Ding yerra en la 1ª partida del Mundial, pero Niepómniashi no lo aprovecha
El ruso no saca ventaja de la iniciativa de las piezas blancas a pesar de que el chino muestra signos evidentes de excesivo nerviosismo
Sólo una extrema tensión nerviosa explica el extraño error del chino Liren Ding, 3º del mundo, en el asalto inaugural del duelo por el título que disputa en Astaná (Kazajistán) con Ian Niepómniashi, 2º del escalafón. Pero el tropiezo ocurrió en una posición tranquila, y el ruso se mueve mejor en las grandes complicaciones, lo que le impidió ser preciso para aprovechar su ventaja. El empate se firmó tras casi cinco horas. Ding juega este lunes con las piezas blancas la 2ª de las 14 partidas previstas, con una bolsa de premios de dos millones de euros.
Las aguas del río Ishim se veían hel...
Sólo una extrema tensión nerviosa explica el extraño error del chino Liren Ding, 3º del mundo, en el asalto inaugural del duelo por el título que disputa en Astaná (Kazajistán) con Ian Niepómniashi, 2º del escalafón. Pero el tropiezo ocurrió en una posición tranquila, y el ruso se mueve mejor en las grandes complicaciones, lo que le impidió ser preciso para aprovechar su ventaja. El empate se firmó tras casi cinco horas. Ding juega este lunes con las piezas blancas la 2ª de las 14 partidas previstas, con una bolsa de premios de dos millones de euros.
Las aguas del río Ishim se veían heladas desde el lujoso hotel Saint Regis en Astaná, sede del duelo. Pero las cabezas de los dos gladiadores mentales ya quemaban desde que llegaron al escenario. Niepómniashi, diez minutos antes de la hora, traje gris y camisa rosa oscuro; Ding, tres minutos después, traje azul marino y camisa blanca; ambos sin corbata. Aunque ponía cara de póquer, un gesto contra la etiqueta delató la tensión nerviosa del chino: se quitó la chaqueta antes de que el ministro de Deportes, Asjat Orálov, y el presidente de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE), el ruso Arkady Dvorkóvich, hicieran el saque de honor. Niepómniashi, con la experiencia del duelo que perdió ante el todavía campeón, el noruego Magnus Carlsen (Dubái, 2021), parecía más tranquilo.
El primer sobresalto llegó con el sexto lance del ruso, cuando los reporteros gráficos aún seguían disparando (les hicieron salir a los siete minutos): una elección que Ding no esperaba, porque invirtió casi diez minutos en su respuesta. Mientras pensaba, era observado muy atentamente por otro ruso, Nikita Vitiugov, el principal analista de Niepómniashi, residente en Calpe (Alicante) desde que Vladímir Putin inició la guerra, sentado en la primera fila de los espectadores (separados por una pantalla opaca del escenario) en diagonal perfecta sobre Ding para captar cualquier signo de lenguaje corporal.
El asiático se arriesgó con su undécima jugada; no era la mejor, pero sorprendió a su rival y le sacó de su preparación de laboratorio. La parte científica del ajedrez (el entrenamiento casero con ayuda de muy potentes computadoras) dio paso al puro deporte, al ritmo de un inexorable reloj en marcha. Como el tipo de posición era mucho más estratégico que táctico (el favorito del ruso), Niepómniashi no captó una idea muy profunda, sugerida por el pentacampeón del mundo Viswanathan Anand, comentarista en el portal oficial de la FIDE, que le hubiera dado una duradera ventaja. Todo indicaba que la pelea iba hacia un empate sin mayor historia.
Mas, de pronto, Ding chirrió. Como explicó Anand, “es muy raro que se le escapé un fallo tan evidente”. La consecuencia era que perdía un peón y se iba a ver sometido a una presión muy desagradable durante horas. Si el rival del chino en esa posición hubiera sido Carlsen, su probabilidad de salir vivo hubiera sido muy escasa porque el escandinavo exprime ese tipo de situaciones con sadismo hasta la última gota.
Pero Niepo no es Carlsen. Lo que debía hacer no es lo que más le gusta, atacar y arriesgar, sino cambiar las damas, ganar un peón y apretar las tuercas sin prisa. Por eso dudó y no lo hizo en el orden correcto: no ganó el peón de inmediato y cambió las damas cuando su adversario ya tenía buenos recursos defensivos. Aunque, por inercia, tardaron en firmarlo, el empate era inevitable.
“Me he sentido deprimido en varios momentos de la partida. Había algo raro en mi mente, quizá por la extrema tensión del momento”, admitió Ding después. A juzgar por el bache, no muy profundo, que sufre desde los primeros meses de 2020 -debida sobre todo a una crisis con su pareja, según explicó a EL PAÍS el sábado-, necesita imperiosamente no perder ninguna de las tres primeras partidas (también conducirá las negras en la 3ª, el martes) para recuperar la confianza en sí misma. De momento, se ha librado del primer golpe en un asalto donde sus errores destellaron más que los aciertos del ruso, quien, por su parte, reconoció que no había visto con claridad cuál era el mejor plan para aprovechar su ventaja.
Ding explicó en la conferencia de prensa por qué ha elegido al rumano (antes húngaro) Richard Rapport, 13º del mundo, como analista-entrenador: “Además de su estilo creativo, me sirve para mejorar mi inglés y tenemos gustos parecidos. Por ejemplo, la música de los ochenta”. Unos minutos después se marchó al hotel junto a Rapport, y todo indica que el chino necesita algo más que música para volver a creer en sí mismo.
Suscríbete al boletín semanal ‘Maravillosa jugada’, de Leontxo García