De México a Bogotá: Diamante Eléctrico, el hijo pródigo (y malhablado) vuelve a casa

El grupo regresa a vivir a la capital colombiana tras seis años en México y lo celebra este sábado con un concierto que congrega a sus seguidores alrededor de su nueva música

Diamante Eléctrico, en Bogotá, el 23 de agosto de 2024.ANDRÉS GALEANO

Juan Galeano, el vocalista de Diamante Eléctrico, cuenta que su canción Suéltame, Bogotá describe su experiencia: cuando vivía en México y visitaba la ciudad por unos días, terminaba devastado. “Salía con gripa, hecho mierda, sin plata, con sífilis... no, mentiras, pero sí era muy intenso. Era como ‘Uf... marica… suéltame, Bogotá”. La canción se ha convertido en un himno, pero ya no expresa un deseo. De tanto pedir a Bogotá que los suelte, Diamante Eléctrico ha terminado por volver a vivir en ella tras seis años a caballo con Ciudad de México. El retorno oficial es este sábado en el Chamorro City Hall, en el norte de la capital, a partir de las cinco de la tarde. Tras una gira por Colombia, sus seguidores, su club de solitarios, se congregan para cantar la música de la banda más rola de la ciudad.

Unidos como banda desde 2012, Galeano ―también bajista y productor― y Daniel Álvarez ―guitarrista―, sus miembros originales, acumulan cuatro premios Grammy Latinos y ocho álbumes de estudio. El más reciente de ellos es Malhablado, que incluye una colaboración con el grupo argentino Silvestre y La Naranja, y que fueron dando a conocer con cuentagotas a lo largo de este año. Ahora, con las 11 canciones en todas las plataformas musicales, emprendieron una gira que pasó por Bucaramanga, Cali, Pereira y Medellín. Tenían programado un concierto en Caracas el 17 de agosto, pero la situación política en Venezuela les impidió viajar. La última parada en Colombia será Bogotá. Luego viajarán a México para tocar el 3 de octubre en Querétaro, el 4 en Toluca y el 5 en Ciudad de México.

Para hablar de su regreso a Colombia, Álvarez está en el salón de la casa de Galeano, en el corazón de Chapinero, el centro neurálgico de Bogotá y la zona que quizá mejor resume el espíritu de toda la ciudad. El lugar está lleno de teclados, guitarras, tambores, discos. Alberga también un escritorio con un computador, consolas y parlantes enormes por los que suenan canciones de reggae. Encima descuellan dos gramófonos, por dos de los cuatro Grammy que han ganado. Al hablar, emplean un léxico tan libre como mestizo que se mueve entre los “chido” y “chingón” chilangos hasta los “qué chimba” y “chévere” chapinerunos. A veces, también son malhablados y boquisucios, como dice un verso de una de sus canciones más recientes.

―Oiga, y a todas estas, ¿dónde está Baby? ―pregunta Galeano al final del video de Algo bueno tenía que tener (Bogotá).

Baby acaba de llegar y, nada más abrir la puerta, dice que venía pensando en una versión en salsa de la canción A veces. Podría funcionar, dice Galeano. El nombre de pila de Baby es Andrés Márquez, nació en Veracruz, creció en Monterrey y ahora está en Chapinero. Desde 2020 toca la batería en la banda. Poco después llegará Andrés Kenguan, encargado de los sintetizadores, nacido en Pasto, pero afincado primero en Argentina y después en México. Los dos completan el cuarteto que, a pesar de tener a Bogotá como su musa (o antimusa), hace tiempo dejó de ser solo bogotano y pasó a tener un importante elemento mexicano. “Que ya no siento mexicano, porque ya somos todos lo mismo”, dice Galeano.

Diamante Eléctrico está en la vanguardia de un momento en que la capital colombiana, en el ámbito de la cultura, está empezando a ganarse un nombre. En palabras de Galeano, “Bogotá como epicentro es un lugar que no cesa de entregar inspiración para bien y para mal”. Pero el asunto va más allá de la inspiración. Álvarez explica que, durante mucho tiempo, la ciudad fue un no-lugar en el que confluían muchas problemáticas nacionales, y nadie tenía ganas de hablar al respecto. “Hasta nuestras generaciones pudimos tener una conversación sobre Bogotá desde un lugar diferente, y eso es lo que estamos haciendo”, abunda. Agrega que, en la época en que empezaron a tocar juntos, el mejor cumplido para quienes hacían música en la ciudad era sonar “regringo”. Hoy, dicen, se ha convertido en un lugar que aspira a tener una identidad propia.

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―¿En qué momento Bogotá empieza a ser una inspiración para ustedes?

―En nuestra época, hace 15 o 20 años, no era tan cool ser rolo ―recuerda Galeano―. La gente sentía mucho orgullo, pero nunca se manifestaba en las canciones. Lo hablamos con Baby, no es una ciudad como Medellín ni Ciudad de México ni Buenos Aires. Es una ciudad que le cierra a uno la puerta. Siempre hablamos de que los artistas conocidos fuera de Colombia no son rolos. Sí hay: Fonseca, Andrés Cepeda, Morat ―el más grande ahorita―… pero los históricos, Shakira, Carlos Vives, Juanes, J Balvin... todos son paisas y costeños. Entonces es una chimba y me siento muy orgulloso de representar esa Bogotá más jodida.

―¿Malhablado es su álbum de inspiración más bogotana?

―Sí ―responde el vocalista―. Desde la apertura del disco, que es ese sample de Melodía Stereo, ya uno se mete y se envuelve en lo que es Bogotá y esa nostalgia bogotana que todos sentimos en este momento, por esa ciudad más cachaca, más noventera, ochentera, que tenía lo suyo, que era muy áspera (en el sentido no figurado de la palabra). Sentimos que esa identidad es algo que, sin querer, ha ido saliendo.

―Y hay otra cosa ―añade Álvarez―: nosotros estamos mal informados como artistas en cuanto a qué es lo que uno debe estar haciendo en su carrera. Cuando está metiendo 200 personas en Bogotá, ya está pensando en Ciudad de México. Si yo pudiera volver en el tiempo, nos diría ”Conquisten la casa, noquéenla, desbarátenla, y después busquen rumbos”. Cuando Juan me dijo que quería volver a Bogotá, yo le dije: “Venga y sea rey. Esta es su ciudad, Diamante es rey, es dueño. Venga y reclame la ciudad”. Yo creo que el Malhablado viene de reclamar la localía, de decir “Estamos chingón en Bogotá, pero vamos a doblar la apuesta”, porque es el lugar de donde se genera toda la energía del Diamante.

―¿En qué ha cambiado el público colombiano en estos seis años?

―Es otra cosa ―dice Daniel―. Lo que más ha cambiado es que ahora se trata estrictamente de las canciones. La gente está ahí para cantar, y yo creo que esa es la única forma de mantener una carrera: que la música de uno se vuelva útil para lo que sea, para bailar, para cantar. La música no es para contemplarla, es para usarla, y por fin encontramos un uso de nuestra música en comunión con la gente y es cantársela, dedicársela, tuitearla, tatuársela. Cuando eso sucedió, nuestra carrera tomó un camino totalmente diferente, porque empezamos a ser más felizmente indulgentes en el sentido de cómo los pongo a cantar duro. Porque una vez te cantan, ya no te puedes devolver, esa es la droga definitiva.

―A mí me daba mucha envidia del público mexicano ―agrega Juan―, que le lleva al colombiano años luz, pero siento que en los últimos años los pelados más pequeños han hecho que la vaina cambie. Hace 10 años, Shakira era toda odiada, no podía llenar un estadio ni cagando. Siento que en Colombia no hay héroes locales: entonces Nairo Quintana es un pobre hijueputa, J. Balvin es un pobre hijueputa, James es un güevón... no hay un sentido de pertenencia. En México también son haters, pero por lo menos históricamente tienen un background de cine y de música muy cabrón. Hasta ahorita Colombia está empezando a entender que esto es nuestro, no importa si es vallenato o si es punk o si es Morat, pero es un sentido de pertenencia que hace unos años no había, y eso es chévere.

El ‘Diamante Ecléctico’

El video de El amor es un juego de perdedores es el de una canción hecha por un grupo bogotano, en un karaoke coreano y con unos mariachis de fondo. Eso podría indicar que el carácter de la banda tiende a las mezclas, pero es más correcto decir que su carácter es, sobre todo, experimental. El Diamante Eléctrico es también el Diamante Ecléctico: se aleja del rock en el que ha sido encasillado para pasearse sin complejos por el jazz, el funk, el rhythm & blues o la cumbia (para la muestra, el Tiny Desk que hicieron para la NPR junto a Mario Galeano, hermano de Juan y líder del Frente Cumbiero, uno de los máximos referentes actuales de la música caribeña en toda la región). Esa búsqueda, aunada a la composición de letras complejas y autorreferenciales, le ha valido encontrar un sonido propio que es cada vez más reconocible.

―¿Han llegado ya a un sonido propio, o siguen en una especie de búsqueda?

―Las dos cosas son ciertas ―opina Álvarez―. Somos supremamente inquietos, ningún disco se parece al anterior, y es una búsqueda consciente. Me fascina y crecí con AC/DC, pero 28 álbumes iguales es una cosa que también marchita un poco el alma. Por un lado, nos gusta zarpar en dirección opuesta a lo que acabamos de hacer. Por otro lado, creo que hay un sonido del que ya no podemos escapar. Ponemos la baqueta, abrimos la boca y somos nosotros. Eso es chévere. Las canciones sí se volvieron la fuerza que nos guía, eso sigue en el centro del proceso. Nos veo haciendo cosas que suenen muy diferente, pero no nos veo renunciando al poder de una buena canción nunca.

―Siento que una de las banderas que quisiera llevar es que sí tenemos un sonido propio ―dice Galeano―. Pero es una chimba que podamos en un siguiente disco decir: “Hagamos algo más jazzero, o algo recolombiano”. A nuestra manera, claramente. El reto es seguir rompiendo esos esquemas y camisas de fuerza. Si nosotros comparamos nuestra carrera con otras bandas latinoamericanas, tenemos una vaina propia. Algo que me gusta mucho de Café Tacuba es eso: Cafeta ha andado por el ska, por el punk, por el bolero, por el pop, por el rock, por cosas mexicanas... esa exploración es muy chimba y muy válida, porque somos latinoamericanos, no gringos.

Otra característica de la música del Diamante Eléctrico es que es un campo sembrado de referencias a libros, a otras canciones, a películas. Álvarez, dice Galeano, es uno de los lectores más ávidos que conoce en la vida. Y Galeano, dice Álvarez, es un tipo dedicado que permite que todo aquello que lo interpela a él termine por atravesar los discos. “Nos ha atravesado Fernando Pessoa, nos ha atravesado Rayuela [la novela cumbre de Julio Cortázar]”, cuenta. Pero explica que no incluyen esas referencias para conseguir victorias intelectuales. En oposición, reconoce que él lleva “una dosis gigantesca de estupidez” al grupo: “Sin equivocarme, Zoolander es mi película favorita. Somos un ecosistema bien particular que va desde lo más estúpido hasta lo más profundo, y estamos todo el día en eso”.

―También hay algo particular en sus temas, y es la manera como abordan los sentimientos y la masculinidad…

―Sí ―apunta Juan―. Eso para nosotros es superimportante porque, aunque crecimos como machos blancos caucásicos privilegiados, a mí eso siempre me ha sabido a mierda y creo que ese sentimiento es lo que nos ha permitido llegar hasta acá. Uno se la montaba en el colegio a los maricas. Es darse cuenta de que estábamos equivocados. Y no es una vaina woke tampoco, porque mucho de woke ya está de la verga también. El despertar tenía que pasar y está bien, pero ya ahora todo es superfrágil, y la vida tampoco es así. Es esa parte donde mostramos fragilidad, sensibilidad hacia las emociones, porque no es mucho más que eso. Cuando uno ha estado en contacto con bailarines, cineastas, pintores y gente que hace arte, la sensibilidad aflora mucho, porque todo es muy lindo.

Después de hablar, los cuatro músicos se levantan de sus asientos y se alistan para un ensayo. Álvarez, Kenguan y Baby salen a la calle. Galeano ha regresado un momento para buscar sus gafas Ray-Ban, que ya son parte de su imagen, para proteger los ojos de la luz de un sol que está en algún lugar detrás de las nubes. Ya en la calle, siente algunas gotas caer del cielo y comenta que hace días no llovía en la ciudad. Pero el cielo está gris, la lluvia amenaza y el Diamante Eléctrico está en Chapinero. La ciudad, la casa, si cabe decirlo, está en orden.

Un concierto con ‘septimazo’

El ansiado concierto con el que Diamante Eléctrico regresa a Bogotá tendrá varias curiosidades. Desde las cinco de la tarde, los asistentes podrán asistir a la recreación de un septimazo, la feria popular e improvisada, tradicional en la icónica carrera Séptima. Habrá lechona, empanadas, gente tocando en la calle, vendiendo cigarrillos, espacios para tomar cerveza. La banda tocará canciones que no ha tocado antes y hará versiones ―que no hacen nunca―. A las 7.30 tocará Sir Hope, a las ocho estará Marilia Monzón y a las nueve el Diamante. Los músicos Gabriel Garzón Montaño y Duplat están entre los invitados. Galeano habla emocionado: “Quiero conectar un resto y joder. Somos una banda que se caga de la risa todo el tiempo de nuestras estupideces porque, como dice Dani, somos reestúpidos en muchas mierdas. Jugar un poco con eso y divertirnos. Va a estar chévere”.

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