El 85% del oro que exporta Colombia es ilegal
La minería ilegal puede ser más rentable que la cocaína y está acabando con los bosques y ríos. Las bandas criminales controlan la mayor parte del negocio
La Contraloría General de Colombia ha señalado que el 85% del oro que exporta el país es producto de la ilegalidad. Cifras del último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) apuntan que el 65% de las explotaciones auríferas en el país, sin incluir las subterráneas y de subsistencia, son ilícitas.
La minería ilegal de oro en Colombia está envenenando los ríos y destruyendo los bosques y los ecosistemas. Según la ...
La Contraloría General de Colombia ha señalado que el 85% del oro que exporta el país es producto de la ilegalidad. Cifras del último informe de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) apuntan que el 65% de las explotaciones auríferas en el país, sin incluir las subterráneas y de subsistencia, son ilícitas.
La minería ilegal de oro en Colombia está envenenando los ríos y destruyendo los bosques y los ecosistemas. Según la Contraloría, cada día se sacrifican alrededor de 500 hectáreas de bosque, equivalente a mil estadios de fútbol como El Campín de Bogotá o el Santiago Bernabéu de Madrid. “Colombia está en presencia de una masacre ambiental”, ha declarado Gabriel Jurado, delegado de la Contraloría. La ganadería extensiva, los cultivos ilícitos y la agroindustria son otras de las causas de la creciente deforestación en uno de los países más biodiversos del mundo.
El valor del oro se ha disparado en los últimos años. De 2002 a 2021 el precio aumentó el 439%. Alcanzó su máximo histórico en 2020, en plena pandemia. De acuerdo con Stadista, Colombia está en el puesto 18 entre los países que producen oro, pero su tasa de ilegalidad es la más alta del mundo, afirma Leonardo Guiza, director del Centro de Innovación Minero y Ambiental de la Universidad del Rosario. “Estamos por encima del África Subsahariana”, dice.
Las ganancias que deja la minería ilegal de oro son incuantificables. La Contraloría estima que mientras un kilo de cocaína puede estar en el mercado de Colombia en alrededor de los cinco millones de pesos (1.150 dólares aproximadamente), un kilo de oro ilegal está por encima de 250 millones de pesos (unos 57.500 dólares). Hoy, un gramo vale 55,21 dólares. “Las dos principales fuentes de financiación de los grupos armados en Colombia son la coca y el oro, y de pronto el oro le gana a la coca”, recalca el profesor Leonardo Guiza.
El negocio de la explotación ilegal de oro es extremadamente lucrativo. “El oro tiene varias facilidades sobre la coca: primero, no es un producto ilegal en sí mismo. Entonces lo puedes llevar en el bolsillo y venderlo en el centro de Medellín o Bogotá, por ejemplo, y te lo van a comprar. También lo puedes volver joya y pasarlo a otro país, que es lo que hacen la mayoría de contrabandistas que lo pasan a Miami, Nueva York y Europa”, explica Ramón Campos, periodista que ha investigado la problemática de la minería ilegal en varias zonas del país. Los grupos armados como el Clan del Golfo también lo usan para lavar el dinero de la cocaína. “La gente vende coca y con ese dinero compra oro, y la plata queda prácticamente legalizada, porque el oro es legal”, explica Campos. Otro aspecto, señala Campos, es la facilidad con la que se puede conservar, a diferencia del dinero en efectivo: “Cada vez guardan menos canecas de dinero bajo tierra, porque los billetes se vencen y se pudren; además, 50 canecas de billetes pueden equivaler a una de oro, que es fácil de guardar y no le va a pasar nada. El oro tiene una serie de facilidades materiales que encajan perfectamente con la economía ilícita”.
En 2020, Colombia cerró con una producción oficial de 47,6 toneladas de oro, un 29,9% más que 36,67 toneladas de 2019, según información de la Agencia Nacional de Minería. Esto corresponde solo al oro legal reportado.
“Estamos experimentando un boom de las commodities (minerales que no necesitan ser transformados, como el oro)”, explica Mónica Amador, consultora de la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS). “El oro es el soporte que tienen los bancos, la economía y muchos estados para poder fundamentar sus monedas nacionales; el oro permite hacer inversiones que son más o menos estables. Si el oro sube de precio, sube la demanda, legal e ilegal”, agrega.
Para María Alejandra Vélez, directora del Centro de Estudios sobre Seguridad y Droga (Cesed) de la Universidad de los Andes, los datos sobre el porcentaje de oro de origen ilegal mezclan la minería ilegal criminal y la informal, que es la pequeña minería. “No se puede criminalizar a la pequeña minería que no tiene título. Por supuesto que hay que combatir la minería ilegal y criminal a gran escala, a esas grandes dragas que están afectando a los ríos, pero también hay que formalizar la pequeña minería”, explica Vélez, que también llama la atención del error de las autoridades al ver la cocaína y el oro como fenómenos aislados, cuando deberían abordarse de manera conjunta, pues las dos economías se alimentan entre sí.
La minería ilegal de oro no es un fenómeno reciente, pero cada vez afecta más al ecosistema. Grandes dragas y retroexcavadoras succionan sedimentos de los ríos de zonas auríferas, como buena parte de la selvática costa colombiana sobre el Océano Pacífico. Para extraer el oro, amalgaman el sedimento con sustancias tóxicas y prohibidas como el mercurio; una vez separan el oro, el mercurio vuelve a los ríos, envenenando todo a su paso. “El daño es brutal en las cadenas tróficas, porque el mercurio sigue viviendo en el agua que consumen las plantas y los peces y genera, primero, procesos de eutrofización, que hace que el agua se pudra, pero también entra al cuerpo de los animales, principalmente los peces”, explica Mónica Amador. Recuerda que los indígenas y campesinos de la Amazonía son comunidades de río cuyo principal alimento proviene, precisamente, por la vía de los peces. Su subsistencia depende de ríos envenenados de mercurio que importan desde Bolivia.
En los últimos días, la Fuerza Pública ha destruido, en el departamento del Valle del Cauca, suroeste de Colombia, siete dragas que pertenecían al Clan del Golfo. El presidente Gustavo Petro desplegó una estrategia para acabar con esta maquinaria contaminante, que ya ha sido objeto de estrategias en gobiernos pasados. No obstante, la devastación de los ríos, el suelo y los bosques sigue creciendo. El informe de la Contraloría señala que el 66% de la minería ilegal se hace en zonas de reserva, en parques naturales y reservas forestales. En 1990, señala la entidad, Colombia tenía 65 millones de hectáreas de bosque; en 2022, tiene 59 millones: se han perdido seis millones de hectáreas. Los departamentos que más explotan oro son Antioquia, Chocó y Bolívar.
La alta concentración de mercurio en los ríos y sus consecuencias para la salud de los humanos no ha sido suficientemente estudiada. Amador cuenta que, en el trapecio amazónico, una zona selvática al extremo sur del país, las mujeres indígenas han presentado problemas cutáneos y digestivos, enfermedades inmunes e, incluso, malformaciones genéticas por los altos índices de mercurio en los tejidos del cuerpo.
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