilegios. De la otra, encontramos mayorías desengañadas y desesperadas que cada día están más alejadas y son expulsadas o desconocidas por ese “modo democrático” de gobernar al punto de quedar en la periferia, despojadas de su ciudadanía, ese “derecho a tener derechos”, según la precisa la definición de Hannah Arendt.

Así, cada día, en forma casi imperceptible, las sociedades se van escindiendo en temperamentos democráticos irreconciliables, entre aquellos que bien se sirven del “modo democrático” de vivir y los otros que solo lo padecen. Cada vez hay menos ciudadanos que viven la democracia en forma plena y pueden ejercer sus derechos civiles, políticos y sociales, y muchos más plebeyos que carecen de los mismos.

Para los primeros, la democracia se agota en el horizonte de sus negocios, sus demandas de mayor seguridad para gozar de plena libertad y su hostilidad contra todos aquellos que amenace tan peculiar y privado “modo democrático” de vivir. Mientras los segundos, la mayoría, viven como plebeyos, casi siervos, aparecen como una amenaza inminente para el “modo democrático”, pues nunca han gozado plenamente de los derechos ciudadanos o están siendo despojados progresivamente de su dimensión social: empleo estable, salud, educación, vivienda, seguridad social y medio ambiente sano. Por eso fácilmente son deslumbrados y engañados por demagogos que les prometen su redención.

Otros millones deambulan como parias desde el sur hacia el norte, del este al oeste y huyen de los cuatro jinetes del apocalipsis, atraviesan desiertos, mares y selvas, donde miles pierden sus vidas y sueños en medio de salvajes travesías. Esa diáspora de inmigrantes cae en manos de traficantes que, como los jinetes de los cuatro caballos, convierten sus vidas en pesadillas mortales y sus sueños de gloria en derrotas infernales. Para colmo, cuando creen haber llegado a tierra firme, sus vidas naufragan en el terreno cenagoso de burocracias estatales que les niegan sus derechos fundamentales. Son sometidos a una implacable persecución y estigmatización por líderes políticos ultranacionalistas y xenófobos que canalizan en las urnas la aporofobia visceral de sus electores.

Así lo hizo Trump con una mayoría de latinos que lo eligió para impedir la llegada de miles de sus compatriotas que, por pobres, seguro consideraron una amenaza indeseable a su “modo democrático” de vivir y prosperar. Pero también acontece en Europa, con el auge de los partidos de ultraderecha, celosos protectores y promotores del “modo democrático” de vivir de sus complacidos y orgullosos ciudadanos.

Por eso, la pregunta de cómo pasar de ese “modo democrático” —profundamente desigual, injusto y violento— al “reinicio democrático”, está siendo respondida en forma letal por el auge inusitado de las facciones de ultraderecha, que no pueden ser consideradas partidos democráticos, pues niegan el derecho de todos a la igualdad de oportunidades para llevar una vida decente y digna. Quizá la única manera de hacerlo sea “reiniciando la ciudadanía” como ese “derecho a tener derechos”. Pero para ello se precisan nuevos liderazgos políticos y menos mercaderes políticos que proliferan con su demagogia —más allá de sus falaces y roídas banderas partidistas de centro, derecha o izquierda— que enarbolan por todas las latitudes, desde el norte expoliador hasta el sur expoliado.

Banderas como ‘America First’ y ‘Make America Great Again’, enseñas de un dúo autoritario y soberbio, Donal Trump y Elon Musk. El primero anunció en campaña que será un dictador durante su primer día como presidente, el 20 de enero de 2025, cuando ordenará el “cierre de la frontera y pueda perforar, perforar y perforar”, refiriéndose a la exploración de nuevos pozos petroleros. Y el segundo, con su ambición sideral de acumular, acumular y acumular, pues ya la Tierra se le quedó pequeña, estará a cargo de un nuevo “Departamento para la eficiencia gubernamental”, lo que augura una fuente más de ingresos desconocidos para el complejo tecnológico digital, la inteligencia artificial y sus alcances impredecibles de control y manipulación de ciudadanos cautivos en sus redes, más las catástrofes que puedan desatar políticas públicas y decisiones políticas generadas por una burocracia virtual. No por casualidad su red social es una enorme X, que amenaza con tachar y eliminar todo aquello que se oponga a sus designios.

Por eso, como ciudadanos, no tenemos otra alternativa que vencer el miedo y tener el coraje de “reiniciar la democracia” para salir del actual “modo democrático”, tan parecido a esa mezcla tanática y distópica vislumbrada por Aldous Huxley y George Orwell en sus respectivas obras, Un mundo feliz y 1984. Todo parece indicar que nos ha llegado la hora de releer Rebelión en la granja sin dejarnos someter como los cerdos a mando de Napoleón o cualquier otro líder salvífico, como a muchos les sucede ahora o lo desean para mañana.


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