La conquista del cuerpo

Mientras vemos los mayores avances en torno a la longevidad, encontramos también un contexto de abandono del cuerpo en sus ritmos y cadencias cotidianas

La atleta peruana Nicole Hein Vila compite en los Juegos Bolivarianos en Valledupar (Colombia), en julio de 2022.Fernando Vergara (AP)

¿Cuál es el lugar que ocupa el cuerpo en nuestra educación? ¿En qué asignatura se nos enseña a reconocer nuestra corporalidad, a cuidarla y a disfrutarla saludablemente? Aprender a cultivar el sueño, a disfrutar del movimiento, a alimentarnos, a disfrutar nuestra sexualidad y, sobre todo, a valorar y proteger nuestra belleza única expresada en esa materialidad sensible que somos, es una asignatura pendiente. Desde muy temprana edad empezamos a desconectarnos del cuerpo; el tiempo de gatear, tener balance, caminar, comer, dormir largo y jugar pasa rápidamente a un segundo plano en la edu...

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¿Cuál es el lugar que ocupa el cuerpo en nuestra educación? ¿En qué asignatura se nos enseña a reconocer nuestra corporalidad, a cuidarla y a disfrutarla saludablemente? Aprender a cultivar el sueño, a disfrutar del movimiento, a alimentarnos, a disfrutar nuestra sexualidad y, sobre todo, a valorar y proteger nuestra belleza única expresada en esa materialidad sensible que somos, es una asignatura pendiente. Desde muy temprana edad empezamos a desconectarnos del cuerpo; el tiempo de gatear, tener balance, caminar, comer, dormir largo y jugar pasa rápidamente a un segundo plano en la educación, para priorizar el camino de la cognición y el desarrollo de la mente. Meditemos sobre la importancia de conquistar nuestro cuerpo, volver al encuentro de nuestra presencia en el mundo expresada en esa superficie y extensión que nos da frontera con el otro y se conecta con todo nuestro ser.

A veces necesitamos cruzar el camino de la enfermedad, en cuerpo propio o ajeno, o alertarnos ante la agudización de los problemas de salud mental ―tan evidente hoy―, para preguntarnos sobre la consciencia que tenemos para habitar el mundo en armonía con nuestra corporalidad. Para los filósofos, desde la antigüedad, la relación entre materia y espíritu, entre cuerpo y alma, sigue siendo una pregunta no resuelta. También hay múltiples razonamientos alrededor de por qué buscamos modificar, alterar o abandonar nuestro cuerpo. Finalmente, el cuerpo es nuestra frontera, es el límite, es la prueba más clara de nuestra mortalidad. Por ello es comprensible que los desarrollos tecnológicos y científicos más elevados de la humanidad estén relacionados con la salud, con la necesidad de extender la vida, curar, mejorar y expandir el cuerpo, inclusive buscando, en muchos casos, superar las limitaciones biológicas, como sucede con el transhumanismo.

Lo paradójico de este camino es que, mientras vemos los mayores avances en torno a la longevidad, encontramos también un contexto de abandono del cuerpo en sus ritmos y cadencias cotidianas; poco sabemos sobre cómo cuidarlo en el día a día, saturados de recetas y modelos, pero con baja capacidad de comprender y leer lo que verdaderamente quiere y necesita. Propongo entonces una reflexión sobre la conquista de nuestro cuerpo alrededor de cinco aprendizajes que valdría la pena cultivar:

Abrazar nuestra unicidad

En el cuerpo habita mucho de nuestra identidad: el color de nuestro pelo, el tamaño de nuestra estructura ósea, las características y rasgos de nuestra información genética… rasgos que no nos constituyen en la totalidad, pero que son parte fundamental de quienes somos y explican mucho de nuestra forma de vivir. Insistir en una cultura artificial de esa identidad, basada en estereotipos que nos permitan ser aceptados, es un primer maltrato al cuerpo que, además, ocurre desde muy temprana edad. Recientemente nos hemos sorprendido con este fenómeno de niñas menores de 15 años que narran en TikTok sus rutinas de cuidado de la piel, usando productos de cosmética que no requieren para su edad. Además, se exponen en redes en un ejercicio muy anticipado de modelos aceptados sobre el cuerpo ―del que el mercado saca buen provecho―. Un mensaje peligroso y una distorsión de lo que significa el cuidado de sí mismos, sometiéndose muy pronto al consumismo corporal.

Armonizar el cuerpo con el tiempo y el lugar

La belleza del cuerpo también está en sus límites, necesita de ritmos, de ciclos. Aprender a leerlo, a reconocer cuándo necesita descanso, cuándo requiere movimiento y diversión, a entender que necesita fortalecerse; que necesitamos conocerlo a consciencia para entender cuándo está en bienestar, cuándo se siente incómodo en algún lugar o ante alguien. Reconocer lo que nos piden los diferentes momentos vitales: la niñez, la juventud, la adultez, la vejez. Aprender a habitarnos en cada tiempo para no adelantarnos a lo que hay que vivir ni pelear con la idea de desprendernos cuando lo pide nuestra humanidad.

Disfrutar nuestra sensorialidad

El cuerpo es nuestro gran órgano sensitivo, a través de los oídos, los ojos, la piel, la nariz, la lengua; es el gran sensor del entorno, nos conecta con el mundo y también con nosotros mismos. Sabemos, por ejemplo, que la piel es el órgano más extenso de nuestro cuerpo, nos ayuda a regular nuestra temperatura y proporciona sensaciones táctiles. La magia está en aprender a disfrutar de la vida a través de nuestro cuerpo, desde el placer, el goce y el autocuidado. Qué tal si nuestra educación sexual no pasa por la prohibición y el control, sino por la idea de vivir el placer de manera saludable, sin represión y sin desborde.

Crear fortaleza corporal

La vitalidad es la base de una existencia saludable en todos los sentidos. El ejercicio, el movimiento y la buena alimentación son parte de los aprendizajes esenciales de los que, paradójicamente, no nos enseñan a hacernos cargo. Estamos tan llenos de recetas, de fórmulas y de rutinas recomendadas, que nos olvidamos de lo más sencillo, que es sentir nuestro organismo, lo que nos pide, el tipo de alimentos que nos sientan bien, el tipo de ejercicio que necesitamos, los horarios y ritmos que requerimos. Solo un trabajo de consciencia nos reconecta con nuestros sentidos y con las alertas que ofrece el cuerpo para conocernos a nosotros mismos.

Conectar cuerpo, mente, emociones y espíritu

Cuando hablamos de salud mental, por ejemplo, con frecuencia nos referimos a la necesidad de abrazar las emociones, meditar y controlar la mente, pero ¿qué pasa con el cuerpo? Sabemos que las emociones se expresan corporalmente. Solo si descansamos lo suficiente podemos atender lo que el organismo nos dice sobre nuestros hábitos de vida y podemos reconocer cuando sentimos en él lo que nos gusta o nos disgusta, para crear un equilibrio entre cuerpo, mente y emociones. Volver a la mirada integral de nuestro ser. A veces la mayor curación para el cuerpo es escucharlo, cuidarlo y amarlo tal como es.

Somos un templo corporal, conquistar nuestro cuerpo es una tarea de orden existencial primario que nos acerca a conocernos, a crear una sensibilidad que, desde pequeños, nos abrace en esa frontera sensible que somos y se expanda a todos los momentos de nuestra vida para hacerse cotidiana. Habitar nuestro cuerpo es una tarea humana fundamental y es el camino para conectar la vida en todas sus dimensiones, a través de los rituales esenciales: agradecer cada minuto vivido, respetar nuestra existencia y saber también que en algún momento abandonaremos este cuerpo en el que transcurre nuestra experiencia vital.

@eskole

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