Petro y Maduro: el que calla otorga

Hay un largo camino entre decir que “Petro considera que las elecciones en Venezuela fueron un error” a resaltar que Petro dice que un cambio de Gobierno en Venezuela no es realista

Nicolás Maduro y Gustavo Petro en el Palacio de Miraflores en Caracas, Venezuela, en abril 2024.Anadolu (Anadolu via Getty Images)

Tal vez fue la respuesta, larga y nebulosa, aunque sin duda calculada, la que logró que lo que dijo el presidente Petro pasara por debajo del radar. Tal vez fue el cansancio, que ya tenemos todos, ante tanto lío, tanto problema, tanta amenaza, tanta guerra, que hizo que mejor quisiéramos pasar esa página sin chistar. Tal vez es la desesperanza que lleva a preferir mirar hacia otro lado y preferir un partido de fútbol o una telenov...

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Tal vez fue la respuesta, larga y nebulosa, aunque sin duda calculada, la que logró que lo que dijo el presidente Petro pasara por debajo del radar. Tal vez fue el cansancio, que ya tenemos todos, ante tanto lío, tanto problema, tanta amenaza, tanta guerra, que hizo que mejor quisiéramos pasar esa página sin chistar. Tal vez es la desesperanza que lleva a preferir mirar hacia otro lado y preferir un partido de fútbol o una telenovela o una fiesta, antes que hacerle frente a la realidad. Pueden ser tantas cosas o tal vez todas a la vez que, hace tres días, cuando por fin hubo claridad sobre la posición que el actual Gobierno va a tomar ante el robo de las elecciones en Venezuela, ya no hubo grandes titulares, ni el tradicional debate de voces altisonantes. Sencillamente, pasó como si fuera una cuenta más del rosario de condenas que estamos obligados a vivir.

Si se revisan los titulares de la prensa, parece que se hubiera destacado una frase errónea o al menos la menos importante dentro de lo que dijo el mandatario. Porque hay un largo camino entre decir que “Petro considera que las elecciones en Venezuela fueron un error” a resaltar que Petro dice que un cambio de Gobierno en Venezuela no es realista.

La primera opción es llover sobre mojado. La segunda es la visión u opinión de un jefe de Estado que hasta hace pocas semanas exigía la presentación de las actas del conteo de votos para determinar el verdadero resultado de un proceso electoral, pero que ahora concede o acepta que con actas o sin ellas no habrá (ni se hará) nada que cambie el fraude electoral promovido por el régimen de Nicolás Maduro.

Atrás quedó el llamado democrático exigiendo la presentación de los documentos que validarían (o invalidarían) la supuesta elección proclamada el 28 de julio. Ya no hay reclamo. O, bueno, sí lo hay, pero este se atomiza en un ejercicio propio de ilusionistas al decir que no hay elecciones libres, ni por la amenaza del carcelazo a quienes respalden a la oposición, ni por la existencia de un bloqueo económico que ejerza presión sobre los votantes. En pocas palabras, Maduro se robó las elecciones, pero la culpa es de Estados Unidos.

El razonamiento podría tener sentido de no ser porque esta no es la primera vez que Maduro y su régimen hacen papilla con un resultado electoral para imponer lo que a ellos les conviene. El razonamiento sería lógico de no ser porque las sanciones llegaron después del primer golpe que Maduro dio a la democracia de su país. El razonamiento no sería absurdo si al final este no terminara por beneficiar a aquellos que se han dedicado a quebrantar de manera evidente no solo la democracia, sino los derechos humanos en Venezuela.

¿Qué hace falta para el titular diga lo que ya dejó entrever el presidente? Que Colombia, por ahora, acepta el fraude de Maduro. Que Colombia seguirá haciendo negocios, acuerdos y demás con un país cuyo Gobierno es indigno. ¿Qué hace falta para que veamos un encuentro entre Petro y Maduro? Tal vez sea una escasez de gas. Una situación urgente como esa podría ser el escenario ideal para normalizar lo que ya se deja entrever. Por eso la respuesta nebulosa de Petro a un diario en el Brasil fue mucho más que llamar “error” las elecciones en Venezuela, pero ya estamos tan cansados de ese tema (y de tantos más) que resulta mejor dejar de pensar y ante el horror callar.


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