Los anhelos de la vida amorosa

El amor romántico nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos el mismo anhelo: el deseo de conexión, de trascendencia, y de encontrar un reflejo de nosotros mismos en el otro

Una pareja se abraza en la playa de Necoclí, en el departamento de Antioquia (Colombia), en febrero de 2024.CHELO CAMACHO

El amor romántico es una de las experiencias más complejas y fascinantes que la humanidad ha explorado a lo largo de su historia. “Encontrar el match” o la “media naranja” es una expresión que surge de Aristófanes en el famoso diálogo El Banquete, de la obra de Platón, en la que explica que los humanos solíamos ser perfectos y esféricos, pero por celos de los dioses fuimos partidos en dos, razón por la que deambulamos por el mundo en búsqueda de nuestra otra mitad. La explicaci...

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El amor romántico es una de las experiencias más complejas y fascinantes que la humanidad ha explorado a lo largo de su historia. “Encontrar el match” o la “media naranja” es una expresión que surge de Aristófanes en el famoso diálogo El Banquete, de la obra de Platón, en la que explica que los humanos solíamos ser perfectos y esféricos, pero por celos de los dioses fuimos partidos en dos, razón por la que deambulamos por el mundo en búsqueda de nuestra otra mitad. La explicación es, como mínimo, extenuante y, en todos los casos, ubica la vida amorosa en el lugar de la exploración sin respuesta segura.

Esa danza de deseo, emoción y razón que se da entre dos ―a veces entre más― se hace un laberinto en donde la pasión excepcional se entrelaza con la cotidianidad. ¿Cómo es posible que un simple encuentro de miradas pueda desatar un torrente de emociones que, a su vez, cuestiona nuestras creencias más arraigadas sobre la felicidad y la intimidad? ¿Es el amor una construcción social, o una experiencia innata? Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre la naturaleza del amor y su papel en nuestras vidas. Como sugería Platón, el amor es una forma de locura que nos lleva a la búsqueda de la belleza, no solo en el otro, sino también en nosotros mismos.

A propósito del primer Festival de Filosofía, que se llevará a cabo en la ciudad de Envigado en este mes de agosto, cuyo tema central gira en torno a la cuestión “¿Qué será el amor?”, recibamos la invitación a meditar sobre el amor sentimental como un asunto filosófico. La filosofía, mundana en su esencia, se nutre de nuestras experiencias diarias y se ocupa de las cuestiones esenciales de la vida. La vida amorosa como fenómeno humano nos hace pensar en el carácter de nuestras relaciones, los comienzos y las rupturas, la seducción y la conquista; y también un poco sobre la precariedad de nuestro ser cuando no es correspondido.

Al enamorarnos, nos embarcamos en una travesía que trasciende lo físico ―el deseo―, para convertirse en una búsqueda anhelante sin puerto, llena de tensiones entre la conmoción y el tedio: crear un proyecto futuro, hacer hogar, conjugar el nosotros, conservar la pareja, ser leales al otro sin dejar de serlo a nosotros mismos. Sin embargo, se presenta un contrapunteo interesante: ¿es el amor una construcción de conexión del cuerpo, la mente y el corazón, o es simplemente un asunto de hormonas, como lo explican algunas teorías biológicas? Esta dualidad nos invita a reflexionar sobre la complejidad del amor, que puede ser tanto un fenómeno emocional como un proceso químico que involucra la liberación de neurotransmisores y hormonas, que influyen en nuestro comportamiento y percepciones.

El amor, además de un sentimiento, también puede ser considerado un arte que se cultiva y se perfecciona, tal como lo sugiere Ovidio, el gran poeta, que en su obra El arte de amar y en Remedios del amor enfatiza que la seducción y el mantenimiento de una relación requieren atención y estrategia. No basta con sentir, también es necesario planificar y actuar de manera consciente, primero para conquistar y después para conservar al amado. En este sentido, el amor se convierte en una práctica deliberada que requiere reflexión continua sobre nuestras acciones y decisiones.

En todos los casos, y aunque no sepamos explicar qué es exactamente el amor, lo real es que nos confronta con nuestra vulnerabilidad, esa que asumimos al encontramos con el otro y que puede llevarnos a experimentar el dolor de la pérdida y la desilusión. El desenamoramiento, un tema profundamente presente en la cultura popular, también merece atención. La música, en particular, ha sido un refugio y una forma de expresión para quienes atraviesan el dolor de una ruptura. Los ejemplos recientes nos remiten a canciones que se han vuelto un ícono, como el caso de 200 copas, de Karol G, con su clamor “¡Amiga, marica, ya!”, que encapsulan el mensaje de dejar ir, de soltar lo que ya no nos sirve. La inspiración popular alrededor del desamor es un testimonio de cómo, a través del arte, podemos sobrellevar la tusa y encontrar consuelo en la experiencia compartida ―la nueva filosofía―.

Pero ¿no es este sufrimiento también parte de la búsqueda filosófica? Nos invita a cuestionar, a reflexionar sobre nuestras elecciones y a encontrar sentido en lo que a menudo parece caótico. La filosofía nos enseña que el amor, con todas sus luces y sombras, es una experiencia que enriquece nuestra comprensión de la vida. Así, en el viaje del amor romántico, cada encuentro, cada separación, cada risa y cada lágrima, se convierten en lecciones valiosas que nos invitan a seguir explorando. El amor, como la filosofía, no es un destino, sino un camino lleno de preguntas, de dudas y, sobre todo, de posibilidades. Y en esa búsqueda, quizás descubramos que amar, en su forma más auténtica, es una de las manifestaciones más puras de nuestro deseo de ser comprendidos y de entender al otro.

En última instancia, el amor romántico nos recuerda que, a pesar de nuestras diferencias, todos compartimos el mismo anhelo: el deseo de conexión, de trascendencia, y de encontrar un reflejo de nosotros mismos en el otro. Podría decirse que se trata un poco de una construcción social, así como de una experiencia emocional y biológica, un fenómeno que nos invita a explorar nuestra humanidad y a cuestionar lo que realmente significa amar y ser amado. Tal vez sea bueno cultivar una educación sentimental que nos prepare y acerque desde niños a nuestras emociones y sentimientos, y nos ayude a una vida construida en vínculos significativos. A escribir nuestra historia, un verso a la vez, en el profundo y fascinante poema del amor que es la vida.

@eskole

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