Duque, Petro y el silencio sobre Pegasus

Aparentemente alguien en Colombia compró este software espía que el Gobierno de Israel tiene clasificado como un arma, pero nadie sabe quién fue y a nadie parece importarle

Una mujer en entrada de la empresa cibernética NSO Group, fabricante del software espía 'Pegasus', en Israel, en 2021.AMIR LEVY (Getty Images)

En Colombia poco hemos hablado de Pegasus como si tuviéramos el antídoto o el escudo que nos logre proteger de ese abominable sistema vendido por uno de los grandes desarrolladores de equipos y software del sector defensa de Israel. Y digo que es abominable porque este software espía permite a quienes lo poseen acceder al teléfono celular de cualquier persona (no importa si es Android o iPhone) y a partir de ahí conocer prácticamen...

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En Colombia poco hemos hablado de Pegasus como si tuviéramos el antídoto o el escudo que nos logre proteger de ese abominable sistema vendido por uno de los grandes desarrolladores de equipos y software del sector defensa de Israel. Y digo que es abominable porque este software espía permite a quienes lo poseen acceder al teléfono celular de cualquier persona (no importa si es Android o iPhone) y a partir de ahí conocer prácticamente toda la información privada que dicha persona tiene en su correo electrónico, en WhatsApp, en Telegram, en Facebook y otras aplicaciones, así como escuchar las llamadas, activar la cámara e incluso visualizar y copiar todos los datos que la persona-objetivo tiene en la nube. Pegasus es algo tan monstruoso que el mismo Gobierno de Israel lo tiene clasificado como arma y, por ende, se supone que solo se vende en transacciones de gobierno a gobierno.

Repito: por alguna sospechosa razón, en Colombia poco hemos hablado de Pegasus, pero como Colombia no puede dejar de ser Colombia, aparentemente alguien en el país compró Pegasus, pero nadie sabe quién fue y lo peor de todo es que parece que a nadie le importa.

El pasado mes de marzo, el reputado diario Haaretz de Israel reveló como un hecho extraordinario que el Estado colombiano compró Pegasus a su empresa fabricante, NSO, a través de un proceso bastante exótico: pagaron 13 millones de dólares en efectivo que hicieron volar en un avión desde Colombia hasta Israel. Infortunadamente, el diario israelí no entra en detalles sobre quiénes habrían hecho el negocio a nombre de Colombia ni tampoco detalles sobre el sin duda llamativo vuelo que tuvo que recibir una autorización especial del gobierno de Benjamin Netanjahu para aterrizar con esa suma en efectivo y luego transportarla a un banco. Lo único que sí queda en evidencia es la fecha de la compra: primer semestre de 2022, es decir durante el gobierno de Iván Duque.

Cuando Haaretz publicó la noticia, y W Radio hizo seguimiento a la misma, fuentes del gobierno Duque negaron haber hecho esa transacción y negaron haber comprado Pegasus. Y ahora que otra vez las interceptaciones ilegales están de moda por cuenta de las denuncias de un magistrado de la Corte Constitucional, fue el mismo director de inteligencia del Gobierno Petro quien salió a negar que el Estado colombiano sea poseedor de Pegasus. ¿Pero si no es el Estado, entonces quién?

Haaretz en su reportaje enfatiza que el negocio se llevó a cabo hasta el final. Es decir que ‘alguien’ pagó en efectivo a NSO -tal vez haciéndose pasar por agente del Estado colombiano o usando credenciales de tal tipo en su poder–. A ese ‘alguien’ le entregaron esa poderosa arma. Y ese ‘alguien’ está entre nosotros chuzando y espiando a quien se le da la gana. Ese alguien sin duda debe ser muy poderoso. Por eso el silencio de Iván Duque y de Gustavo Petro sobre el asunto es bastante raro. Más cuando la compra de Pegasus por alguien que se hizo pasar por Colombia es un hecho consumado. ¿Acaso al primero no le parece grave que eso haya ocurrido cuando aún estaba en la Casa de Nariño? ¿Acaso al segundo no le compete proteger la seguridad (incluso digital) de los colombianos?

Seguramente este asunto podría resolverse con celeridad elevando a nivel diplomático algunas preguntas al Gobierno de Israel, pero (¡oh, mala fortuna!) esas relaciones hoy no existen.

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