Negacionismo, irrespeto y ‘show’

Miguel Polo Polo nos mostró que la deshumanización no conoce límites. Con su pieza de redes sociales confirmó que para algunos líderes políticos no hay reglas, no hay ética; hay estrategias de mercadeo

Homenaje a las víctimas de ejecuciones extrajudiciales hecha por las Madres de Soacha en Bogotá, en octubre de 2023.Luisa Gonzalez (REUTERS)

Hay límites que no están en códigos ni en leyes. Que tienen que ver con la ética y una mínima decencia. Se cruzan estos límites cuando se pierde la noción de respeto por los demás seres humanos. El representante a la Cámara Miguel Polo Polo tiró a la basura las botas de caucho intervenidas artísticamente como un símbolo de memoria en homenaje a las víctimas de falsos positivos. Al hacerlo pasó esa línea qu...

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Hay límites que no están en códigos ni en leyes. Que tienen que ver con la ética y una mínima decencia. Se cruzan estos límites cuando se pierde la noción de respeto por los demás seres humanos. El representante a la Cámara Miguel Polo Polo tiró a la basura las botas de caucho intervenidas artísticamente como un símbolo de memoria en homenaje a las víctimas de falsos positivos. Al hacerlo pasó esa línea que no tiene retorno. No hay manera de justificar la agresión contra una madre en duelo. Un acto negacionista y un mensaje de odio convertidos en show para las redes sociales.

Algunos pueden considerar que es asunto menor en un país que desde hace mucho tiempo ha pasado ya todos los límites: aquí asesinaron jóvenes en estado de indefensión para mostrarlos como bajas en combate, aquí han descuartizado y desaparecido a miles, han arrasado pueblos, han desplazado familias, han ultrajado a niños y mujeres de mil maneras. En este país en guerra lanzaron un tatuco contra una iglesia llena de civiles que se refugiaban de un fuego cruzado y se tomaron un palacio de justicia en un acto que terminó en masacre. Aquí matan líderes sociales todas las semanas, los grupos ilegales atacan civiles con impunidad y se pone precio a la cabeza de soldados y policías en ese llamado “plan pistola” que aparece de tanto en tanto. El secuestro ha robado la dignidad humana de cientos de personas y se reclutan menores de edad para la guerra. Parecía que no quedaba nada más en ese infierno de la violencia. Sin embargo, el congresista Polo Polo logró ir más allá.

El líder político llegó a ultrajar la memoria de las víctimas, agredir a madres en duelo, negar la existencia misma de sus hijos y hacerlo todo con el fin de convertir el acto en una pieza para redes sociales con la que buscaba lo que logró: visibilidad, clics, notoriedad, aplausos. Porque hay quienes aplauden lo que hizo. No es el único que cayó en ese hueco sin fondo de la pérdida de humanidad. Ese estilo de “todo vale” vende mucho. Debe estar celebrando el representante por haber sido tendencia por tantos días. Debe sentirse ganador, influencer, arrollador, con el ego inflado. Debió sumar muchos seguidores.

El negacionismo sobre graves delitos de lesa humanidad ha sido recurrente en la historia. Borrar huellas de atrocidades, querer ocultarlas, ha sido una herramienta muy usada. Todavía hoy existen personas y grupos que niegan el Holocausto con todo lo que eso significa de agresión para el pueblo judío que lo padeció. Todavía hoy en Colombia se niega la existencia de un conflicto armado que lleva más de sesenta años poniendo muertos. Hoy vivimos en directo un genocidio en Gaza que se niega a pesar de todas las evidencias.

Negar los falsos positivos frente a las madres de carne y hueso que reclaman justicia para el asesinato de sus hijos que son reales es un intento por borrar un pedazo de nuestra historia. Se puede discutir sobre la cifra y pedir precisión y rigor a quienes investigan. Hacerlo es parte del control normal en los debates políticos. Lo que no se puede es negar lo ocurrido frente a las pruebas históricas, incluidas las confesiones de varios miembros del Ejército, los testimonios de familias y los cuerpos enterrados. Tampoco se puede pisotear el dolor de madres en duelo.

Los símbolos de la memoria existen en el mundo como un recurso para no olvidar, para honrar a las víctimas y tener presente aquello que no puede volver a pasar. Sin importar las diferencias culturales o políticas, cuando estamos ante un símbolo de la memoria en cualquier país, las personas guardamos silencio y mostramos respeto.

El dolor de una madre que perdió a su hijo es el mismo sin importar si ese hijo era policía, militar, civil, combatiente o secuestrado. Creía hasta ahora que había algo así como un acuerdo tácito para respetar ese duelo, para inclinarnos solidariamente ante las mujeres que, como madres o viudas, siempre han llevado la peor parte de las consecuencias del conflicto. El representante nos mostró que la deshumanización no conoce límites. Con su pieza de redes sociales confirmó lo que intuíamos desde hace tiempo: para algunos líderes políticos no hay reglas, no hay normas, no hay ética; hay estrategias de mercadeo.


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