Gustavo Bolívar: “En la alcaldía de Bogotá nos jugamos la supervivencia del Pacto Histórico”
El candidato de Gustavo Petro asegura que no recibirá dinero de empresas privadas, de contratistas ni de sectores económicos: “Mi meta no es ganar, es cambiar las costumbres políticas corruptas”
Gustavo Bolívar (Girardot, 58 años) es el candidato del presidente Gustavo Petro a la alcaldía de Bogotá. Ha estado en lo más alto en las encuestas desde que se presentó oficialmente, tras haber renunciado a una curul en el Senado que ocupó por menos de un semestre, diciendo que regresaría a su oficio de guionista de telenovelas. Sabe que los dos meses de campaña que vienen no se...
Gustavo Bolívar (Girardot, 58 años) es el candidato del presidente Gustavo Petro a la alcaldía de Bogotá. Ha estado en lo más alto en las encuestas desde que se presentó oficialmente, tras haber renunciado a una curul en el Senado que ocupó por menos de un semestre, diciendo que regresaría a su oficio de guionista de telenovelas. Sabe que los dos meses de campaña que vienen no serán fáciles, y no solo por las críticas por haber abandonado el Legislativo. La popularidad del Gobierno está en picada, Bogotá no ha votado por el candidato cercano a ningún presidente en 30 años y Bolívar es el candidato con más desfavorabilidad, según esas mismas encuestas. Además, existe la posibilidad inédita de una segunda vuelta si el ganador no alcanza el 40% de la votación y supera al segundo por más del 10%.
Pregunta. ¿Cuál es, a su juicio, el principal problema de Bogotá?
Respuesta. Es la inseguridad. No lo digo yo, lo dice la gente. En todas las encuestas aparece como la primera necesidad de la ciudadanía. Después está la movilidad, que no es menor porque tiene que ver con la calidad de vida y hasta con la salud mental, y luego el desempleo y la corrupción. Hace unos años el tema más importante era la corrupción. Pero hoy está en cuarto lugar.
P. Usted ha dicho que para resolver la inseguridad hay que enfrentar sus causas y no solo sus síntomas... ¿Cómo lo piensa hacer?
R. Eso está basado en estudios científicos de muchas universidades en el mundo. Cuando las personas llegan a la adultez y generan problemas o adicciones, han tenido una niñez deficiente en términos de nutrición y de carencias afectivas. Si uno quiere atacar las causas de la delincuencia, tiene que atender al bebé, incluso a las mujeres gestantes. Tenemos que darle buena alimentación a los niños, educación de calidad. En esos dos aspectos tengo propuestas concretas, escritas en el programa que registré ante el Consejo Nacional Electoral.
P. ¿Cuáles?
R. Primero, aumentar la cobertura del Programa de Alimentación Escolar (PAE). Hoy funciona de lunes a viernes y en días de colegio; queremos ponerlo de domingo a domingo y en vacaciones. Pasar de garantizar la alimentación a los niños 180 días al año a 365 días. Esa es nuestra promesa.
P. ¿Y en educación?
R. No por el hecho de ir al colegio uno se está educando. En Colombia tenemos los peores índices de lectura de Latinoamérica, el peor inglés, las peores notas en matemáticas. Mi bandera es que los niños de los colegios públicos estudien inglés desde preescolar y que hagan una carrera de ciencias de la informática en los años de bachillerato. Hoy el mundo reclama mano de obra en el desarrollo de software, en programación. Esto les abriría oportunidades para entrar al mercado laboral mucho más rápido.
P. Ha dicho en entrevistas que si un joven sabe inglés no delinque, ¿a qué se refiere?
R. Lo que dije fue que un niño que sepa un segundo idioma y que tenga una carrera técnica al salir de once difícilmente se va a la delincuencia. Eso fue lo que dije, pero lo han malinterpretado.
P. Lo de la alimentación y la educación es una transformación a largo plazo de la ciudad para mejorar la seguridad, ¿qué propone en lo inmediato?
R. Bogotá tiene un déficit de 7.000 policías que hay que resolver urgentemente. Tenemos 16.500 y necesitamos cerca de 24.000. Con el agravante de que trabajan en dos turnos, así que la ciudad tiene 8.000 policías en la mañana y 8.000 en la noche. Y otro agravante: la mitad están en labores administrativas. Entonces, en la práctica, Bogotá no tiene policías. La oportunidad hace al ladrón, y esa oportunidad es ver que las calles y las aceras no tienen policías.
P. ¿Y como se consiguen?
R. Difícil. Me estoy comprometiendo con 2.000 policías adicionales, reenganchando pensionados que ya saben manejar un arma, un radio, tienen la experiencia y están dispuestos. Hemos hablado con esos gremios. También queremos hacer una estrategia de alarmas comunitarias. En Bogotá hay más o menos 2.000 juntas de acción comunal. Se les va a dar dinero para que pongan sus redes de alarmas. La seguridad no es un problema de la policía ni del alcalde; es de toda la ciudad. Todas las casas tendrán un botón de pánico. Vamos a reemplazar los Centros de Atención Inmediata (CAI) por Centros de Atención Integral, y construiremos 60 nuevos. Si ganamos, los nuevos CAI tendrán casas de justicia y jueces de familia para resolver conflictos menores como el sonido alto de un apartamento o el sellamiento de un local, para que los policías no se encarguen de eso. Finalmente, queremos que la ciudad se divida en cuatro grandes zonas, cada una con un comandante independiente. Hoy hay un comandante metropolitano y no es suficiente.
P. ¿Usted sabe que su cercanía y complicidad con el movimiento estudiantil, con la primera línea, genera el rechazo en una parte de la sociedad?
R. No es complicidad, es compresión hacia un núcleo de la población desatendido históricamente. Es infame que la derecha tilde de terroristas a los jóvenes. Son rebeldes y tienen derecho a protestar, es su naturaleza. La gente tiene que escoger entre el que los golpeó, les sacó los ojos y los mató [Jorge Luis Vargas, director de la Policía Nacional durante el estallido social, es candidato por Cambio Radical], y el que los trató de proteger dándoles unos cascos y unas gafas. Ahí está la dicotomía. Un tipo que le sacó los ojos a cientos de jóvenes no puede aspirar a ser alcalde porque lo que le esperaría a nuestra juventud de nuevo es una represión violenta. Eso terminaría en cosas más grandes, como que se vayan a una guerrilla que está ahí, pendiente como lobos, esperando para llevarse a los jóvenes. Eso no lo podemos permitir.
P. ¿Va a cambiar la respuesta violenta del Estado frente a las marchas?, ¿va a usar el ESMAD cuando haya una protesta?
R. Yo estoy seguro de que no van a protestar como antes, porque los niños y los jóvenes son el centro de todas las políticas que estamos trazando en el plan de desarrollo y en el plan de gobierno de la Alcaldía. Yo sé que si se sienten atendidos, si hay cupos en las universidades, trabajo, comida, no tendrán la necesidad de protestar. Si lo hacen por otras causas, lo primero será el diálogo personal: no voy a mandar gestores, iré yo mismo a conversar con ellos y a arreglar los problemas hablando. Ese es mi talante. No vamos a gasear las marchas.
P. La segunda preocupación de los ciudadanos es la movilidad. ¿Seguirá con la construcción de la primera línea elevada del metro si la alcaldesa la deja andando?
R. Sí, claro. En este momento, el Gobierno nacional está haciendo un esfuerzo para mejorar el trazado soterrando el tramo de la avenida Caracas. Si no se logra, el primero de enero avanzaremos en la línea elevada y cumpliremos con el cronograma establecido. Pero, obviamente, estamos tratando de mejorar ese trazado y de hacerlo subterráneo.
P. ¿Por qué insistir tanto en el metro subterráneo?
R. Ponerle el metro encima a los buses es un exabrupto técnico de salud y de ingeniería. La mayoría de los buses en Bogotá son de diésel y la gente que espere el metro en las estaciones va a recibir todo ese humo. Es grave. Segundo, las columnas del metro elevado van a caer en las estaciones de Transmilenio porque van cada 30 metros. Ese es un exabrupto técnico impresionante. Lo tercero es la tugurización. Los metros elevados, por experiencia en el mundo entero, devalúan los predios que están alrededor. El mismo alcalde Peñalosa lo dijo: ensombrecen las ciudades.
P. Hace unos meses usted planteó un túnel por la autopista sur hasta Soacha, ¿se mantiene?
R. Sí, quedó en el Plan Nacional de Desarrollo y en la charla que tuve con el presidente acordamos que va. No sé si alcance a terminar en cuatro años, pero los estudios, la contratación y el inicio de la obra, van.
P. Sobre la carrera séptima ha dicho que prefiere hacer un tranvía, ¿por qué?
R. Eso tiene dos consideraciones, una ambiental y otra financiera. La ambiental es que los buses son contaminantes, así sean eléctricos. ¿Dónde botamos 80.000 llantas que producen los buses de Bogotá cada año? Las baterías de los buses eléctricos también son desechos tóxicos. Eso es llenar el planeta de veneno. Proponemos hacer un transporte con vías férreas usando la matriz energética e hidroeléctrica, lo que manda en el mundo ahora. Hasta la ONU lo ha dicho. La señora Claudia López, violando su propia palabra y engañando a los electores, está haciendo lo que dijo que no iba a hacer: dijo que no haría el Transmilenio en la 68 y lo está haciendo, dijo que quería un metro subterráneo y está haciendo uno elevado, dijo que no iba a meter buses por la Séptima y está a punto de hacerlo. Eso se llama fraude electoral.
P. ¿Por qué cree que Claudia López está haciendo esos tres proyectos?
R. Porque hay dos modelos de ciudad claramente definidos. El de Peñalosa, que es buses, buses, y más buses; y el de Petro, que propone electrificar y hacer metro subterráneo. En vez de tres troncales contaminantes, podemos hacer una línea de metro. Se demora más, es más costoso, sí; pero la ciudad tiene que proyectarse bien. Aquí no hay visionarios. La gente no está pensando la ciudad para el futuro, sino anclándose al pasado que son los buses. ¿Cómo es posible que en 2024 sigamos construyendo troncales de buses? Es un absurdo con el cambio climático, con la transición energética. Hacer eso es ser ciego y mezquino con los niños que van a recibir un planeta invivible.
P. Ahora que menciona al presidente Petro, ¿cuándo fue la última vez que conversaron?
R. Por teléfono hablamos a diario. En persona nos vimos en Cartagena hace como un mes.
P. ¿Cree que ser el candidato del presidente es bueno o malo?
R. Es verdad que en campaña dependo mucho de la aceptación que esté teniendo el Gobierno, pero si llego a gobernar va a ser un gana-gana para todos los ciudadanos, porque tengo cerca al presidente. Es la primera vez que en Bogotá habrá un presidente y un alcalde alineados, incluso con la fuerza de la amistad. Eso me garantiza, por ejemplo, que no me gire cheques chimbos, como hizo Santos con Petro. Un amigo no me haría eso. Sé que los compromisos que Petro adquiera conmigo los cumple. Eso es un mensaje potente, podemos pegarle un empujón a esta ciudad que no se lo darán ni tres alcaldías seguidas.
P. Su candidatura es una del movimiento de Petro con posibilidades de ganar en octubre, ¿qué siente frente a eso?
R. Siento el peso, la responsabilidad. El movimiento no logró configurar buenas listas ni buenas candidaturas en los territorios; en la alcaldía de Bogotá nos jugamos la supervivencia del Pacto Histórico. Sabemos que si no ganamos esta alcaldía se viene una debacle grande para el presidente. Que el jefe de Gobierno no gane en ningún lugar importante del país es muy grave. Eso le pasó a Duque, que perdió Bogotá, Cali, Medellín, todas las grandes ciudades. El Pacto Histórico es como un estadio lleno sin buenos jugadores en la cancha. Tenemos a la gente que nos apoya, pero no hay muchos buenos candidatos.
P. ¿Cómo está su ánimo en estos días de campaña?
R. Le impongo dos controles a la campaña que no necesariamente ayudan mucho, pero me dan tranquilidad. Uno es no hacer alianzas con sectores corruptos, cero; prefiero perder. El otro es no recibir dineros privados, de contratistas ni de sectores económicos. Sé que eso va en detrimento de las finanzas de la campaña, pero son mis principios y no los voy a negociar. Así vivo tranquilo.
P. ¿Cómo se va a financiar entonces?
R. En este momento la campaña no ha recibido ni un centavo. Estamos esperando que desembolsen los préstamos de los bancos. Voy a hacer una plataforma, como permite el nuevo código electoral, para democratizar la financiación con aportes de la gente del común, que podrán donar desde 50.000 hasta un millón de pesos. Con lo que logremos, haremos la campaña. De resto, no dejo entrar ni un peso. No quiero pasar por lo que está pasando el Gobierno.
P. Usted ha hablado mucho de la política de la decencia. En la izquierda, a veces, el fin justifica los medios. Con el presidente Petro vimos que para llegar al poder se saltaron barreras éticas… ¿Qué opina?
R. Yo no quiero repetir eso. No es solo en la izquierda, es en el centro y en la derecha. Siempre utilizan esos métodos. No quisiera tener que entregarles a los concejales, que son carroña, una entidad para que me apoyen. Mi meta no es ganar la alcaldía: es cambiar las costumbres políticas corruptas de Colombia. Ese sí es el verdadero cambio.
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