Petro asustado
El presidente de Colombia tiene miedo. Miedo a ser intrascendente. Miedo a no pasar a la historia como el reformista que decía ser. Miedo a terminar un Gobierno al mejor estilo de Ernesto Samper: defendiendo la corrupción
“Están asustados”, repite el presidente Petro en un discurso para conseguir ese efecto que le encanta: el aplauso de las multitudes. Y lo consigue. El público se emociona. Los gritos alcanzan decibeles nunca imaginados. Es como un pastor hablándole a su iglesia y los seguidores de la misma entrando en éxtasis al escuchar una palabra mágica. Pero, me pregunto, ¿no será ese “están asustados” una proyección que el preside...
“Están asustados”, repite el presidente Petro en un discurso para conseguir ese efecto que le encanta: el aplauso de las multitudes. Y lo consigue. El público se emociona. Los gritos alcanzan decibeles nunca imaginados. Es como un pastor hablándole a su iglesia y los seguidores de la misma entrando en éxtasis al escuchar una palabra mágica. Pero, me pregunto, ¿no será ese “están asustados” una proyección que el presidente hace de sí mismo?
Afirmo esto partiendo de una premisa: un presidente no debería celebrar la angustia de sus conciudadanos, sino que debería operar como un bálsamo para aliviar preocupaciones y una medicina para los males de la nación. Celebrar el malestar de unos no es ser presidente de todo un país, sino enemigo de una porción del mismo.
Pero volvamos al “están asustados”. ¡Claro que hay muchos asustados! Negar eso es como negar que sale el sol. Hay gente asustada porque la economía se desacelera y, por ende, las empresas pueden empezar a sentir una reducción en sus ingresos que seguro se reflejará en la vida de todos. Porque, contrario a lo que el presidente nos ha querido hacer creer, en un país, el que sea, se necesita de un aparato productivo para que exista empleo, para que circule el dinero y los bienes. No es destruyendo las empresas que se promueve el desarrollo de un Estado. Tampoco es asustando a los empresarios. Porque sí, habrá unos mega ricos que seguramente le causan urticaria a Petro, pero también hay pequeños y medianos empresarios que viven los mismos dramas de los grandes y que son el verdadero motor de la economía del país. ¿Al presidente le gusta que los pequeños empresarios “estén asustados”?
Pero creo que en realidad el mantra aquel de “están asustados” es una proyección de un hombre que realmente está asustado. Él es quien tiene miedo. Miedo a ser intrascendente. Miedo a no pasar a la historia como el reformista que decía ser. Miedo a terminar un Gobierno al mejor estilo de Ernesto Samper: defendiendo la corrupción o, lo que es peor, negando la evidencia de que esta halló un camino para enquistarse en su Gobierno y que él ni cuenta se dio.
El presidente “está asustado” porque a punto de cumplir dos años en el poder, sus grandes promesas resultaron discursos vacuos. La gran revolución educativa está lejos de ser una realidad; la ciencia como motor de desarrollo no existe; la paz con el ELN y con otros grupos se ve tan lejana como al comienzo del Gobierno; el narcotráfico sigue ahí, así como las absurdas restricciones a la marihuana (incluso la medicinal). De hecho, este último caso es prueba de la mala gestión del Gobierno. ¿No es acaso la marihuana uno de los problemas que, de resolverse, podría ayudar a pacificar el departamento del Cauca? ¿Por qué no se ha avanzado en eso?
Petro está asustado viendo los resultados de las elecciones europeas porque su mala gestión y su mal gobierno terminarán por llevar al país a lo que hoy muestra Europa: cambiar el rumbo, pues los ríos de leche, miel, empleo, dignidad que se prometieron están lejos de alcanzarse. Así que le corrijo al mandatario: no es el fascismo quien gana, es la decepción.
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