Psicología y prosperidad

El dilema económico actual parece ser realmente entre grupos de poder político que tienen actitudes psicológicas marcadamente distintas. De un lado, quienes quieren repartir ya entre todos lo que hay; del otro, quienes guardan sus esperanzas en aquellos que innovan y emprenden

El autor Joseph Henrich.Kris Snibbe / Harvard

¿Acaso la prosperidad económica necesita cierto tipo de psicología? Esa es la hipótesis de Joseph Henrich, en un libro que examina cómo Occidente se volvió peculiar sicológicamente y particularmente próspero. El libro se llama: Las Personas más rara del mundo. Con la aclaración de que la palabra raro o extraño en inglés es WEIRD, que Henrich plantea como un acróstico para occidental (W, por Western), educados (E), i...

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¿Acaso la prosperidad económica necesita cierto tipo de psicología? Esa es la hipótesis de Joseph Henrich, en un libro que examina cómo Occidente se volvió peculiar sicológicamente y particularmente próspero. El libro se llama: Las Personas más rara del mundo. Con la aclaración de que la palabra raro o extraño en inglés es WEIRD, que Henrich plantea como un acróstico para occidental (W, por Western), educados (E), industrializados (I), ricos (R) y democráticos (D).

El libro fue publicado en 2020, en medio de la pandemia, y una hipótesis particularmente provocadora para países que, como Colombia o los latinoamericanos, en general no hemos logrado saber si somos occidentales puros y duros, o una mezcla rara e indefinible que no se decide a ser Weird u otra cosa.

No nos convence al menos la ‘I’ de industrializados, ni la ‘D’, de democráticos. Con lo cual, no tenemos la ‘R’ de riqueza; cosa que a su vez alimenta la desconfianza sobre la ‘W’ de occidentales, y nos lleva al nativismo de las culturas autóctonas y alternativas. Por último, optamos por una ‘E’ de educación capturada para fines políticos, en lugar de orientada a las demandas de las empresas y la competitividad personal y grupal.

Los individuos y las poblaciones se distinguen por cómo perciben, piensan, sienten, razonan y hacen sus juicios morales. La evolución cultural y el paisaje sicológico (expresión de Henrich) influye decisivamente sobre los resultados.

Asimismo, sobre el carácter de los gobiernos, las leyes, la religión y el comercio. Por ejemplo, un gobernante que se siente menos jugado por la calidad de las instituciones, responde a sus electores y se dedica a colocar a su clientela en puestos clave y a permitirle el pillaje del Estado; como pasa en tantos departamentos u municipios de Colombia, y de nuestra América.

Cuando los lazos de clan mandan, es fácil ver cómo el progreso se dificulta, pues las decisiones se toman por conveniencia personal o del clan, o afinidad ideológica, y no por su mérito objetivo. Instituciones impersonales en política y economía fueron claves para el despegue de Europa. La clave estuvo, según Joseph Henrich, en la disolución de los lazos de clan en sociedades más urbanizadas, mercados más profundos, redes de apoyo social impersonales y concepciones individualistas de éxito y la seguridad.

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Puesto así, el dilema económico actual parece ser realmente un dilema entre grupos de poder político que tienen actitudes sicológicas marcadamente distintas.

De un lado, quienes quieren repartir ya entre todos lo que hay, con la meta fundamental de la igualdad. Del otro, quienes tienen fundadas esperanzas en aquellos que innovan y emprenden en sectores y productos, buscando dinamizar y aumentar la producción, inclusive a costa de la desigualdad.

Los políticos y los tecnócratas tienden a creer que su prerrogativa es escoger si son del tipo a) repartidor-de-lo-que-hay; o del tipo b) promotor-de-nueva-producción. Allí se definiría el gran dilema.

Sucede que las dos vías tienen fuertes consecuencias sobre el comportamiento de la gente a la que se aplican, sobre su psicología. En esto ya no estoy siguiendo al libro de Henrich. Hagamos un experimento mental entre dos ciudades, una que escoge la ruta a) y otra la ruta b). Dejémoslas por 30 o 50 años y regresemos a observar lo que sucede. Lo más probable es que la gente se comporte bastante distinto. Una puede ser una mezcla (mental) de La Habana-Buenos Aires-Caracas-La Paz. La otra la mezcla de Ciudad de México-Sao Paulo-Santiago-Lima-Bogotá.

Los optimistas creerán que en la ciudad de repartidores floreció la solidaridad basada en dar lo que uno puede y solo pedir lo que uno necesita, de manera que siempre sobra para repartir a los demás. Los optimistas de la otra ciudad o persuasión esperarán que en su ciudad florezcan los innovadores, emprendedores, creando nuevos productos e industrias.

Las dos mezclas de ciudades mencionadas tienen tanto de largo y de ancho, y no presentan un contraste tan claro como, digamos, Copenhague y El Cairo. Hay mucha historia en medio. Además, durante el siglo XX y lo que va corrido del siglo XXI las del grupo b) han tenido experimentos de tipo a), lo cual opaca bastante el contraste. En teoría, la teoría y la práctica coinciden; en la práctica no.

No obstante, su situación relativa ilustra el punto de que las escogencias afectan a fondo el comportamiento de la gente y llevan a inercias que se prolongan por décadas. La psicología es clave en la prosperidad. Asimismo, la falta de prosperidad afecta la psicología de la gente. En medio de las dos se meten políticos y tecnócratas de orientaciones muy distintas que terminas encarrilando a sus ciudades y países en trayectoria que luego es muy difícil cambiar.

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