Maravilla oculta de Cheparínov
Todo indica que Pichot se va a imponer con una obra maestra cuando, de pronto, su rival intercala una jugada tan violenta y sorprendente como ganadora
Cuanto mejor jueguen las computadoras al ajedrez menos probabilidades habrá de que puedan generar una partida tan bella y pasmosa como esta. Un ajedrecista inhumano con las piezas blancas jamás se hubiera embarcado en la llamativa y electrizante combinación que inicia el argentino Alan Pichot -ahora juega con la bandera española- porque, al calcular millones de jugadas por segundo, habría detectado un golpe intermedio y muy violento de su rival que desbarata la idea. Por tanto, los jugadores de silicio nunca podrán crear una obra de arte así.
El gran mérito de Iván Cheparínov -búlgaro de nacimiento, residente en Salamanca (España) y representante de Georgia- es que ese golpe intermedio es fácil de ver para una máquina pero muy difícil para un humano. Y es de justicia atribuir parte de la gloria a Pichot: sin su arrojo, creatividad y ambición por ganar, Cheparínov no hubiera podido crear esta joya.