La pobreza desciende en Colombia, pero la inequidad se mantiene

El DANE señala que 1,6 millones de ciudadanos salieron de la línea roja de carencias materiales en 2023. Sin embargo, la pobreza aún agobia a 3 de cada 10 colombianos

Una mujer camina con sus hijos por las calles de Ciudad Bolívar, el 19 de enero.NATHALIA ANGARITA

La buena noticia es que la pobreza en Colombia logró reducirse durante 2023, en 1,6 millones de personas frente al 2022. La mala es que el país, aún con ese registro, tiene a 16 millones de ciudadanos privados de prestaciones básicas. Los datos, presentados en la mañana del martes por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), señalan que 3 de cada 10 colombianos se hallan en situación de pobreza monetaria —un indicador que se apoya en información sobre la capacidad de compra de un mercado simple, el pago del arriendo o los servicios públicos—. La agencia estadística, si se quiere, reveló un resultado positivo en materia social al lado de otro que refleja una situación desesperada.

Para esta tarea, traza una línea roja que permite identificar el perfil de las personas en situación de pobreza monetaria: 435.375 pesos mensuales (unos 110 dólares). Los colombianos que consiguen ingresos superiores a ese monto no figuran en esta categoría. Sin embargo, si se tiene en cuenta que se trata de un país catalogado de renta media, donde el desembolso de los subsidios y apoyos estatales ha sido inconsistente, el problema se suele agudizar.

De cualquier forma el presidente, Gustavo Petro aplaudió los resultados en un discurso del martes en la Plaza de Bolívar: “Entre el año de Duque y el año de Petro, 1.600.000 colombianos salieron de la pobreza monetaria y 1.100.000 colombianos y colombianas salieron de la pobreza extrema: eso se llama un buen gobierno”. El exdirector del DANE y hoy Concejal de Bogotá Juan Daniel Oviedo matiza las declaraciones presidenciales y recuerda que la Administración de Iván Duque, en la que él trabajó, tuvo que sortear una economía paralizada por los confinamientos de la pandemia y un aumento de la pobreza monetaria de 7 puntos porcentuales: “La comparación con los años 2021 y 2022 no es exacta porque ahí todavía estábamos muy perturbados en lo laboral y con asincronías en el crecimiento”.

Se refiere al rebote vertiginoso en el consumo de una población ávida de dejar el drama pandémico de lado y volver a comprar ropa, tecnología, comer en restaurantes nuevos, viajar o aprovechar los días sin IVA. Sin embargo, a su juicio, el índice presentado ayer anticipa un escenario de normalización interesante: “Finalmente estamos viendo una reducción de la pobreza como resultado del crecimiento del empleo. Son dos elementos que se deben mover a la par”.

Por eso Juan Daniel Oviedo plantea otras preguntas y factores de análisis: “Hay que estar muy atentos a la medición de este año porque el empleo está mal y el precio de los arriendos y de los servicios públicos pesan mucho”. Colombia ha tardado cuatro años, continúa Oviedo, en volver a estar en niveles de pobreza monetaria similares a los de 2019: “La gran alerta es que la pobreza extrema sí sigue siendo más alta a la que teníamos antes de la pandemia. Eso significa que el tema del hambre y de la inflación de alimentos no la podemos descuidar”.

A pesar de que los datos del índice caen por tercer año consecutivo, un examen en profundidad arroja otros matices sobre la situación. “De los 3,6 puntos de reducción en el total nacional, solo 1 se explica por efecto de redistribución, que comprende las ayudas institucionales”, clarifica el politólogo y magíster en Economía Horacio Coral, exdirector de metodología en el DANE.

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Señala que los resultados evidencian que el Estado ha sido ineficiente en redistribuir los excedentes del recaudo de impuestos, por ejemplo, desde los renglones de mayores ingresos hacia los hogares que más lo necesitan: “Entre el 2022 y 2023 las ayudas institucionales contribuyeron con -2,07% a la variación del 10,01% de los ingresos del quintil de menores ingresos”. Lo anterior quiere decir que una buena parte de estas transferencias se está efectuando entre miembros de la población más pobre, y no de los más acomodados a los más vulnerables.

Detrás de este asunto se halla, probablemente, el cambio en el esquema de transferencias monetarias que venía funcionando en otras Administraciones con programas como Familias en Acción, Jóvenes en Acción o Colombia Mayor. El Gobierno del presidente Petro ha modificado aspectos de esa arquitectura administrativa para canalizar los recursos hacia zonas marginales del país o delegar la asignación de los subsidios a otras entidades como el Banco Agrario.

Y es que cualquier retroceso en este campo deriva en la pérdida de derechos o la exclusión social. Los ciudadanos que vivieron el año pasado con ingresos menores a 218.846 pesos mensuales (unos 55 dólares) se ubican dentro de un componente adicional denominado de “pobreza extrema”. La pobreza extrema también descendió al pasar del 13,8% en 2022 a 11,4% el año pasado. Pero al mirar solo las cifras del campo se halla un escenario donde más de la mitad de la población rural subsiste en medio de una desventaja abismal para alcanzar unas condiciones de vida dignas.

Por eso Coral se muestra crítico con las falencias en términos de equidad: “El Gobierno no está siendo eficiente en el gasto público social. Le está quitando ingresos a los colombianos de menores ingresos para transferirlos a los que tienen aún menos”. Con todo, explica que los resultados positivos se deben en buena medida a la tasa de desempleo, que durante la segunda mitad del año pasado se ubicó en registros prometedores de un dígito y en junio alcanzó un 9,3% anual. “Los indicadores de desempleo de larga duración y el empleo informal bajaron. Los dos factores jalonaron mucho el mercado en 2023″, añade.

Los resultados se ven reflejados con claridad en la reducción de la pobreza monetaria de una ciudad como Cúcuta, en la frontera con Venezuela. La capital del departamento de Norte de Santander fue la ciudad de Colombia donde más personas salvaron la línea de carencias materiales trazada por el DANE entre 2022 y 2023. La caída fue de casi 7 puntos porcentuales. “En esa ciudad, además, sí hubo un buen comportamiento de las transferencias”, concluye Coral.

Por su parte Quibdó, sobre la costa Pacífica, y Valledupar y Ríohacha, al norte del país fueron las tres capitales con mayores tasas de pobreza monetaria. El DANE, por último, presentó el dato del coeficiente GINI, un instrumento para medir la desigualdad. Horacio Coral califica el resultado, que bajó un 0,010% y quedó en 0,546 puntos, de “mediocre” (el tope es 1 y a mayor valor peor distribución de la renta). “En los centros poblados y rurales se mantuvo igual. La gente, es cierto, está saliendo de la pobreza, pero estamos haciendo muy poco para reducir la inequidad”, dice.

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