La energía es lo primero
Un país puede hacer muchas cosas bien en educación, entrenamiento laboral o gobernanza, pero si una empresa encuentra más barato en otro lado un insumo clave como la energía, no sorprenderá que decida localizarse allí
El texto más revelador sobre cómo está funcionado la economía mundial y qué hace competitivo a un país o a un continente es The Future of European Competitiveness (septiembre de 2024), publicado por la Comisión Europea, y dirigido por Mario Draghi, quien fuera hasta 2019 el presidente del Banco Central Europeo.
Leerlo trae un número importante de epifanías. El primer capítulo es devastador. Muestra que los precios en el mercado minorista de electricid...
El texto más revelador sobre cómo está funcionado la economía mundial y qué hace competitivo a un país o a un continente es The Future of European Competitiveness (septiembre de 2024), publicado por la Comisión Europea, y dirigido por Mario Draghi, quien fuera hasta 2019 el presidente del Banco Central Europeo.
Leerlo trae un número importante de epifanías. El primer capítulo es devastador. Muestra que los precios en el mercado minorista de electricidad para la industria en Europa son más del doble de los de China y Estados Unidos, cerca de 200 euros por megavatio hora (EUR/MWh) frente a aproximadamente 80 para esos dos países. Además, mientras los precios del gas para usos industriales en Estados Unidos están cerca de 14 EUR/MWh, alcanzan 40 en China y 60 en Europa.
Con semejante sobrecosto de energía frente a los dos rivales más poderosos, ¿cómo puede Europa competir en la actualidad? Hay que señalar que hasta antes de 2021 Europa estaba relativamente cerca de Estados Unidos y China en precios de electricidad, y muy por debajo de China en los precios del gas. ¿Qué pasó desde entonces? Se puede culpar a la guerra en Ucrania y a los problemas con el acceso al gas de Rusia, que, adicionados a los costos de licuefacción, transporte y comercialización del gas que hoy se ofrece en Europa, crean esa brecha de precios.
Pareciera que el mensaje del informe de Draghi es: la energía es lo primero. Un país o un continente pueden hacer muchas cosas bien en educación, entrenamiento laboral, impuestos, regulación ambiental, innovación y gobernanza, pero si una empresa encuentra más barato en otro lado un insumo clave como la energía, no sorprenderá que decida localizarse allí.
Ahora bien, no sólo de energía vive el hombre (o la mujer), ni tampoco las empresas. Artículos de prensa recientes sobre la economía alemana y, en particular, su empresa emblemática, la productora de carros Volkswagen, señalan otros factores que restan competitividad al viejo continente. En particular, en los últimos años se adoptó una agresiva regulación para mover la oferta del mercado de automóviles hacia autos eléctricos.
Volkswagen se queja de que las cuantiosas inversiones realizadas para cumplir con los requerimientos regulatorios enfrentan el hecho de que los consumidores demandan muchos menos vehículos eléctricos de lo que se esperaba. Por lo tanto, será difícil rentabilizar esas inversiones. Y la regulación sigue ahí. Aparte de eso, entre el año 2000 y el 2022, la producción anual de automóviles en China pasó de 2 a 27 millones de unidades, en el NAFTA de 28 a 15 millones, y en Europa de 18 a 13 millones.
El tamaño de la inversión privada y pública también es un diferenciador clave. Pero hay unos detalles impactantes. Al observar los llamados unicornios ―esto es, start-ups privados― no listados en bolsa y que sobrepasan un valor de mercado superior a mil millones de dólares, dos de cada tres están en Estados Unidos, una cuarta parte en China, menos del 10% en Europa.
The Washington Post señala que en años recientes Europa no ha creado virtualmente ninguna firma tecnológicamente disruptiva y que, en los últimos 50 años, no ha nacido allí ninguna compañía con capitalización de mercado superior a 100.000 millones de dólares. Ese continente se quedó por fuera de las innovaciones ligadas a internet, y desde entonces el déficit digital no ha parado de crecer.
Es claro que desde el segundo trimestre de 2022 Europa entró en una crisis particularmente aguda, que ha llevado a que la producción en industrias intensivas en energía (químicos, productos minerales, metales básicos, papel e impresión, entre otras) haya caído 10% en un lapso tan breve.
El informe Draghi toca muchos más aspectos del desempeño económico europeo, como los minerales críticos, los semiconductores y la inteligencia artificial, el transporte, las farmacéuticas, la defensa y el Espacio. Todos estos sectores son canchas importantes donde se jugará el partido de la competitividad del futuro.
Pero no se debe cometer un error, frecuente entre los economistas, que consiste en que, por mencionar todo, pareciera que todo es igual de importante. Hay una priorización de problemas, en la cual los que están de primeros resultan ser habilitadores clave de los demás. Así entiendo el mensaje del reporte frente al tema energético.
Ver el mundo con los lentes europeos de este informe genera muchas preocupaciones cuando uno se los quita y se pone los lentes latinoamericanos. Por supuesto para nuestra región no contamos con un informe de esa profundidad y latitud, pero sí con informes separados sobre muchos sectores, de autoría del BID, el Banco Mundial, la CAF, bancos privados multilatinos o bancos de Wall Street que siguen asiduamente a nuestras economías, además, por supuesto, de los excelentes centros de investigación de cada país.
Es urgente una síntesis de esos diagnósticos. Pero podemos estar seguros de que las brechas que se han ido ampliando entre Europa, los Estados Unidos y China se verán mucho más dramáticas cuando se las mire desde América Latina.
Para mi gusto, un informe de este tipo para la región debe imitar al de Draghi, esto es, preguntarnos primero cómo está la disponibilidad y costo de la energía en nuestros países para los próximos 10 a 30 años; pues, a pesar de que podamos contar con mano de obra abundante, no atraeremos suficientes empresas nuevas a localizarse en nuestro territorio si esa asignatura está pendiente.
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