Opinión

Cuando negociar con el Gobierno es imposible

Con los camioneros hubo toda la consideración, mesa de negociación, regateo y reducción de las cifras. Pero con el resto de los colombianos y sus representantes en el Congreso la situación parece ser otra

Ricardo Bonilla en Bogotá, Colombia, el 9 de mayo 2023.Santiago Mesa (Bloomberg)

¿Qué tienen aquellos que son dueños o manejan vehículos con motor a diesel que no tengamos el resto de los colombianos? Es inevitable hacerse esa pregunta cuando ya ajustamos una semana escuchando al gobierno, de presidente para abajo, insistir e insistir e insistir en que no existe la más mínima posibilidad de que se reduzca la cifra proyectada para el presupuesto general de la nación que debe aprobar el Congreso para el año 2025.

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¿Qué tienen aquellos que son dueños o manejan vehículos con motor a diesel que no tengamos el resto de los colombianos? Es inevitable hacerse esa pregunta cuando ya ajustamos una semana escuchando al gobierno, de presidente para abajo, insistir e insistir e insistir en que no existe la más mínima posibilidad de que se reduzca la cifra proyectada para el presupuesto general de la nación que debe aprobar el Congreso para el año 2025.

Argumenta el ministro de Hacienda que es necesario que el presupuesto para el funcionamiento del Estado se apruebe incluyendo la cifra de recaudo que se estima conseguir de la mano de la nueva reforma tributaria, pues ya esa plata está comprometida para garantizar los gastos de funcionamiento, así como el pago de la deuda. En pocas palabras, si no se garantiza todo el dinero (incluyendo el de la reforma a los impuestos que aún no se aprueba) podríamos quedar en un escenario de déficit que obligaría no solo a hacer recortes en los gastos estatales, sino que podría hasta darse una situación de “aplazamiento de presupuesto”. Mejor dicho: nos quedamos sin plata.

El escenario es inquietante, por decir lo menos, pues aunque uno entiende que al Estado le pasa lo mismo que en cualquier hogar, es decir, los gastos poco a poco van subiendo y por lo tanto debe buscarse la forma de incrementar el ingreso, cuando esta situación le pasa a quienes tienen al cargo el manejo responsable y mesurado de la plata de todos, uno se pregunta si no estamos viendo como se construyen castillos en el aire, prometiendo y prometiendo y prometiendo, pero sin saber de donde va a salir la plata para cumplir tanta promesa.

Pero volvamos a la pregunta del comienzo: ¿qué tienen los transportadores de carga, así como los demás que se movilizan con combustible diésel que no tengamos el resto de los colombianos?

Es que con ellos el gobierno fue generoso. Tal vez demasiado generoso. No solo aceptó no empezar con ellos el incremento del precio de su combustible en paralelo con el incremento de la gasolina regular, sino que ahora que por fin iba a empezar a darse el alza, terminar por acordar un incremento infinitamente menor, en contravía de lo que la matemática y el objetivo de tal cambio de precio tenía: tapar el hueco billonario que hace el subsidio a ese combustible.

Con los camioneros hubo toda la consideración, mesa de negociación, regateo y reducción de las cifras. Pero con el resto de los colombianos y sus representantes en el Congreso la situación parece ser otra. Es como si unos colombianos – los que chantajean – tuvieran la posibilidad de obtener todo lo que quieren, mientras que los otros colombianos – aquellos que aceptamos la vía democrática – debemos someternos a la imposición. No sé si es que me falla la lógica, pero algo no sale bien en esta historia. ¿Hay que paralizar al país para que el gobierno se ablande? ¿Ese es el método con el que sí hay posibilidad de obtener algo distinto al constante no?

Es muy triste ver que el gobierno del cambio (así sin mayúscula) no gusta del diálogo. Es muy triste ver que aquel que se pavonea de sus procesos de paz, no negocia con quienes aceptan la democracia. Es muy triste ver eso, pero hay que aceptarlo porque los demócratas, así no lo crea el Presidente, creemos que las cosas no se hacen con amenazas, ni con golpes, sino respetando lo que se eligió democráticamente.

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