Wang: abajo la pasarela, arriba el desfile-guerrilla
Alexander Wang mete a las modelos en un convoy guerrillero que recorre las calles de Nueva York antes de llegar a la última parada, donde está la prensa… y la fiesta-after.
Si hace seis meses en la invitación al desfile de Alexander Wang leíamos incrédulos el anuncio de la cancelación de su fiesta post-show («no after party»), esta temporada el e-mail de convocatoria advertía todo lo contrario, que la pasarela era en realidad la última parada de una rave itinerante: #wangfest. La prensa había sido convocada al noreste del distrito de Brooklyn, en un almacén desvencijado, en el número 90 de la calle Scott, en Bushwick, en medio de ninguna parte. Quizá este barrio se haya convertido en el último refugio de ...
Si hace seis meses en la invitación al desfile de Alexander Wang leíamos incrédulos el anuncio de la cancelación de su fiesta post-show («no after party»), esta temporada el e-mail de convocatoria advertía todo lo contrario, que la pasarela era en realidad la última parada de una rave itinerante: #wangfest. La prensa había sido convocada al noreste del distrito de Brooklyn, en un almacén desvencijado, en el número 90 de la calle Scott, en Bushwick, en medio de ninguna parte. Quizá este barrio se haya convertido en el último refugio de hipsters (aquellos que hace años fueron expulsados de Williamsburg por el programa de gentrificación local). De hecho, aquí se concentran algunos de los sitios de moda de la ciudad. Apenas unas calles más allá de esta nave destartalada está, por ejemplo, Momo Sushi Shack, considerado el mejor restaurante de sushi de Nueva York. Sin embargo, la calle elegida por Alexander Wang parece formar parte de una zona todavía deteriorada, rodeada de solares abandonados, boxes de lavado de coches, desguaces…
La cita era a las 9:30 en punto. Pero a esa hora ya estaba muy claro que aquello iba a empezar mucho más tarde. Había más policía que relaciones públicas. Cuando conseguías pasar el control y te ponían la pulserita de acceso, los agentes de seguridad te dirigían a tu lugar, detrás de una valla. Sin asientos asignados, todos apelotonados, como los asistentes a un festival, que madrugan para coger sitio frente al escenario. En un lado estaban los VIPS (léase Kim Kardashian y amigos); en el otro, separados en dos hileras, prensa y compradores. Una hora después, el montaje del desfile continuaba. Podría haber estado todo listo. ¿Acaso no es eso lo habitual? Pero Wang quería precisamente recrear el ambiente de una guerrilla. En los altavoces sonaban a todo volumen temas como Love Galore (de SZA), Loyalty (de Kendrick Lamar), Killamonjaro (de Killy), Magnolia (de Playboi Carti)… Poco a poco fueron llegando los furgones negros, con grúas para elevar los paneles de iluminación móviles. Detrás, el autobús, con las modelos: Kaia Gerber (hija de Cindy Crawford), Kendall Jenner, Gigi Hadid, Mica Arganaraz Hanne Gaby…
La pasarela nació hace décadas como el mejor formato para presentar adecuadamente una colección, poder apreciar las siluetas, ver de cerca los tejidos y deleitarse en el caminar de las maniquíes y su actitud ensayada. Está claro que ese modelo de presentación está totalmente desfasado. Por lo menos así lo creen diseñadores como Alexander Wang. Sus puestas en escena reflejan la improvisación de un nuevo modelo de generar deseo: más viral, espontáneo, callejero, exclusivo, cercano a las redes sociales, al fenómeno pop up… y al gueto. Antes de llegar a Bushwick, el bus de las modelos había hecho parada en Lafayette y Center (en Manhattan) y en Astor Place, para actuar en dos “desfiles” abiertos al público, ante la mirada atónita de algunos transeúntes. Mientras esperábamos que aparecieran veíamos las imágenes del recorrido a través de Instagram. ¿Conoce o no conoce Wang las tácticas de promoción de la industria de la música?
Cuando por fin apareció el convoy nómada de supermodelos, todo pasó muy rápido. ¿Acaso ver la ropa es importante? Algunos invitados lanzaban la pregunta al aire. Kaia Gerber fue la primera en bajar y entrar en la nave donde se iba a celebrar la after-party, punto final de la pasarela. Y aunque apenas se podían apreciar los detalles, sí se podía advertir que la colección estaba mucho más trabajada que la anterior: había referencias militares, denim, cuero, elementos de lencería, cremalleras, mangas extra (convertidas en elemento decorativo y constructivo), prendas con las tres rayas blancas de adidas (que dejaban claro que la colaboración de Wang con el gigante deportivo continúa), minivestidos de raso, americanas impecables y un patronaje que reinventaba la sastrería y jugaba con todas las formas de deconstrucción. Porque deconstruir es el nuevo Santo Grial de la generación Vetements.