Finalmente, ¿fútbol para todos?

El Mundial 2023 ha evidenciado un cambio, pero también ha dejado al descubierto que las brechas aún existen

Daniela Arias, de Colombia, reacciona después de la derrota ante Inglaterra durante el partido de cuartos de final de la Copa Mundial Femenina, el 12 de agosto de 2023, en Sydney (Australia).Eurasia Sport Images (Getty Images)

Ser mujer y jugar fútbol es un acto político. Una declaración de libertad. Poder para combatir los preconceptos, para inspirar. Las últimas ediciones de la Copa Mundo han demostrado a nivel global que las mujeres llenan estadios, anotan golazos, tienen claro lo que quieren. Son futbolistas y quieren acabar con el discurso que las condenó a estar durante años a la sombra.

8000 millones de personas en el mundo y 49,7% de ellas son mujeres. ...

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Ser mujer y jugar fútbol es un acto político. Una declaración de libertad. Poder para combatir los preconceptos, para inspirar. Las últimas ediciones de la Copa Mundo han demostrado a nivel global que las mujeres llenan estadios, anotan golazos, tienen claro lo que quieren. Son futbolistas y quieren acabar con el discurso que las condenó a estar durante años a la sombra.

8000 millones de personas en el mundo y 49,7% de ellas son mujeres. ¿Por qué a la mitad de la población del planeta se le negó durante tantos años tener voz y protagonismo en el fútbol?

La respuesta es el sistema. Un orden de cosas que estableció roles para hombres y mujeres. Estereotipos que limitaron los campos de acción para ellas y, por lo tanto, su poder. Poder económico, político y hasta el de soñar. La ausencia de representación sostuvo en el tiempo la imposibilidad de pensarse diferente.

Pero siempre hubo pioneras, mujeres fuera del molde que exigieron igualdad. Las sufragistas, las feministas en los 70s, las activistas por el derecho a decidir. La práctica del deporte fue uno de esos escenarios conquistados, primero como reivindicación de las capacidades físicas -del propio cuerpo- y más adelante como plataforma para exigir cambios en la sociedad.

Las jugadoras de Estados Unidos -USWNT- representan muy bien ese poder. Lograron igualdad salarial después de una durísima disputa legal contra su Federación y se convirtieron en íconos de una sociedad diversa. Las campeonas del mundo en 2019 ahora sufren backlash desde sectores conservadores tras su caída en Australia. Mujeres como Megan Rapinoe incomodan a personajes como Donald Trump. Él siempre lo ha dejado claro.

El Mundial 2023 ha evidenciado un cambio, pero también ha dejado al descubierto que las brechas aún existen. Niñas y niños emocionados en las tribunas y en las calles, pero también las demandas de equipos como Panamá, Sudáfrica o Jamaica por condiciones justas. Incluso las grandes potencias aún tienen retos en términos de estructura y planificación deportiva. Una industria del fútbol más equitativa.

Catalina Usme, capitana y goleadora histórica de Colombia, lo explicó tras el partido ante Inglaterra. “Este no puede ser el techo, no puede ser el final. Este tiene que ser el comienzo de mejores cosas para este equipo, mejores condiciones, un proyecto ambicioso que nos ponga a trabajar duro (…) Colombia puede ser potencia, pero quiero que les demos mejores condiciones a esas niñas para que vengan y ganen un Mundial”. No se podía decir más claro.

La representación también llegó a los medios en esta Copa Mundo. Muchas mujeres liderando cubrimientos, llenando las salas de prensa, determinando los temas de la agenda. No podía ser de otra manera. El periodismo debe reflejar lo que somos como sociedad. Nada más y nada menos que la voz de la otra mitad del mundo… Y de todas las que nos faltan por sumar.

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