Los periodistas le responden al presidente
Un grupo de periodistas responde al presidente Gustavo Petro las inquietudes que ha planteado de manera pública sobre la prensa y los medios
Desde el día uno de su presidencia, por no hablar de la campaña y de buena parte de su vida pública, Gustavo Petro ha sostenido un complejo tire y afloje con los medios de comunicación y los periodistas. La lista de ataques a la prensa de parte del presidente, así como de algunos de sus funcionarios, de leales progresistas y de miembros de las bodegas petristas, es interminable. En medio de esa tensa situación, el presidente ha aprovechado las redes sociales para, en los ...
Desde el día uno de su presidencia, por no hablar de la campaña y de buena parte de su vida pública, Gustavo Petro ha sostenido un complejo tire y afloje con los medios de comunicación y los periodistas. La lista de ataques a la prensa de parte del presidente, así como de algunos de sus funcionarios, de leales progresistas y de miembros de las bodegas petristas, es interminable. En medio de esa tensa situación, el presidente ha aprovechado las redes sociales para, en los últimos días, plantear preguntas y compartir reflexiones.
Hice el ejercicio de trasladárselas a los periodistas, mis colegas, para que, desde diversas ópticas, le contestaran al presidente y a la opinión pública. Paso a compartirlas, con el paso previo de atender la posición de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), en cabeza de Jonathan Bock, sobre la relación del presidente con el periodismo: “La relación entre el presidente Petro y la prensa podría definirse como un diálogo en el infierno, una conversación que hierve. La argumentación del presidente es que se siente agredido por un sector de los medios que, según él, no entrega información veraz y que, por lo tanto, debe defender su buen nombre.
“Es un pretexto que le permite corregir, descalificar, opinar, e incluso responsabilizar a los medios de orquestar un golpe blando en su contra. Por otro lado, también se han desnudado graves errores y problemas del periodismo. Por ejemplo, se han publicado historias que han sido falsas; resulta difícil distinguir entre opinión e información; el clickbait se propaga como un virus incontrolable; y también han quedado en evidencia publicaciones que protegen primero los intereses de los dueños, antes que la información periodística.
“Y aquí planteo dos preguntas. La primera al gremio: ¿están dispuestos a revisar y reflexionar sobre estos errores, así como los reclamos que hace la audiencia? La segunda, al presidente: ¿cómo va a contribuir a que existan mejores garantías para los periodistas, para una profesión que se ejerce bajo amenazas, presiones políticas y atravesada por condiciones laborales sumamente precarias?”.
Pregunta del presidente: ¿Los medios pueden calumniar al presidente?
Responde Diana Saray Giraldo: Por supuesto que no. Ni los medios, ni ninguna persona pueden publicar información que no corresponda a la verdad. Los colombianos tienen derecho a recibir información veraz e imparcial, sin importar si se está hablando del presidente de la República o de un ciudadano cualquiera. Tan es así, que la calumnia y la injuria son delito. Quienes consideren que se hacen afirmaciones que maltraten su honra (injuria) o que les endilgan responsabilidades en delitos que jamás cometieron (calumnia), pueden denunciar a su agresor. La pena para quien calumnie es prisión de 16 a 72 meses y multa de 13 a 1.500 salarios mínimos. Por su parte, la sanción establecida para la injuria es de 16 a 54 meses e igual multa.
Pero este es el último recurso. Antes de acudir a la vía penal, nuestra legislación ha dispuesto diversos caminos para la defensa del buen nombre, cuando se considere violentado. El primero es la solicitud de rectificación. Si el presidente o cualquier otra persona se siente afectada por la publicación de hechos o afirmaciones que considera inexactos o mendaces, lo que procede es enviar una comunicación al medio, pidiendo que rectifique la información y dejando claro en qué puntos se faltó a la verdad.
Si el medio no rectifica y la persona considera que le asiste razón en su solicitud, puede interponer una acción de tutela para proteger su derecho fundamental al buen nombre. Si se persiste en la falta de atención a la solicitud, el afectado puede, ahí sí, perseguir a quien lo difama denunciándolo por injuria y calumnia, según sea el caso. Así que nuestro sistema jurídico entrega herramientas suficientes para proteger el buen nombre de un ciudadano.
Pero también es cierto que ha hecho carrera el recurso fácil de mandatarios y políticos, quienes, al ser cuestionados sobre su actuar, recurren al alegato de que todo se trata de “calumnias”. De modo que le corresponde al señor presidente recurrir a los canales institucionales. Lo que no está bien es persistir en llamar calumnia a cada publicación o investigación que hacen los medios, donde se le piden explicaciones frente a temas que merecen respuestas claras. Porque, así como no les está permitido a los medios calumniar, su deber es cuestionar a quien corresponda, en la búsqueda, precisamente, de la verdad.
Pregunta del presidente: ¿El presidente no tiene derecho de réplica ante la información falsa?
Responde Félix de Bedout: La respuesta breve es sí, claro que el presidente, como cualquier ciudadano, tiene derecho a réplica, incluso a pedir una rectificación y por último acudir a la justicia si considera que la eventual falsedad no ha sido corregida. Pero el tema es más complejo, porque el presidente no es un ciudadano cualquiera, tiene un poder enorme por el cual está sujeto al escrutinio constante de los ciudadanos y medios de comunicación.
Las anteriores obviedades, Gustavo Petro las entiende, pero ha optado por un camino diferente, un camino que abrió con éxito Donald Trump y que han seguido otros mandatarios de diferente índole ideológica, como Andrés Manuel López Obrador, Jair Bolsonaro o Nayib Bukele, entre otros. “La prensa es enemiga del pueblo”, gritó Trump, claro, hablando de la prensa que lo critica. Ese modelo de confrontación funciona, pero es muy peligroso.
Ahora, un poco de lo que debería ser y seguramente no será: el Gobierno de Petro no tiene estrategia de comunicaciones. La Secretaría de Información y Prensa de la Casa de Nariño es la cuenta de Twitter de Gustavo Petro, por donde trina sobre todo y a toda hora, a un ritmo solo comparable con Trump.
El Gobierno necesita una vocería unificada que pueda responder de manera oficial a la información que consideren falsa con tres elementos básicos: uno, ¿qué dijo el medio de comunicación?; dos, ¿por qué es falso?; y, tres, ¿cuáles son los argumentos para señalar que lo dicho es falso? Y, ojo, sinceramente creo que en varios casos el presidente y el Gobierno han tenido motivos más que suficientes para pedir una réplica e incluso para solicitar una rectificación.
Un ejemplo: terminando esta respuesta me encuentro con el siguiente trino del presidente Petro: “Buena parte de la prensa, en su afán de atacarme, ha caído en la propaganda del sionismo internacional, que apoya a la extrema derecha israelí en el poder y que rechaza una solución pacífica al conflicto de 75 años”. No, presidente, la prensa no es culpable del frenesí tuitero que con demasiada frecuencia se apodera de usted. Esta dolorosa controversia es toda suya.
Por último, presidente: si usted considera que una información le genera un daño grave y obvio, tiene todo el derecho de acudir a las instancias que considere pertinentes, pero no ponga en peligro a periodistas y medios de comunicación con generalizaciones y estigmatizaciones que en Colombia son muy peligrosas, y usted lo sabe.
Pregunta del presidente: ¿Cómo se logra el derecho al pluralismo informativo que ordena la Constitución?
Responde Juan Lozano: Para que exista pluralismo informativo es indispensable partir de la comprensión acerca del alcance de la libertad de expresión como un derecho fundamental, cuya garantía ha de extenderse a todos los individuos que conviven en sociedad. Esto quiere decir que la garantía de la libertad de expresión cobija a cerca de 45 millones de personas, cada una de las cuales tiene un criterio, unas opiniones, unas convicciones y unas ideas.
El pluralismo parte de aceptar que los demás tienen criterios, opiniones, convicciones e ideas que merecen respeto y que, si cada cual decide compartirlas con el resto de la sociedad, el Estado debe procurar las condiciones para que lo haga libremente.
No solo las ideas del Gobierno valen. No solo las ideas de la oposición valen. No solo las ideas del Gobierno y la oposición valen. Todas valen. Y garantizar el pluralismo implica, en consecuencia, que, como todas valen, todas se puedan expresar sin que sean satanizadas, ni descalificadas, ni caricaturizadas desde instancias oficiales.
Colombia es multicolor, diversa, pluriétnica, multicultural, territorial, heterogénea, vibrante, beligerante, viva, activa. Y cada una de esas características debe tener una expresión comunicativa que, en conjunto, exige una representación pluralista.
Lo anterior debe leerse en clave del derecho de doble vía que consagró nuestra Constitución de 1991, según la cual mi derecho a informar y expresarme libremente se explica y coexiste con el derecho de la sociedad a estar bien informada. Tratándose de las autoridades, ese avance constitucional significa que es el propio Estado el que está obligado a propender por que la sociedad reciba todas las visiones, ideas y conceptos, siempre que respeten sus valores tutelares.
Si un medio de comunicación o un periodista incurre en una infracción generadora de responsabilidad civil, penal o administrativa, la justicia debe actuar. Ello, sin embargo, no implica que los funcionarios, a priori, puedan imponer mordazas, ni forzar lecturas oficialistas. Eso es censura y no solo atenta contra el pluralismo, sino que además está prohibido.
En síntesis, para lograr el derecho al pluralismo se requiere en esencia y primordialmente una determinación democrática y republicana que se manifieste cotidianamente en función de reconocer y respetar la multiplicidad de las voces que quieran levantarse en la sociedad. Eso es lo fundamental. Lo demás es carpintería.
Pregunta del presidente: ¿Pueden usarse los criterios que la profesión del periodismo ha establecido, para garantizar la ética, la búsqueda de la verdad y los derechos de las personas en el actual panorama de medios de comunicación en Colombia?
Responde Fernando Barrero Chávez: No hay duda de que, así como el país esta polarizado, algunos medios no se han escapado de este escenario. Y con todo respeto por el presidente Petro, él, con sus mensajes, ha atizado esa polarización. No solo entre los colombianos, sino en los medios. Una ministra llegó a decir, incluso, que se hacía periodismo incendiario.
Siempre he sostenido que la información es sagrada y la opinión es libre. Debe existir una clara línea divisoria entre estos dos ejercicios periodísticos, pero hay que reconocer que hay casos en los cuales hay mezcla de ambos. Por eso creo que hoy no se están aplicando, salvo excepciones honrosas, el ejercicio del periodismo en busca de la verdad, que es el objetivo fundamental de la profesión.
La objetividad brilla por su ausencia. En la mayoría de los medios se publican noticias con una sola fuente, lo que impide verificar los hechos. Igual sucede con los comunicados oficiales, tanto escritos como pregrabados, que casi todos los medios reproducen sin cuestionar versiones que a veces son poco claras o creíbles. Los rumores no son noticia, pero se publican en las redes sociales y son reproducidos por algunos medios. Gobernantes y personajes usan redes para informar y opinar de sus actividades, evitando así preguntas de los periodistas.
El sensacionalismo se ha extendido para captar audiencias con titulares que no corresponden a los contenidos o con relatos de suspenso que al final no dicen nada relevante. Y finalmente están las noticias falsas, que son la mayor amenaza contra el periodismo ético y profesional, y se sabe de bodegas que existen para atacar o elogiar personas o instituciones. Un periodismo ético y responsable está llamado a hacerlas a un lado y la opinión pública debe creerles más a las fuentes directas que a estas redes.
Está claro que todos los colombianos tienen derecho a opinar, pero ese derecho no debe confundirse con ataques personales o institucionales, o con la descalificación de los medios, cualquiera que ellos sean. No hay libertad absoluta, en eso debemos estar de acuerdo. La Constitución y las leyes garantizan esa libertad y esa garantía se extiende también a la posibilidad de rectificar, cuando a ello haya lugar, y son los jueces los encargados de administrar esta justicia.
Importante que el presidente de la República haga una manifestación expresa y contundente sobre las garantías de su Gobierno para la libertad de expresión. Siempre debemos recordar la frase del presidente Belisario Betancur, según la cual prefería una prensa desbordada a una prensa censurada. Esta libertad es la mayor garantía de las democracias.
Pregunta del presidente: ¿Puede usarse la corrección que hago de informaciones falsas como ataque a la prensa?
Responde Gustavo Castro Caycedo: Es evidente y comprobado que mientras hay periodistas críticos, francos e imparciales, otros han dado informaciones falsas sobre el presidente, y él, como cualquier colombiano afectado, está en su derecho de pedir que se corrijan, sin que esto sea tomado como un ataque a la prensa. El cuidado está en no generalizar refiriéndose a la prensa. Lo apropiado es señalar puntualmente a tal o cual revista o telenoticiero, con nombre propio.
Pregunta del presidente: ¿Cómo se financian los medios que no pertenecen a grandes grupos económicos?
Responde María Elvira Arango: Todos los medios, los grandes y los pequeños, necesitan financiación para vivir y, por estos días, más bien sobrevivir. Por eso celebro que el presidente haya decido disponer de una partida de 20.000 millones para fortalecer medios alternativos y gestar su propia red.
Eso, espero, es bajo la premisa de que sean independientes, de que informen seria e imparcialmente y de que impulsen la democracia desde la libertad de prensa, como lo hacemos nosotros todos los días. Los medios privados contamos con la fortuna de que las audiencias y los anunciantes nos creen y nos respetan, precisamente por no cruzar la línea editorial con la comercial. Esto es lo que permite hacer periodismo.
Estoy de acuerdo con el presidente Petro en que hay que democratizar la información. En casi nada más. Por eso celebro que invierta dineros públicos, que son de todos los colombianos, en la televisión pública para, según él, defender los derechos a “la veracidad y al pluralismo informativo”. Eso implica contar todas las versiones y mirar las cosas desde todos los ángulos, no solo desde su posición de poder y privilegio. Y esperamos que así sea en este caso, en lugar de encontrarnos con una vitrina en donde solamente desfilen los intereses del presidente y su Gobierno. Siempre es más fácil ver la paja en el ojo ajeno.
Pregunta del presidente: ¿Los medios tienen derecho a ejercer xenofobia contra minorías étnicas?
Responde Gustavo Gómez: Los medios no buscamos ejercer tales conductas, ni una atrocidad de ese tamaño puede siquiera plantearse como un “derecho”. Hemos ofrecido espacios siempre que esas comunidades lo han necesitado o han generado noticia. En el terreno de la información, o de la opinión sustentada, pueden los periodistas y medios cuestionar a cualquier grupo. Es válido alzar la voz libremente en una democracia real. Nadie está blindado a la verdad o el escrutinio. Si esas posiciones han molestado u ofendido, por la manera de hacerlas, presentamos excusas, pero eso no puede desviarnos de lo importante: el valido cuestionamiento.
Caso concreto: plantear, con base en información confiable, que hubo manipulación con fines políticos en las marchas de septiembre. Allí, muchos miembros de comunidades indígenas fueron instrumentalizados, sobre todo por sus líderes, que han recibido enormes recursos de parte del Gobierno. Manipulados de la misma manera en que sucedió con decenas de empleados y contratistas de entidades públicas, invitados por sus superiores a participar libremente en la jornada.
Los colombianos seguimos esperando las cuentas claras de los recursos estatales que se invirtieron en estas manifestaciones de apoyo al Gobierno. No practicamos en los medios ni la xenofobia, ni el racismo y, mucho menos, el antisemitismo, concepto que, a la luz de sus comentarios en redes, el presidente debería analizar con mayor profundidad.
Finalmente, plantea el presidente que le parece importante iniciar un diálogo de medios y sociedad civil, para examinar las inquietudes que tiene alrededor de los medios.
Le contesta Camila Zuluaga: El gran diálogo entre periodistas, medios de comunicación y la sociedad civil lleva ocurriendo desde que estos existen. Durante ese diálogo, se han conseguido avances notorios en torno a la libertad de expresión, consagrada en la Declaración Universal de Derechos Humanos, de 1948, pilar de la libertad de prensa y elemento fundamental para la democracia. Igualmente, en esa conversación, se han acordado reglas de funcionamiento y normativas legales frente al ejercicio del periodismo, buscando proteger a las audiencias y salvaguardando los derechos de quienes se vean afectados por lo que se publica.
Sin embargo, dialogar nunca estará demás. Por eso, ojalá esa gran conversación que usted plantea versara también sobre la responsabilidad de quienes impulsan desde el poder a actores de las redes sociales para crear narrativas al servicio del Gobierno de turno y desacreditar a periodistas que publican informaciones que no son del agrado de la Casa de Nariño.
Hablar siempre será la salida, pero ese dialogo debe darse bajo unas reglas básicas del respeto, en donde el linchamiento digital no sea promovido por ninguna de las partes y se parta de la base de que a mayor pluralidad de voces y medios establecidos, más sólidas son las democracias.
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